¿Qué ha sido de los mejores alumnos de la EBAU en Extremadura?
Juan Ramón, Inés y Ana ·
Sacaron la nota más alta en selectividad hace más de diez años y hoy son médicos, matemáticos e ingenieros; todos viven fuera de Extremadura y algunos también han sentido la precariedad laboralJuan Ramón, Inés y Ana tocaron, hace más de diez años, la perfección en la EBAU, la prueba de acceso a la universidad de la ... que se acaban de examinar 5.400 alumnos extremeños y cuyas notas se conocieron el jueves. Ellos fueron los más brillantes de su época y ahora tienen vagos recuerdos de ese momento por el que también protagonizaron páginas en este diario y en el que vuelven a aparecer, con alguna cana que otra, para contar qué ha sido de ellos.
Juan Ramón Gómez García tiene 28 años y, después de sacar un diez en bachillerato, obtuvo un 14 en la EBAU. Es de la localidad pacense de Quintana de la Serena, pero vive a más de 1.500 kilómetros de su casa, en París. «Con la EBAU tuve suerte, bueno y algo de estudiar también influyó», recuerda entre risas este joven que acaba de ir al consulado para ver si puede votar el próximo 23 de julio en las elecciones generales. Por el momento, no tiene pensado volver a España, pero cree que «cada voto cuenta y la política influye directamente en la vida de la gente».
La suya se desarrolla ahora en un piso de 18 metros cuadrados en el que vive solo en el distrito 19 de París, situado en la margen derecha del Sena. Por el paga 700 euros. «Es pequeño, pero me apaño. Antes vivía en la Ciudad Universitaria y ahora me acabo de mudar», cuenta este joven que tras su éxito en Selectividad estudió un doble grado de Física y Matemáticas en Madrid y ahora tiene un contrato de doctorado con docencia en la Université Paris-Cité.
1.800 euros en París
El contrato es de tres años y su campo de investigación es la topología cuántica. Por ello cobra 1.800 euros mensuales netos. «Es más que en España para los primeros años de investigación, aunque en España va subiendo y aquí siempre es el mismo», explica.
Por lo que relata, su éxito se basa en hacer lo que realmente le apasiona y eso son las Matemáticas. «Después de cursar la carrera durante cinco años, estuve trabajando en Madrid impartiendo clases en una academia y en la Universidad Europea. Además, también trabajé durante un año en una empresa privada en asuntos sobre inteligencia artificial, aunque no me gustó demasiado porque ahí hacía Matemáticas aplicadas y no Matemáticas fundamentales», detalla Juan Ramón.
Juan Ramón Gómez vive en un piso de 18 metros cuadrados en París y tiene un contrato de doctorado en una universidad
Tras esa incursión en el mercado laboral, hizo un máster en París de dos años sobre Matemáticas fundamentales en tres universidades (Sorbonne Université, Université Sorbonne Paris Nord y Université Paris-Cité).
«Quiero seguir investigando», indica este joven que está soltero y viaja a Extremadura cuando puede. La última vez que estuvo en su pueblo fue a finales de abril. «No es fácil porque tardo diez horas en llegar», lamenta.
No descarta volver a España, aunque por ahora no se lo ha planteado. «En algún momento me gustaría regresar, pero creo que después de Francia me iré a otro país extranjero. Volver a Extremadura lo veo complicado, aunque allí está mi familia y mi casa», dice Juan Ramón, cuyo objetivo es conseguir una plaza como profesor de universidad. No le preocupa el futuro laboral porque los matemáticos ahora son muy demandados en campos como el análisis de datos y la inteligencia artificial.
También de ciencias puras es Inés Encabo Cáceres, de 28 años. En 2012 hizo la selectividad tras tener un 10 en bachillerato y obtuvo un 13,9. Estudiaba por aquel entonces en el instituto Augustóbriga de Navalmoral de la Mata antes de empezar a cursar Ingeniería en Tecnologías Industriales en la Universidad Carlos III de Madrid.
En una carrera en la que pocos estudiantes se gradúan en los cuatro años de esta titulación (la media está en seis), Inés no tuvo que hacer ninguna asignatura en segunda convocatoria y la acabó con un 8 de media.
«Lo principal es que te guste lo que estás haciendo. La mayoría de la gente acaba fracasando en Ingeniería porque no le gusta. A eso hay que sumar las horas delante de los apuntes», añade.
De Noruega a Madrid
El último año de la carrera lo cursó en la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología. Al terminar, le ofrecieron realizar un máster internacional de dos años y trabajar para la universidad en colaboración con una empresa energética que desarrollaba estudios en Oslo. «Tiene cosas buenas y malas. Allí la gente es como el clima y el nivel de vida es muy elevado. En cuanto a energía geotérmica están a años luz de nosotros, pero si eres sociable y te gusta salir acabas volviendo a casa siempre», comenta.
Tras esa experiencia regresó a Extremadura con la idea de disfrutar de un buen verano. «En septiembre empecé a buscar trabajo y tardé un mes y medio en encontrarlo. Al principio me rechazaban en algunos puestos porque decían que mi currículum era demasiado bueno para el empleo al que estaba optando», recuerda Inés.
Inés Encabo es ingeniera y trabaja en proyectos para garantizar la seguridad del suministro eléctrico en España
Finalmente, fue contratada para trabajar en el área de apoyo del centro de control eléctrico de la empresa Red Eléctrica. «Allí sigo, llevo ya casi cinco años. Lo que hago son proyectos orientados a garantizar la seguridad del suministro eléctrico en España», explica. «Estoy muy contenta porque es una empresa que tiene un sistema de progresión bastante bueno. Si vas cumpliendo objetivos lo notas mucho», cuenta Inés, que aunque prefiere no decir cuál es su sueldo mensual, sí reconoce que tiene subidas salariales cada año y le permite vivir cómodamente.
Comprar una casa
«En mi caso, llegué a Madrid hace cinco años y los alquileres no eran tan altos. Ahora, pese a cobrar bien no estaría por la labor de pagar 700 euros por habitación cuando podría ahorrar para comprar un piso», comenta Inés, que vive en el barrio de Salamanca. «Mi idea es comprar un casa en dos años», cuenta. Paga 550 euros por una vivienda de 80 metros cuadrados que comparte con dos personas.
«Yo he tenido la suerte de dar con una empresa en la que tienes casi la seguridad de ser funcionario sin serlo», dice Inés.
Ella, que sabe inglés, noruego y un poco de francés, hasta hace poco decía que todo era cuestión de suerte. «Al final me han metido en la cabeza que no solo es eso, sino que también me he esforzado mucho para llegar al lugar en el que estoy», comenta por teléfono tras aterrizar desde Brasil, donde acaba de participar en una cumbre iberoamericana sobre redes eléctricas.
También está marcada por el esfuerzo y el estudio diario la vida de Ana Baltasar Corral. Tiene 29 años y, tras estudiar en el instituto Profesor Hernández Pacheco de Cáceres, obtuvo un 14 en la EBAU en el año 2011. Fue la mejor en un examen al que muchos se presentan deseando obtener la calificación para entrar en Medicina, una de las carreras con la nota de corte más alta. Solo los más brillantes pueden acceder a ella.
En su caso, se lo aseguró con su 13,86 de media entre selectividad y Bachillerato. Estudió en la Universidad de Salamanca e hizo el MIR. De nuevo, en otro examen más, fue la extremeña con mejor nota. Quedó la 108 entre más de 10.000 médicos de todo el país.
Ana Baltasar es neuróloga, gana 2.000 euros al mes en Madrid y dice que «los médicos no están bien remunerados y valorados»
Ana se decantó por realizar la formación sanitaria especializada de médico interno residente (MIR) en Neurología en el Hospital Clínico San Carlos de Madrid.
Allí se tuvo que enfrentar a la pandemia. «La viví trabajando en un Madrid apocalíptico. Iba a pasar al tercer año de residencia y estuve dos meses viendo solo a pacientes con covid. Si teníamos 900 hospitalizados, 800 eran con covid. Luego, ya empecé a hacer la rotaciones de la especialidad», recuerda Ana.
Trabajos precarios
Después de terminar su formación, empezó a sufrir la precariedad laboral. Ser médico tras estudiar durante diez años no le ha inmunizado ante una 'enfermedad' que afecta a la mayoría de los jóvenes que ya se han enfrentado en estos últimos años a una crisis económica, una pandemia y una guerra en Ucrania.
«Trabajos hay y ofertas también, pero son precarios. En Extremadura no busqué y tampoco vi ninguna oferta. El trabajo de médico ahora mismo no está ni bien remunerado ni bien valorado. De residente hacía seis guardias al mes que no cotizan en la seguridad social. Tras 24 horas de trabajo solo descansas un día, por ejemplo», detalla la doctora Baltasar Corral. «El sueldo y las condiciones no están adaptadas a la responsabilidad que tenemos», lamenta.
Al finalizar el MIR, asegura que los contratos que les ofrecen son de pocos meses o becas cuya remuneración se complementan con guardias. «Ahora tengo un contrato indefinido después de nueve meses en el mismo hospital, el Rey Juan Carlos de Móstoles», apunta Ana. Su sueldo neto sin guardias ronda los 2.000 euros.
«De 15 amigos neurólogos solo cuatro tienen contratos en la sanidad pública. Los demás estamos en hospitales de gestión público-privada. Otros están con becas de investigación. La situación laboral en general no es buena», dice Ana.
A ello se suma lo caro que es vivir en Madrid. «La mitad del sueldo se va en el alquiler, pero ahora no tengo dinero ni para pagar una entrada de compra de una casa ni una hipoteca», reconoce Ana. Asegura que su vida por ahora está en Madrid. «Nunca puedes decir nunca. En Extremadura he vivido muy bien, pero no es algo que me haya planteado», concluye.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión