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A. B. Hernández
Domingo, 20 de abril 2025, 07:57
No hay un único relato sobre lo ocurrido la madrugada del 30 de marzo en el barrio placentino de San Lázaro y aún ... restan muchas dudas por aclarase. Pero el atestado policial del caso, donde se recoge la investigación de los hechos, establece que hubo una discusión entre los Hilarios y los Loletes, los clanes de Gabriel y Galán y San Lázaro, respectivamente, minutos antes de que comenzara el tiroteo en el que murió Camelia, la niña de dos años a la que una bala perdida le atravesó la cabeza.
Según el atestado policial, tres miembros de los Hilarios, dos hermanos y un amigo, acudieron sobre las doce de la noche de ese sábado hasta la vivienda familiar de los Loletes en San Lázaro. Fueron con la intención de zanjar el conflicto desatado entre ambas familias por una pelea ocurrida días antes en el club de alterne del Puerto de los Castaños.
Como se ha contado, el 27 de marzo los hermanos Hilarios y otras tres personas agredieron al hermano del jefe de los Loletes, quien trabajaba de portero en el local, porque les impidió el acceso cuando trataban de entrar con alcohol de la calle. Estos hechos enturbiaron la complicada relación que ambos clanes vienen manteniendo como competencia que son en el mercado de la droga.
Este fue el motivo por el que los Hilarios decidieron acudir a San Lázaro para evitar que el enfrentamiento fuera a más.
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Llegaron en un Audi Q3 de color negro. Uno de los hermanos Hilarios, según recoge la investigación policial, se apeó del vehículo y entró en la vivienda de los Loletes. Pero el estado de embriaguez en el que se presentó fue entendido por la familia residente en San Lázaro como una falta de respeto. Por eso se le echó de la casa y se le acompañó de vuelta hasta el vehículo.
En ese momento, los Loletes se percatan de que dentro del coche se encuentra el Hilario que protagonizó la pelea en el club y se dirigen a él para recriminárselo. A partir de este momento, el atestado recoge declaraciones contradictorias, según la cuales los miembros del coche empiezan a disparar mientras huyen del barrio y otras en las que son los de San Lázaro los que inician el tiroteo.
Lo cierto es que los disparos recorren la calle Calzada por la que los Hilarios salen del barrio. Una cuesta de unos 25 metros de largo que son los que separan aproximadamente las viviendas de los Loletes, las que fueron después quemadas y donde comenzaron los disparos, y la casa en la que falleció Camelia y se hirió a otra joven de 25 años, víctimas que no guardan relación ni con unos ni con otros.
Las declaraciones de los 11 detenidos por estos hechos, seis de San Lázaro y cinco de Gabriel y Galán, así como las que figuran en el atestado policial de testigos presenciales exponen contradicciones notables en sus relatos sobre cuántos vehículos y cuántas personas realmente accedieron a San Lázaro, qué armas se utilizaron, quiénes las dispararon y qué bala y de qué arma salieron las del suceso mortal.
Hay testigos que indican que fueron dos los vehículos que entraron en San Lázaro, un Audi negro que presenta impactos de bala tanto en la parte trasera como en el apoyacabezas del piloto, el que ahora custodia la policía, y un Wolkswagen Golf de color blanco del que nada más se sabe. Hay testigos que vieron a tres personas en el Audi, otros dicen que cuatro, unos que del coche salieron disparos, otros que no, según registra el atestado.
El único de los seis detenidos de San Lázaro con licencia para usar armas entregó cinco a la Policía Nacional tras el tiroteo: cuatro escopetas y un subfusil. Pero las 200 balas de calibre 9 mm Parabellum que adquirió el día antes en una armería de Plasencia, compra que recogen las cámaras del local, solo son compatibles con el subfusil. Según el atestado policial, en la recámara tenía un proyectil de este calibre cuando fue entregado.
El abuelo de Camelia asegura que fue una bala de 9mm la que atravesó la cabeza de su nieta y acabó con su vida, y que no fue disparada por ninguna de las armas entregadas a la policía, sino por una pistola Colt que no se ha encontrado.
Los resultados de la prueba de parafina practicada a los 11 detenidos, para determinar quiénes dispararon, y el estudio de balística sobre las múltiples vainas halladas a lo largo de la calle Calzada de San Lázaro se espera que arrojen luz a un suceso que ha tensionado al barrio más marginal de Plasencia, en el que esta vez la ley gitana que impera en él no ha apaciguado las ansias de venganza.
Los familiares de los Loletes abandonaron San Lázaro tras la detención de seis de sus miembros por el tiroteo, porque el destierro es la pena a cumplir cuando el conflicto implica a dos clanes del barrio.
Pero parece que esa marcha es insuficiente ante la gravedad de la muerte de una niña a juzgar por los incendios provocados después en dos viviendas de los Loletes, el intento en una tercera y los daños causados también en tres vehículos de su propiedad. Hechos que, a su vez, han motivado amenazas a los familiares de Camelia como han denunciado de manera pública el abuelo y el padre de la pequeña, por cuya muerte está previsto que el próximo 22 se celebre una manifestación en la Plaza Mayor de Plasencia.
Con la instrucción de la causa en fase embrionaria y la investigación policial pendiente aún de pruebas que se presuponen determinantes, los seis detenidos de etnia gitana permanecen en prisión y los cinco del clan de los mercheros (Hilarios) en libertad provisional, en cumplimiento del auto dictado por el titular del juzgado número 1 de Plasencia, que ha asumido el caso San Lázaro.
Además del Ministerio Público y las defensas de los 11 detenidos por el tiroteo de San Lázaro, la familia de Camelia, la niña que murió a consecuencia de una bala perdida, y la joven de 25 años que resultó herida también se han personado en la causa abierta por el juzgado de primera instancia e instrucción número 1 de Plasencia. Junto al atestado policial sobre lo ocurrido entre las doce y las doce y media de la madrugada del 30 de marzo y las declaraciones de los detenidos y varios testigos en sede judicial, la instrucción recoge también la grabación de las cámaras de la armería en la que se adquirieron 200 balas el día antes del tiroteo, fotografías con los impactos de bala en el Audi Q3 negro en el que los del clan de los Hilarios entraron en San Lázaro, que ahora está custodiado en dependencias policiales, fotografías de las cinco armas entregadas por el único detenido de etnia gitana con licencia para usarla y otras imágenes y vídeos en los que miembros del clan de los Loletes y otras personas aparecen portando escopetas y pistolas, o realizando numerosos disparos al aire, aunque sin licencia para ello.
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