Caza y conservación de la naturaleza
El patrimonio natural necesita de la colaboración de cazadores y conservacionistas porque es una de las grandes fuentes de riqueza de nuestra tierra
Francisco R. Blanco Coronado
Presidente de Fondenex (Fondo para la Defensa del Patrimonio Natural y Cultural de Extremadura)
Sábado, 16 de septiembre 2023, 08:13
Es ya un tópico clásico, pero no necesariamente verdadero, que cazadores y conservacionistas deben estar enfrentados, como si los primeros solo estuvieran interesados en matar ... el mayor número de piezas y los segundos en lograr una protección absoluta de todas las especies. Hay que intentar comprender las razones de unos y otros y tomar decisiones basadas en datos irrefutables y argumentos científicos.
No somos partidarios de prohibir la caza de conejos, perdices, liebres, palomas torcaces, zorros, venados o jabalíes, pues ello no afecta a su supervivencia y en cambio una veda total de alguna de estas especies acarrearía graves daños a la agricultura, a otras especies sensibles y a nuestros bosques y dehesas. La prohibición de la caza mayor en los espacios naturales protegidos fue un gran error, que esperamos que el nuevo gobierno extremeño subsane, ya que existe una más que evidente superpoblación de ciervas.
Entendemos en estos casos que el cazador actúa como un importante elemento del ecosistema, regulando unas poblaciones que de lo contrario proliferarían explosivamente, degenerando y afectando negativamente a la naturaleza. Gracias a algunos cazadores, que con sus cotos y normas de actuación, a veces más rígidas que la propia legislación cinegética, ciertas especies se han librado de la extinción (como la Cabra Hispánica) y ecosistemas naturales muy valiosos, como las umbrías de Monfragüe o las marismas del Guadalquivir en Doñana, han podido llegar hasta nuestros días. Un cazador puede ser un buen conservacionista y un conservacionista un magnífico cazador: ahí tenemos los ejemplos de José María Castroviejo, Miguel Delibes, Eduardo Trigo…
Pero que no se olviden los cazadores: muchos ecosistemas naturales, bosques, manchas, dehesas, zonas húmedas, llanos y campos cerealistas, tienen caza porque las asociaciones conservacionistas evitaron su destrucción. ¿O ya se han olvidado los aterrazamientos y plantaciones de eucaliptos y pinos, los proyectos de implantación de regadíos en las dehesas, las destrucciones de las riberas o las fumigaciones con malathion?
Es muy grato reconocer todo lo bueno de la caza, entre otras cosas los ingresos que genera (400 millones anuales solo en Extremadura), pero cuando las entidades conservacionistas piden la protección de determinadas especies, no lo hacen por capricho ni por incordiar a cazadores y Administración, sino ante evidencias científicas sacadas de estudios rigurosos. En la mente de todos está la polémica que se generó en los 80 con la caza de la avutarda, cuya población disminuía a marchas forzadas, siendo una de las causas principales la caza de la que era objeto, aspecto que desde un punto científico era incontestable. Su veda permanente fue determinante para la recuperación de estas grandes aves. Dicho de otra forma, hay dos grandes categorías faunísticas: especies que admiten un aprovechamiento cinegético continuado y otras que se extinguen a poco que se las persiga. Es evidente que la caza, como deporte y actividad social, debe limitarse a explotar adecuadamente las primeras y respetar de forma eficaz las segundas.
Y también hay dos grandes categorías, tanto de cazadores como de conservacionistas. No es igual un cazador que un «escopetero». El primero conoce las especies de fauna, cinegéticas o no; las leyes; las especies protegidas (colabora en la recuperación de la población de linces ibéricos); es respetuoso con nuestros ecosistemas naturales; es el primero que si se da cuenta que una especie, ya sea de caza mayor o menor, está con una población escasa, renuncia ese año a su caza y fomenta su recuperación, y algo que nos han dicho muchos buenos cazadores: si salen al campo y ese día se da mal, no pasa nada porque han disfrutado de la naturaleza en compañía de los amigos y lo cierran con un buen aperitivo.
Pero la imagen del cazador ha sido muy deteriorada por el «escopetero», un espécimen lesivo para la caza y nuestro patrimonio natural: dispara a todo lo que se mueve, no sabe identificar muchas veces las especies cinegéticas, no respeta la especies protegidas, el ansia por disparar le hace no ver lo exiguo de la población de algunas especies y son lamentables esas fotos con alfombras de animales abatidos y ensucia nuestros más bellos parajes con basura.
En cuanto a quienes defienden la naturaleza hay también dos grupos diferentes, los conservacionistas (Fondenex forma parte de este grupo) y los ecologistas, que han hecho que mucha gente se confunda con los verdaderos fines de los que queremos proteger nuestro patrimonio natural. El conservacionismo se basa evidencias científicas, el diálogo con todos, en la independencia política, en el altruismo, en la crítica respetuosa, en la utilización eficaz de las distintas normas y leyes y en la divulgación. En definitiva, lograr la mejor calidad de vida para el hombre y para ello es necesario que el medio ambiente, donde vive, goce de las mejores condiciones posibles. El ecologista tiene pocas evidencias científicas y poca formación; más que diálogo, monólogos; poca o nula independencia política; mucha subvención y mucho liberado y poca utilización de recursos legales.
Lógicamente, cazadores y conservacionistas no podemos estar en todo de acuerdo y tenemos varias asignaturas pendientes para acercar posturas: la media veda, la caza de la tórtola europea, el carácter beneficioso o no del rabilargo, el papel del lobo en nuestros ecosistemas naturales, la explosión de meloncillos en algunas zonas…
Y para acabar, pedimos a los cazadores que nos ayuden un poco más a los conservacionistas porque así se ayudarán también a ellos y a su afición: en la lucha contra la contaminación de los ríos, en la prohibición de pesticidas en nuestros campos, en la paralización esos grandes parque solares y eólicos que alteran de una forma muy seria bellos parajes en el entorno de espacios protegidos, en el control de nuevos caminos en áreas sensibles, en el control de tendidos eléctricos, en la alteración de nuestros bosques, zonas de matorral mediterráneo y dehesas...
La caza, realizada de forma sostenible y dentro de las normas legales vigentes, es perfectamente compatible con la conservación de la naturaleza. El patrimonio natural necesita de la colaboración de estos dos colectivos porque es una de las grandes fuentes de riqueza de nuestra tierra.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión