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Alzhéimer: cómo el ejercicio mejora el ánimo y ralentiza el deterioro cognitivo

El entrenador especializado en entrenamiento en personas mayores, Fernando Ávalos, explica cómo el ejercicio de fuerza, la empatía y la estimulación cognitiva pueden transformar la vida de personas con alzhéimer

Irene Toribio

Lunes, 7 de julio 2025

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¿Sabías que el ejercicio físico puede ser una herramienta clave para mejorar la calidad de vida en personas con Alzheimer, Parkinson u otras formas de demencia? Según expertos en entrenamiento neurológico y neurociencia, moverse no solo fortalece el cuerpo, sino que también puede retrasar el deterioro cognitivo, mejorar el estado de ánimo y reforzar la conexión emocional con el entorno. Fernando Ávalos, entrenador personal especializado en entrenamientos en la tercera edady con experiencia directa en el trabajo con personas con deterioro cognitivo, lo tiene claro: «El ejercicio físico ayuda a que la enfermedad no avance tan rápido, mejorando aspectos como la autopercepción, la confianza personal, el bienestar emocional y físico durante y tras el entrenamiento, la fuerza, el movimiento, las habilidades motoras, el aumento de masa muscular, creando nuevas conexiones neuronales, proporcionando un mejor descanso y hasta logrando un mejor humor».

La ciencia lo tiene claro: el entrenamiento retrasa el deterioro cognitivo

«Hay mucha base científica que respalda los beneficios y la mejora de las personas que padecen este tipo de enfermedad con el ejercicio y el entrenamiento como: mejora de la función cognitiva. Evidencia: Un metaanálisis publicado en JAMA Internal Medicine (2013) encontró que el ejercicio físico mejora la función cognitiva global en personas con deterioro cognitivo leve y demencia leve a moderada«, señala.

- Reducción del deterioro funcional. «El programa FINGER study (Finnish Geriatric Intervention Study to Prevent Cognitive Impairment and Disability) (Ngandu et al., Lancet, 2015) mostró que una intervención con ejercicio físico, nutrición y estimulación cognitiva ralentiza el deterioro cognitivo en personas mayores en riesgo», apunta Ávalos.

- Reducción del riesgo de caída. «Un estudio de 2020 en Age and Ageing concluyó que los programas de entrenamiento de fuerza y equilibrio reducen significativamente las caídas en personas con demencia cuando se adaptan correctamente», señala el experto.

- Mejora del estado de ánimo y reducción de síntomas conductuales. «El ejercicio regular se asocia con reducción de la apatía, la agitación, la ansiedad y la depresión en personas con Alzheimer, según la revisión sistemática de Cochrane Database (2015)», explica.

- Mejor calidad del sueño y de vida.

Fernando Ávalos entrenando junto a uno de sus pacientes CEDIDA

El movimiento y su influencia en la salud mental de los pacientes

«Mientras entrenan y hacen el ejercicio, y se comprometen con el proceso, se van sintiendo más capaces, vuelve a ellos la confianza en sus capacidades, su estado de ánimo cambia por completo de antes a después de cualquier sesión, les percibo más cariñosos, con más humor y más empoderados, sienten que todavía merece la pena luchar y esforzarse por tener una mejor calidad de vida, y sobre todo por ofrecerles una mejor calidad de vida a sus familiares y que los mismos no les perciban como una carga, ni les juzguen por no ser aquella persona que hace unos años eran y por el rol que tenían en su familia«, explica.

Entrenamiento recomendado para personas con demencia

«El entrenamiento más recomendado es el de fuerza, pero también el entrenamiento cardiovascular y de coordinación», comienza señalando Fernando, conocido en redes sociales como 'fertru_trainer', donde acumula más de 15.200 seguidores. «Existen diferencias en el enfoque entre el entrenamiento para personas con Alzhéimer y Parkinson. La principal es que en personas con Alzheimer se debería de trabajar más la parte empática y emocional-humana con el paciente, ya que durante la sesión tienes que recordarles como si fuera la primera vez cómo ejecutar cada ejercicio con buen humor y con cariño. Y en las personas con Párkinson el enfoque es más técnico, aunque por supuesto el factor emocional y empático también sea requerido durante la sesión«, señala.

Un entrenamiento así no está exento de riesgos, entre los que Fernando señala «que se puedan tropezar, caer, confundirte con otra persona, ponerse furiosos o agresivos, que los ejercicios seleccionados para la sesión no se ajusten a las capacidades del cliente y esto le pueda generar frustración y malestar general».

¿Cómo se adapta una rutina cuando hay deterioro cognitivo o motor?

Las adaptaciones se hacen teniendo en cuenta las capacidades de cada cliente, mandando ejercicios que sean posibles de realizar, progresivos en la dificultad y sostenibles en el tiempo.

¿Qué señales indican que hay que detener o modificar una sesión?

Algunas de las señales pueden ser: apatía y desgana total, depresión manifestada, incapacidad de la realización de algún ejercicio.

¿Qué papel juegan los familiares en la motivación y seguimiento del entrenamiento?

Lo ideal es que los familiares motiven y celebren cada progreso del cliente, le acompañen en el proceso animando a realizar todos los días algo de movimientos y los consiguientes ejercicios que deje el profesional en cuestión.

¿Recomiendas que participen también en las sesiones?

Normalmente es mejor que los familiares no estén presentes durante la sesión tanto para el profesional como para el cliente, aunque sí es importante que entiendan en qué fase se encuentra a través del feedback del entrenador, que sepa acompañar sin juzgar, ni meter una presión extra en la realización de los ejercicios que se dejan durante la semana.

Trabajar coordinación y memoria al mismo tiempo

Tal y como nos explica Fernando, esto puede lograrse a través de reglas nemotécnicas y estrategias neuroasociativas nuevas con antiguas. «Por ejemplo yo con mi cliente Luis, le hacía preguntas de la tabla periódica, le pedía que me resolviera cálculos rápidos mientras realizaba algún ejercicio de fuerza, coordinación… O también, cuando se le olvidaba por ejemplo mi nombre, al principio yo le hacía la señal de la corona en mi cabeza y él enseguida asociaba a la del Rey Fernando y recordaba mi nombre», explica.

Algunos de los ejercicios que mejoran sus capacidades:

«Con los ojos cerrados le tiro una pelota y cuando escuchen el bote tienen que abrir los ojos y cogerla antes de que dé el segundo bote con una mano», cuenta Ávalos. «O algún ejercicio con ojos cerrados en los que hay conos de colores y les pido que toquen lo más rápido posible con la mano o con el pie, mientras se los voy cambiando de posición para que implique más dificultad y mejoren su agilidad, su toma de decisiones, así como que agudicen sus sentidos y su Sistema Nervioso Central».

«Mi recomendación es que se haga entrenamiento de fuerza al menos 2-3 días a la semana con al menos 30 minutos por día, y que el resto de días se haga movimiento diario o actividad física suave (50%-60% intensidad) de al menos 1 hora en forma de paseo (si puede ser en un entorno natural mejor), natación, bici, elíptica«, dice contundente.

La duración de cada sesión efectiva en cuanto a ejercicio se refiere, variará mucho en función del nivel del paciente y su estado funcional, «pero en términos generales entre 40-50 minutos con personas que ya tengan algo de experiencia y rodaje (con sus respectivos descansos) pueden salir sesiones muy efectivas y eficientes».

Cómo se mide la mejora en este tipo de pacientes

Se mide a través de algunas pruebas como:

- Timed Up and Go (TUG): Desde una silla, la persona se levanta, camina 3 metros, gira, vuelve y se sienta. Indicador de mejora: Reducción del tiempo o más fluidez en el movimiento.

- Prueba de levantarse de la silla en 30 segundos: Indicador de mejora: Mayor número de repeticiones, menos fatiga.

- Test de agarre manual (Grip Strength): Indicador de mejora: Mayor fuerza o menor diferencia entre ambas manos

- Balance con apoyo disminuido: Se cronometra cuánto aguanta en cada posición.

- Velocidad de la marcha (gait speed): Indicador de mejora: Reducción del tiempo o mayor confianza al caminar.

Por supuesto las mejoras cualitativas a la hora de moverse, realizar ciertas acciones cotidianas con más soltura y confianza, menos necesidad de ayuda, estado anímico…

A Fernando, trabajar con personas con deterioro cognitivo le ha enseñado a sentirse afortunado. «Siempre que estoy con cualquier persona que sufre esta enfermedad pienso en el agradecimiento que deberíamos sentir los que estamos libres de este tipo de enfermedades», comienza reflexionando. «Aprendo y trato de ejecutar una empatía muy grande hacia ellos, dejando la pena a un lado porque no creo en que haya que tratar a nadie como una víctima sino como a una persona, con humanidad y con mucho amor, eso sí«, añade.

«A fin de cuentas, hay algo que estas enfermedades nunca te podrán robar y es la forma en la que hayas vivido tu vida, lo que le hayas dado al mundo y a tus seres queridos, los momentos de alegría, de felicidad y amor. Aprendo que aunque a veces las palabras no salgan, hay un lenguaje a través de los sentidos y a interpretarlo a través de miradas, de sonrisas, de la forma en la que me cogen la mano«, termina diciendo.

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