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A. B. Hernández
Miércoles, 9 de abril 2025, 07:20
No quieren que lo ocurrido en la madrugada del 30 de marzo quede en el olvido. «Queremos que se haga justicia y que quienes son ... los culpables de la muerte de Camelia se pudran en la cárcel», asegura Iván Montaño, abuelo de la niña de dos años que falleció en el tiroteo de San Lázaro en el que se enfrentaron vecinos de este barrio de Plasencia con los Hilarios, de la barriada de Gabriel y Galán.
Aunque la instrucción del caso acaba de empezar y se encuentra en fase embrionaria, la familia de Camelia sostiene que el disparo que acabó con la vida de la niña salió de una de las armas que portaban los seis hombres encarcelados tras el trágico suceso que residen en San Lázaro. «Pero no de las armas entregadas», precisan, «la bala que mató a mi nieta no salió de ninguna de ellas», asegura el abuelo.
Se refiere a las cuatro escopetas y el subfusil de asalto que los encarcelados entregaron a la Policía Nacional, todas armas legales y propiedad del único de los seis detenidos del barrio que tiene licencia de armas. Según su abogado, además, «armas para uso deportivo» y motivo por el que ha recurrido el auto de prisión.
«La bala que mató a mi nieta es una de 19 milímetros parabellum, que le atravesó la cabeza, y que salió de una pistola Colt», detalla Iván Montaño, en referencia a las balas que se adquirieron un día antes del tiroteo.
Según su versión, los Hilarios acudieron a San Lázaro la madrugada del 30 de marzo «para entregar 15.000 euros a la familia con la que habían tenido una disputa en el club de alterne y así zanjar el conflicto». Como se ha informado, el pequeño de los Hilarios y sus amigos habían pegado el jueves anterior al miembro de la familia de San Lázaro que trabaja como portero en el club de alterne del Puerto de los Castaños. Lo hicieron porque no les dejó acceder al local con alcohol de la calle.
«Vinieron a pagar para zanjar el conflicto», mantiene Iván, «pero los 'Loletes' –como se conoce a esta familia de San Lázaro– querían sangre y nosotros lo hemos pagado con la muerte de mi niña».
Supuestamente, algunos de los tiros que se dispararon desde el inicio de la calle Calzada, donde se encuentran las viviendas de esta familia, llegaron hasta el final de la calle, donde está la casa en la que se refugiaba la pequeña con su madre. Algunos disparos atravesaron el cristal de la puerta y una de ellas causó su muerte.
El titular del juzgado número 1 de Plasencia, que instruye la causa abierta por estos hechos, ha determinado en base al atestado policial encarcelar a los seis detenidos del barrio y dejar en libertad provisional a los cinco del clan de los Hilarios, al considerar que no llevaban armas en el Audi negro con el que accedieron a San Lázaro esa noche y que, por tanto, no dispararon.
Los familiares de los encarcelados han abandonado el barrio, «han sido desterrados como así lo establece la ley gitana, pero tienen intención de volver», augura el abuelo de Camelia.
El incendio de dos de sus casas ha generado tensión entre ambas familias. «Nos culpan de los fuegos, pero no hemos sido nosotros, yo no tengo fuerzas para nada», dice Iván Montaño Fernández, hijo de Iván Montaño Jiménez y padre de la menor fallecida. «Además de acabar con la vida de hija, nos están amenazando de muerte».
Según cuenta, son familiares de los encarcelados que residen fuera de Extremadura los que estarían detrás de las amenazas. «Viven en Madrid y a través de las redes sociales y con llamadas telefónicas no están amenazando, a mí me dicen que me cuide las espaldas y que cuide de mi hijo pequeño». Por eso, añade el padre de Camelia, «tenemos miedo, pedimos protección y que la justicia actúe».
«El barrio está más tranquilo sin ellos, pero yo tengo que volver a la cárcel y me da miedo dejar a mi hijo solo», señala el abuelo de la niña, que este jueves debe regresar a prisión porque se cumplen los seis días de permiso que le han concedido por el fallecimiento de Camelia. «La justicia de los gitanos no me vale, solo me ha traído problemas, yo quiero la justicia de los tribunales para que los culpables paguen lo que han hecho», zanja el padre de la niña.
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