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Festival de Mérida
Una Electra que conmueve con un notable trabajo actoral y el martilleo acertado de pianoEl montaje del Festival de Teatro de Mérida dirigido por Perotti, con texto de Eduardo Galán, ofrece interpretaciones brillantes de un reparto encabezado por María León
Espoiler. La madre (y su amante) se cargan a su padre, un rey y, ya de paso, a una adivinadora y a los dos hijos ... que tuvo su progenitor con ella durante su ausencia. Y una joven, Electra, urde su plan de venganza junto a su hermano. Se cargan a la madre y al amante. Tragedia, tragedia. Drama familiar de proporciones bíblicas. Sófocles y Eurípdes escribieron una Electra que era como el mito de Edipo pero al revés. Seguramente el anticipo del guion de la obra no hace falta para el público generalista pero por si acaso. Ya saben que Electra junto con Medea son los dos personajes femeninos fundacionales del Festival emeritense. La Xirgu, Margarita, los interpretó hace casi un siglo. Y desde entonces se han prodigado versiones de todo tipo. Casi todas afortunadas, igual porque se interpretaban por actores consolidados y eso ayuda a evitar desastres artísticos.
La Electra que vimos anoche (2.169 espectadores en el Teatro Romano de Mérida) es un trabajo que merece la pena. Para empezar y para terminar. No hay que andarse con rodeos. Un montaje del argentino Lautaro Perotti, con versión de Eduardo Galán, en el que no hay giros raros ni excentricidades. Es la Electra de María León. Sí. Así va a quedar para la historia del Festival de Mérida. La sevillana que ayer cumplía 41 años fue creíble y emotiva. Tuvo fuerza y fue mesurada cuando hubo de serlo en un espectáculo en el que casi todo es trágico de verdad. No es de extrañar porque presenta ya un bagaje interpretativo más que interesante. Solo por concretar: Premio Goya a la mejor actriz revelación por su papel en 'La voz dormida', basada en la novela de nuestra Dulce Chacón. De todas formas, una cosa es la tele o el cine y otra un teatro. Y más aún si hablamos del Teatro Romano de Mérida. La prueba del algodón para actores y directores.
Pero, para ser sinceros, este montaje quedará también en la retina de los que disfrutan del teatro como un trabajo grupo en el que Patxi Freytez (rey Agamenón) está espléndido con el escaso minutaje del que disfruta; Elisa Matilla (Clitemnestra, la madre de Electra), domina la escena; Pepa Gracia convence (Crisótemis, la hermana de Electra); Santi Marín (Orestes, hermano de ambos) avasalla con sus dudas sobre si matar o no matar para vengar; Alejandro Bruni (Egisto, amante de Clitemnestra) está más que correcto y, por último, Nacho Machi se desdobla con acierto poniendo música sonora con un piano de cola larguísimo e interpretando al futuro marido de Electra, Pílades. Todo es un desarrollo corto de de trabajo escénico de apenas 80 minutos en el monumento Patrimonio de la Humanidad.
Funciona todo desde el inicio en el nuevo drama de Electra, aunque el breve fragmento de tango-copla que se diseña al principio del espectáculo para celebrar el regreso de Agamenón a uno no le acaba de tocar la fibra. Puede sobrar. Lo que ocurre es que tanto el reparto actoral como la escenografía, la persistente banda sonora que crea sensaciones a través del piano y el texto de Eduardo Galán conjugan bien. Y no es fácil. Porque una tragedia no es dar berridos permanente. Como tampoco una buena comedia es soltar cada dos por tres 'pedo, caca y pis' y similares. Más bien, todo lo contrario.
Electra, como Medea, no deja de enganchar nunca. Es uno de mitos que más se repite en la programación del festival emeritense. En realidad, el interés de los espectadores no afloja por este drama drama sangriento habitual. Un texto que ofrece dudas sobre la 'bondad' de la venganza', de justificar la violenta, llevada al extremeño de matar a un padre y a una madre y hasta una hija, Ifigenia, la otra hija del rey Agamenón, ofrecida en sacrificio por el rey para continuar su navegación a Troya.
Repaso
En 2018, una Electra danzante y lorquina abrió el Festival, con la bailarina Inmaculada Salomón, del Ballet Nacional de España; la cantaora Sandra Carrasco y la casi siempre desaprovechada Orquesta de Extremadura. Todo bajo el sugerente montaje de Antonio Ruz. Quedó muy bien esta Electra sin palabra (en el sentido casi literal de la expresión) con sabor a Federico García Lorca.
En 2012, Ana Belén, que se conoce cada rincón del Teatro Romano como José Ramón Mélida o Maximiliano Macías, puso en escena otro montaje 'eléctrico' memorable. Por su director, José Carlos Plaza, suele sacarle todo el partido. A ella y al Teatro. Y un poco antes, en 2010, Sara Casanovas y Antonio Valero lideraron un espectáculo dirigido por Ferrán Madico sobre la Electra que escribió y conmocionó a la sociedad de su época Benito Pérez Galdós en 1901.
Con este bagaje sobre el mito de Electra se agradecen propuestas como la de Lautaro Perotti. La oscuridad, lo lúgubre, en cuanto a iluminación, dominan porque la historia es negra entre las negras. Y el diseño de luces de Nicolás Fischtel revive a la tragedia y a sus actores. El Teatro Romano pone el resto de majestuosidad. El vestuario, sin estridencias, así como la escenografía, es de Ikerne Giménez. Y es muy apropiado.
Y luego está el piano de cola, inmenso piano de cola, de unos 8 metros de largo, que aparte de ser la fuente para poner la banda sonora (la palabra con ella gana majestuosidad en esta ocasión), se utiliza como escenario parcial en el montaje. Los actores se suben en él y son asesinados en él. Se aprovecha la orchestra para simular el enterramiento de Agamenón, que también es enviado oportunamente al frente escénico, entre las columnas, como ese diablo que susurra al oído a sus hijos 'mátala, mátala', en referencia a Clitemnestra.
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