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MARTA PÉREZ GUILLÉN
Domingo, 29 de noviembre 2015, 09:05
«No vamos a participar en la renovación del Voto de la Inmaculada». Con esta declaración, Antonio Rodríguez Osuna, se salta una tradición centenaria que desde el siglo XVII se venía celebrando en la capital autonómica. El alcalde destaca que se trata de un acto que ya carece de sentido y que no resulta necesario seguir celebrando. «Los políticos deben dejar que sean la Iglesia y la sociedad civil los protagonistas de este tipo de celebraciones», afirma y además añade que el Consistorio debe quedarse al margen para mantener una posición de laicidad.
En concreto, este acto se repetía cada 8 de diciembre desde 1620 en el Convento de las Concepcionistas para renovar el Voto de la Inmaculada. Como gesto singular, los alcaldes de Mérida hacían entrega de su vara de mando, símbolo del poder político, a la madre superiora. La renovación seguía celebrándose incluso después de que en 2009 las monjas se fueran de la ciudad, en la concatedral de Santa María y haciendo honor a la labor de las Hermanas en la ciudad.
Ahora, Osuna se niega a participar en la tradición centenaria emeritense y decide no involucrarse en este tipo de actos, como tampoco lo hará en las procesiones que no sea estrictamente necesaria la presencia de responsabilidades políticas. O al menos, no en consideración de primer edil. «Ya he solicitado una relación a la Junta de Cofradías de las procesiones que tienen que contar el respaldo institucional», indica. Y además aclara, que eso no quita que si los concejales o él mismo quisiera formar parte de alguna procesión pueda acudir por su interés personal.
Reacción de los cronistas
La decisión del alcalde, no ha sido del todo bien acogida por diferentes colectivos que arropan este tipo de actos. Entre ellos, Los Cronistas Oficiales de la ciudad. Fernando Delgado, periodista reconocido y parte de esta entidad indica que se trata de una celebración de la capital autonómioca, que se desarrolla desde hace siglos y como tal, debería respetarla. «Me parece una auténtica barbaridad», afirma Delgado.
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