Cierra Casa Cristino, la tienda de electrodomésticos de Salvatierra durante cuarenta años
Cristino Vacas llegó con 24 años para ganarse la vida procedente de Fuente del Maestre; un poco más tarde lo hizo Juani Zambrano, su mujer
Echa el cierre de Casa Cristino, la tienda de electrodomésticos, nuevos y para reparar, a la que han acudido regularmente los salvaterreños en las últimas cuatro décadas. Cristino Vacas y su mujer, Juani Zambrano, se jubilan. Deja su negocio, que ocupaba algo más de 260 metros cuadrado, en la calle Don Lope, 4 de Salvatierra de los Barros. Su último día de trabajo fue el 12 de septiembre. La jubilación efectiva le llegó el 14.
Clientes y otros titulares de negocio de esa calle despidieron con efusividad a Cristino y a Juani. Los dos son oriundos de Fuente del Maestre. Llegaron a Salvatierra cuando el primero contaba con 24 años. Su mujer llegó después, cuando se casaron. Cristino se instaló en Salvatierra en la calle Santísimo Cristo para ganarse la vida. «Me encantaba arreglar radios, planchas, tostadoras y a partir de ahí fue creciendo mi trabajo y mis pedidos. Me jubilo muy agradecido al pueblo», indica a HOY.
Recuerda Cristino que llegó muy joven a Salvatierra gracias a un conocido de su pueblo, Pecero, que tenía un local de repuestos mecánicos en Salvatierra. «Me gustaba mucho el asunto de los electrodomésticos desde joven. No había estudiado pero sí aprendí mucho. En Fuente del Maestre había mucha competencia y Pecero me dijo que en Salvatierra había un local para instalarme. Y me vine», cuenta.
En los primeros seis meses de trabajo en la localidad de la Sierra Suroeste, Cristino Vacas iba y venía de La Fuente a Salvatierra. Luego arrendó una vivienda, se casó y el matrimonio con Juani, con la que ha tenido dos hijos y dos nietos hasta ahora, se hizo salvaterreño de facto. La tienda empezó a crecer y se instalaron en la calle Don Lope. Y no solo trabajaban en su establecimiento con electrodomésticos sino con muebles del hogar, decoración y artículos de regalo.
Cuando se le pregunta si está aliviado o en cierta manera triste por dejar de trabajar se inclina por lo primero. «Estoy más aliviado porque ya no tengo que estar mirando al reloj y cumplir con un horario de apertura diario ni tener que pensar en estar en la tienda después de 40 años de trabajo. Ahora disfruto mucho en el campo que tenemos. En realidad, todavía no noto mucho lo de estar jubilado», señala a este diario.
Con el cierre de esta tienda, Salvatierra ya no tiene un negocio similar. Otro negocio que se cierra y se pierde. A principios de año, en la misma calle, la panadería de Manuel Guillén también se despidió por jubilación de su titular y el pueblo ha perdido un panadero-confitero tras 53 años de trabajo y representante de una familia panadera que acumulaba cuatro generaciones.
«Tengo el local en arriendo o en venta y se lo he dicho a gente joven que le gusta la electrónica pero nadie ha dicho sigo con el negocio. A la gente joven estas cosas parece que no les atrae...Además, la venta por Internet, tras la pandemia, se ha disparado y cada vez es más difícil mantener un negocio como este y más en un pueblo», relata Cristino Vacas.
Reflexiona que cuando se cierra una tienda en un pueblo pequeño se pierde más que la tienda en sí mismo. Y que es más difícil reabrir. Cristino y Juani son miembros de la asociación cultural Amigos de Salvatierra y colaboran activamente en sus actos.