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«¿Qué hora es?», pregunta el vendedor ambulante al poco de empezar la entrevista telefónica. «Las once y cuarto». «Este mercadillo –responde– acaba a ... las doce, y en la caja tengo 25 euros, eso es todo lo que he vendido hasta ahora». El testimonio de Juan Vázquez mientras atiende su puesto en Coria es casi calcado al de Julián Cruz, que el pasado martes cerró su mañana en Badajoz con 130 euros en ventas. Los dos tienen su oficina y su almacén en la furgoneta, donde guardan la tienda que montan y desmontan cada día, haga frío o calor. Así tiene que ser cuando se trabaja en los mercadillos semanales, una vieja tradición de la vida cotidiana en Extremadura que a decir de uno y otro, de Vázquez y Cruz, vive el peor momento de su historia.
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44,3 millones de euros es la cifra de negocio del comercio al por menor en puestos de venta y en mercadillos en la comunidad autónoma, según el INE, cuyo último dato es del año 2023. Es un 18% más que en el ejercicio precedente pero un 20% menos que en el año 2018, cuando estos comercios de quita y pon movieron en la región 55,2 millones. La misma fuente oficial detalla que hay dados de altas 1.367 puestos que emplean a 1.253 personas. Las cifras dejan claro que el sector no se ha recuperado del mazazo que supuso la pandemia de covid.
Julián Cruz
Presidente de la Asociación de Comerciantes Autónomos de Extremadura
A pie de mostrador, entre género barato anunciado a gritos con frases ingeniosas, los testimonios ratifican los números del Instituto Nacional de Estadística. «Va todo fenomenal, vendemos a punta de pala y además no tenemos gasto ninguno porque estamos exentos de impuestos», ironiza Juan Vázquez cuando se le pregunta cómo va el negocio. «Esto es lo peor de lo peor, y cada vez va a peor todavía», dice al ponerse serio. «Muchos días nos vamos a casa habiendo vendido ropa por 50 ó 60 euros, y a veces no sacamos ni para cubrir gastos», cuenta el vendedor de ropa, que cada semana instala su tenderete en Plasencia, Coria, Jaraíz de la Vera, Hervás y Ahigal.
Son cinco de los mercados francos más importantes de la provincia de Cáceres, donde también destacan los de Navalmoral de la Mata, Moraleja y Malpartida de Plasencia, entre otros. Aunque el rey es el de Cáceres, el más multitudinario de Extremadura a decir de Julián Cruz, presidente de Acaex (Asociación de Comerciantes Autónomos de Extremadura). También el más caro, asegura. Él tiene un puesto de seis metros cuadrados –los hay también de tres y de doce– que le cuesta mil euros al año, justo el doble de lo que paga en Badajoz. En Mérida son 150 euros al año por un sitio de ocho metros (son todos del mismo tamaño). En Plasencia, 66 euros al mes por un puesto de nueve metros. En Don Benito, la tasa era de 400 euros pero va a bajar a la mitad, y en Villanueva de la Serena son 175 al año, según detalla el dirigente de Acaex.
Esta disparidad fiscal entre municipios es una las razones que movió a la Junta en el año 2018 a aprobar la Ley de comercio ambulante de Extremadura. Hasta entonces, la cuestión estaba regulada en la ley autonómica de comercio, aunque «de una manera incompleta», según recoge la normativa en vigor.
En su exposición de motivos, Ley 8/2018 ya reconoce «la discriminación y diferencia de trato que existe en los diferentes municipios de la región». También «la necesidad de acometer una modificación normativa que garantice mayor seguridad y estabilidad en el colectivo». La ley vigente le reconoce a estos vendedores su relevancia, al apuntar que «el sector del comercio ambulante representa un porcentaje importante de todas las transacciones comerciales que se realizan». Pero han pasado casi siete años desde que se aprobó la ley autonómica del comercio ambulante y las diferencias fiscales entre las ordenanzas municipales se mantienen.
«Las tasas son tan altas, y nuestros ingresos tan bajos, que muchos tenemos deudas con los ayuntamientos», reconoce Juan Vázquez. «Es que no ganamos para pagar tanto impuesto, tenemos que elegir entre abonar las tasas o comer», asegura el empresario, que hace un análisis negativo sobre el día a día del colectivo. «Monta puesto, desmonta puesto, horas y horas de pie, paga impuestos, muy poca venta... Esto no está pagado».
Juan Vázquez
Vendedor ambulante
«Hay muchos vendedores ambulantes que se han dado de baja como autónomos y están trabajando en hoteles de Canarias y Baleares, o que se han pasado al reparto de paquetería de ventas online, usando la furgoneta que antes tenían para los mercadillos», asegura el presidente de Acaex. «Madrugones, vivir a la intemperie, combustible cada vez más caro, averías de la furgoneta, las tasas municipales, cuotas a la Seguridad Social, Hacienda, los viajes a Sevilla o Madrid mínimo una vez a la semana a por género nuevo, porque las clientes vienen al puesto y te dicen 'Tienes lo mismo que la semana pasada'... Son muchas cosas, muchos gastos para pocos ingresos, cada vez menos, necesitamos ayuda de las administraciones, porque si no, los mercadillos acabarán desapareciendo», expone Julián Cruz.
Él pone el acento, además, en una particularidad de este año: el mal tiempo. «Hemos tenido cinco borrascas, ha llovido mucho, y cuando no había lluvia, había viento. Esos días no viene nadie al mercadillo, y la tasa la tienes que pagar igual», lamenta el portavoz de los ambulantes extremeños, que resume la situación con palabras tajantes. «Estamos –afirma– mal, verdaderamente mal, no facturamos nada». «En Cáceres –detalla Cruz– llegó a haber casi 400 puestos y ahora hay 149, en Mérida tenía que haber 200 y hay 100... Yo estoy vendiendo vestidos a tres euros, y del puesto de al lado tiene camisetas a dos euros, que le habrán costado a él un euro y medio... Si es que hay días que tienes que pensar 'Por lo menos me llevo para comer'. Ya ves, 'para comer', como se decía antiguamente, menudo consuelo».
La posible solución, insiste, pasa «por más ayuda de las administraciones». «Un plan 'renove' para las furgonetas y una rebaja de las tasas de ocupación de la vía pública», especifica el representante del gremio, que agradece «lo bien que se ha portado con nosotros el alcalde de Mérida –dice–, que comprendió nuestra situación y nos dio mil euros de ayuda, como al resto de comercios».
«No es que el futuro de los mercadillos sea negro, es que es negro el presente», resume Juan Vázquez. La nota positiva es que a diferencia del comercio en general, aquí sí hay relevo generacional. «Sí que hay hijos que se quedan con el puesto del padre, y si no, otros vendedores al jubilarse alguno», apunta Julián Cruz, que de hecho, asegura que «una de las razones de muchos ambulantes para seguir pese a lo mal que está el negocio es precisamente que lo heredará su hijo».
En su radiografía al sector, el presidente de Acaex menciona otra pieza del puzle, que él ponen en valor: la dimensión social de la venta ambulante. «Organizamos un evento cada semana en pueblos donde normalmente no hay mucha actividad. Un evento gratis para ellos y por el que el Ayuntamiento ingresa dinero. Y tenemos una relación con la clientela que no suelen tener las tiendas de franquicias, donde el personal ofrece un trato muy distinto. Nosotros damos ropa fiada, aceptamos pagos con Bizum o con tarjeta... Yo tengo a la mujer atendiendo a las clientas por WhatsApp, y además de vender, hablan de sus cosas...».
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