Nubarrones y claros de la agroganadería extremeña
Tribuna ·
Ángel Calle Collado
Profesor de la Universidad de Extremadura
Lunes, 9 de diciembre 2024, 23:02
A nadie escapa que la historia y el destino de Extremadura están íntimamente ligados al devenir del sector agroganadero extremeño. De economía de subsistencia, pasó ... a ser motor de economías locales y es ahora la herramienta fundamental en términos adaptación al vuelco climático. Por todo ello, en la presentación hace unas semanas en Villanueva de la Serena del Informe sobre la Agricultura y la Ganadería Extremeñas 2023, Ramón Sanguino, catedrático de la Universidad de Extremadura y coordinador del estudio financiado por Caja Badajoz e Ibercaja, resaltaba su deseo de que el sector agroganadero volviera cuanto antes a los dos dígitos (más del 10%) en su importancia en el producto interior bruto extremeño. El informe destacaba algunos obstáculos generales que se ciernen sobre este sector: la coyuntura económica internacional llena de incertidumbres y conflictos, el avance palpable de la sequía que golpea cultivos y favorece enfermedades en cultivos y rebaños, la debilidad de su transición hacia formas de agricultura ecológica y ganadería extensiva. Pandemias, guerras y especulaciones alimentarias han rebajado al 7% la importancia del sector agroganadero en la economía regional.
En esta situación de crisis, la internacionalización empieza a ser un problema, aunque se presente como la solución de siempre. Las enfermedades que se viralizan para animales o personas, las disputas internacionales o las apuestas políticas internas hacen que mercados como Rusia, Estados Unidos o países situados en Oriente medio entren y salgan en el club de compradores extremeños, haciendo más volátil que nunca el comportamiento de mercados internacionales. La concentración de esfuerzos en la apuesta por monocultivos y el aumento de exportaciones se traduce en un aumento de la fragilidad del sector. Que, a su vez, pasa a ser dependiente en muchos casos (olivar, almendros) del carácter especulativo de los grandes fondos de inversión. Fondos que terminan por ser la puntilla final para la pequeña producción, que no puede competir en costes mecanizados, acceder a bienes que caen en manos de los superintensivos (agua, mejores tierras y accesos) o contar con mano de obra puntual para determinadas labores.
Aquí entra en juego el nubarrón del vuelco climático. 14.000 cabezas de ovino ya se ha llevado por delante la lengua azul, 10.000 en Badajoz y 4.000 en Cáceres. El incremento de las temperaturas facilita la permanencia en estas tierras tanto del virus que causa la fiebre catarral ovina, como de los mosquitos de la familia Culicoides que actúan como transmisores. Se acelera la caída de sacrificios de animales en la región. Un impacto negativo que pesará más sobre las pequeñas explotaciones, golpeada por los precios y también por el cierre de la mitad de mataderos en la región en la última década, buena parte más cercanos y accesibles a estos emprendimientos de carácter local.
En el Informe sobre la Agricultura y la Ganadería Extremeñas 2023, la investigadora Nuria Corrales Dios analiza el efecto en cascada que tiene y que tendrá el alza de temperaturas constante en la región. A la caída de la producción agrícola se une la disminución de fertilidad de los suelos, el menor acceso a insumos fundamentales como pastos, que afectarían directamente a la ganadería y, por supuesto, esa sobreabundancia de superplagas y superenfermedades que se instalan en la región, golpearán toda la cadena industrial alimentaria y de distribución. La magnitud de este seco nubarrón en un contexto de sequía severa llegaría a los 1.200 millones de euros. Sin contabilizar aún el sector de servicios locales tan dependiente del agro.
Y si la sequía es el análisis ambiental centra el análisis del citado informe, conviene también echar una mirada al efecto de lluvias que «caen mal». Me refiero a ver heladas y nieve sobre los cerezos florecidos en primavera en el Valle del Jerte. O las lluvias torrenciales por San Juan que, ya saben las personas de campo, «quita vino, quita aceite y quita pan». El cóctel del vuelco climático se ha reflejado este año en una caída de la producción de las frutas de hueso, como ciruela y cereza, cercanas al 50%. Alterados los ciclos planetarios del agua, disminuyen las horas-frío que necesitan ciertos árboles y aumentan los problemas en la floración y en el cuajado del fruto.
¿Y por dónde vendrán los claros? Los claros los tenemos muy cerquita, muy a mano. La mayor parte de los hogares comen tres veces al día. Y estamos en una tierra donde aún hay suelo fértil que cultivar, cultivos históricos no tan dependientes de un agua que no tenemos, montes y dehesas donde promover una ganadería extensiva y mercados locales y estatales por promocionar. La agroganadería extremeña precisa pensarse desde un aumento de la autonomía alimentaria en este país capaz de llenar cestas básicas, en la región, en España y en los países europeos más próximos. Conocimiento y arraigo sobre este sector vital no nos faltan. Hay además brotes verdes. El aumento de hortalizas y frutales bien pudiera ir en esa dirección. El olivar en la zona norte de Extremadura aprende a defender sus precios en origen. No basta una Ley de la Cadena Alimentaria, la administración tiene que apoyarla y quienes viven del campo tienen que reclamarla. Sube la presencia en mataderos de cabeza de caprino, un animal tan adaptado y necesario, como el cerdo en las dehesas, a las características agroambientales de la región. La agricultura ecológica aumenta sus números, pero está distante de la apuesta de Andalucía o de Cataluña, como analizo también en una tribuna del informe ya citado.
Serios nubarrones avanzan sobre el sector agroganadero. La cuestión es si sabremos abrir claros para que entre luz y nuevos aires para el impulso de este sector, que es una forma de vida. Sobre todo, teniendo en cuenta que nuestra agroganadería no es sólo un engranaje económico, es una de las grandes palancas para conformar territorios, y por ello un futuro digno para la región.
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