Salvatierra de los Barros
Manolo Guillén, panadero de cuarta generación, se jubila tras 53 años de trabajoEmpezó a trabajar con su padre a los 12 años; la localidad salvaterreña se queda sin una de las panaderías más antiguas
«Estoy más triste que otra cosa pero ya he cumplido la edad de jubilación y, aunque quisiera seguir, una enfermedad en los huesos me ... hace tener que dejar el trabajo». A sus 65 años, Manuel Guillén Besa, panadero de cuarta generación en Salvatierra de los Barros, se retira y con ello la localidad de la Sierra Suroeste pierde a una de sus más reconocidas panaderías-dulcerías.
Deja el negocio familiar en el que empezó a trabajar a los 12 años, con su padre, Jesús Guillén Brinquete. Con su madre, Manuela Besa Vega, compartió también muchas horas entre fogones de leña de encina antes de que empezara, siendo niño, a repartir pan en burro por las calles del pueblo.
Un reparto domiciliario que se prohibió décadas después pero que ahora se ha recuperado en los pueblos de la región a través de furgonetas.
«Dejé la escuela para trabajar. Era lo que tocaba entonces», rememora Manolo Guillén. El viernes pasado, víspera de Reyes Magos, echó el cerrojo definitivo a la tienda en la que vendía cada día pan y deliciosos dulces caseros situada en la céntrica calle Don Lope, que, salvando las distancias, viene a ser como la calle Menacho o la de Santa Eulalia, en Badajoz y Mérida, respectivamente, por ser el epicentro de locales comerciales en Salvatierra.
En ese lugar ha estado despachando Manolo Guillén en los últimos 30 años de su vida, mientras, a la vez, su mujer seguía atendiendo el despacho familiar situado en la calle La Parra.
El último día de su vida laboral, los comerciantes de la calle Don Lope le dieron una sorpresa y brindaron con él por su trayectoria con una copita de cava extremeño. Una despedida menos amarga y un pequeño reconocimiento, con foto para el recuerdo incluida. «No me lo esperaba. Ha sido un detalle por parte de mis compañeros de tiendas. Estoy muy agradecido».
Manolo Guillén Besa tiene tres nietos y ninguno de sus hijos seguirá con la panadería-dulcería, que desde hace unos meses está en venta para ser adquirida por quien lo desee.
«Han venido a preguntar tres o cuatro personas por el negocio pero de momento no ha habido nada. Me gustaría que siguiera abierta la panadería», reseña el salvaterreño.
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