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¿Qué ha pasado hoy, 28 de marzo, en Extremadura?
Imagen de archivo de un tren extremeño. HOY
«Llegué un día tarde a mi trabajo por el retraso de un tren extremeño»

«Llegué un día tarde a mi trabajo por el retraso de un tren extremeño»

Javier, de Montijo, cogió un tren a las 9 de la mañana, y no pudo llegar a Bilbao hasta el día siguiente por la noche. Su historia es una más entre las de cientos de perjudicados por las continuas averías y retrasos del ferrocarril extremeño

ALBA BARANDA

Lunes, 21 de agosto 2017, 07:15

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¿Qué cara pones cuando llegas un día tarde al trabajo? Javier, un joven de Montijo, tuvo que improvisar sobre la marcha al llegar tarde, un día después, a la cita laboral que tenía en Bilbao. Y todo por culpa de una avería, una más de las ocurridas durante este verano negro para los viajeros del ferrocarril por Extremadura.

Javier tenía que estar en Bilbao el domingo por la mañana temprano. Con bastante tiempo de antelación, cogió el tren en Montijo a las 9.04 del sábado, 12 de agosto. Su destino era Madrid, donde estaba previsto que llegara a las 13.53 horas. Su plan era coger allí otro enlace, a las 16 horas, hacia Bilbao. Tenía tiempo de sobra para picar algo y quizás terminar esa novela que tanto le estaba gustando.

Sin embargo, el tren en el que viajaba se detuvo a la altura de Talavera de la Reina, por una avería de otro convoy que pasaba por Plasencia, Cáceres, Mérida y Zafra, que estaba bloqueando la única vía. Hasta que éste no fuera arreglado o retirado, no podían pasar. Finalmente, tras cundir los nervios entre los pasajeros, Javier llegó a Madrid dos horas y media después, a las 16.25, perdiendo así el tren con destino a Bilbao, que era el último de ese día.

Enfadado y dispuesto a reclamar, se dirigió a la ventanilla de atención al cliente para pedir información y ya de paso, una posible solución. La compañía ferroviaria no le ofreció ninguna alternativa que le permitiera llegar a Bilbao aquel mismo día, y tampoco compensación económica para afrontar los gastos de comida y alojamiento en Madrid hasta que hubiera otro tren para llegar su destino.

«¿Dónde paso la noche?» preguntó Javier al trabajador de la ventanilla de Renfe. «Eso es problema suyo», fue la cordial respuesta que recibió. Renfe sólo paga el importe total del billete cuando la demora es superior a 90 minutos. Pero no se hace cargo de nada más.

En plenas Fiestas de la Paloma en Madrid, encontrar un hotel libre se hacía una tarea harto complicada. Pero Javier, un millennial de pro, cogió su teléfono inteligente, rastreó la la web, y consiguió alojamiento.

«He puesto una reclamación, no solo por el importe económico y los gastos que tuve que afrontar, sino también por el trastorno laboral que me causó el retraso del tren», explica Javier. Aún así, critica que el sector ferroviario tiene poco regulada la defensa de los afectados por retrasos y otras incidencias, «y al final, los perjudicados somos nosotros».

Su viaje en tren, que comenzó a las 9 de la mañana del sábado, no terminó hasta las 9 de la noche del domingo siguiente. Un día y medio para llegar de Montijo a Bilbao; un total de 772 kilómetros pasando por la capital de España.

Otros pasajeros sin recursos

Javier no fue la única víctima del retraso del convoy, sino que fue testigo de la tragedia que vivió a su lado un matrimonio de ancianos que había perdido su tren hasta Orense por la demora del ferrocarril que procedía de Extremadura.

Renfe tampoco ofreció ninguna solución a la pareja afectada, y su propuesta fue que esperasen toda la noche en la estación hasta el día siguiente, pues en ese momento estaban todos los billetes vendidos hasta las siete de la tarde de la siguiente jornada. Dormir en los bancos a cualquier edad no parece un buen plan, pero menos cuando los huesos ya empiezan a doler. Los ancianos carecían de teléfono con Internet y no sabían cómo buscar desde la estación un hotel.

Con sus hijos a más de 300 kilómetros y sin nadie con un poquito de humanidad que les ayudase a buscar alojamiento, perdieron los nervios. Lloraban, increpaban a los revisores, que poco podían hacer, y se volvían frágiles en una ciudad donde cada uno tiene sus cosas rumiándole en la cabeza. Son sólo un par de horas de retraso, pero perdieron la ilusión momentáneamente de pasar unos días con sus nietos en Orense.

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