Fernández Vara, de delfín de Ibarra a hombre de Estado: 30 años de gestión pública
El político oliventino inició su trayectoria como gestor en el ámbito de la salud y los servicios sociales hasta convertirse en una de las voces más respetadas en el ámbito nacional
A Guillermo Fernández Vara no era extraño verlo hablando con los jubilados que se reunían en la calle San Salvador de Mérida en torno a una tienda de revistas y prensa. Lo hacía sobre todo en la legislatura que le correspondió estar en la oposición, entre 2011 y 2015, y le gustaba que se lo recordaran como muestra de lo que, para él, debía ser la esencia de un político: alguien que escucha a los ciudadanos en la calle. O en los últimos tiempos también a través del móvil: se vanagloriaba de estar en 50 grupos de whatsapp.
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Aunque es probable que la vocación estuviera desde siempre en él, el paso a la vida política y la gestión pública (antes había colaborado con Cruz Roja, mientras ejercía como médico forense en casos tan sonados como el de Puerto Hurraco, y también había formado parte de órganos docentes y profesionales: siempre una mirada colectiva) no lo dio sin embargo hasta tener cumplidos los 37 años, cuando se produjo una coincidencia en su vida: la relación de vecindad con Juan Carlos Rodríguez Ibarra en la pedanía oliventina de Santo Domingo de Guzmán. Años más tarde, cuando el primer presidente de la Junta de Extremadura sufrió una grave indisposición en Madrid, sería a él a quien llamaría para solicitarle ayuda médica.
Ibarra, a quien relevaría en el año 2007 al frente del gobierno autonómico y un año más tarde como líder del PSOE extremeño, le fichó para su gobierno en 1995, pero primero le encargó tareas de director general, de Salud Pública y Consumo, para que se fogueara en la tarea política.
La inesperada salida de María Emilia Manzano, sin embargo, precipitó su nombramiento al frente de la Consejería de Bienestar Social pocos meses después de su llegada. Corría el año 1996.
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A partir de 1999 completaría dos legislaturas como titular de la Consejería de Sanidad, lo que le convirtió en uno de los consejeros más populares entre los extremeños, sobre todo tras asumir Extremadura las competencias en esta materia, una de las dos principales de la comunidad autónoma junto a educación. De las largas negociaciones que hubo que mantener con el Insalud para ejecutar el traspaso le venía su relación con Alberto Núñez Feijóo, entonces presidente del citado organismo, cultivada en los años siguientes cuando ambos coincidieron como presidentes autonómicos y más fría en los últimos años, desde que el político gallego se trasladara a Madrid para liderar el PP.
A comienzos de los años 2000 ya había pocas dudas de que Guillermo Fernández Vara era el miembro del PSOE más destacado para sustituir a Rodríguez Ibarra, un cambio que daba vértigo a muchos militantes de la izquierda extremeña por la personalidad política desplegada por el anterior barón socialista (un perfil en realidad muy alejado al suyo, de formas más moderadas), pero cuya transición se saldó con una amplia mayoría absoluta en la primera comparecencia de Vara como cartel electoral en la legislatura 2007-2011. Después del PSOE, los extremeños también le habían dado su aval para llevar las riendas de una región que por fin contaba con las dotaciones básicas, pero que aún debía estrechar la brecha con el resto del país.
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Hasta los 37 años no dio el paso a la política y la gestión pública, primero como director general y enseguida como consejero
Con todo, el político oliventino aún arrastraba las suspicacias de haberse afiliado de joven a las Nuevas Generaciones del PP (Alianza Popular entonces), aunque nunca llegara a desarrollar una actividad política. Su tendencia en ocasiones al centro político y su alergia a la polarización fue vista dentro de sus propias filas socialistas como falta de colmillo político y resultó una de las críticas que le acompañaría más a menudo a lo largo de su trayectoria, ese exceso de moderación en algunos momentos. Aunque sin poner en peligro de forma real su liderazgo en la región, en 2017 tuvo que someterse a unas primarias, que ganó en primera vuelta.
Con su abuelo fiscal y su padre magistrado del Tribunal Supremo, Fernández Vara se crió y educó (alumno de los jesuitas en Villafranca de los Barros) en un entorno familiar acomodado más proclive a pertenecer a ideas políticas conservadoras, pero siempre habitó en él su defensa de los servicios públicos y una profunda conciencia colectiva para desplegar políticas sociales.
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Su visión moderada de la confrontación política y su talante conciliador le llevaron en los últimos años, como contrapeso a la creciente crispación política, a ser una de las voces más respetadas del panorama nacional, del que le gustaba participar de modo activo aunque rechazara en dos ocasiones sentarse en el Consejo de Ministros.
Tras su salida de la Presidencia de la Junta, Fernández Vara ocupaba la vicepresidencia segunda del Senado desde donde respaldó públicamente a Pedro Sánchez en el diálogo con nacionalistas para contribuir a la normalización de Cataluña, dejando atrás las tensiones que le llevaron a apoyar la salida en 2016 del actual presidente del Gobierno de la secretaria general del PSOE.
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Con anterioridad, se había convertido en el primer líder del PSOE extremeño que debía hacer política desde la oposición, un escenario inédito para su partido en la etapa autonómica iniciada en 1983. En mayo de 2011, en plena crisis económica, y con José Luis Rodríguez Zapatero todavía en la Moncloa, Vara perdía las elecciones ante el Partido Popular. IU decidió apoyar entonces a la lista más votada y dejar gobernar a José Antonio Monago.
Le gustaba participar de la política nacional, aunque rechazara en dos ocasiones sentarse en el Consejo de Ministros
Contra todo pronóstico en aquel momento, cuatro años más tarde el expresidente socialista conseguiría vencer de nuevo en las elecciones autonómicas y abrir un mandato seguido de dos legislaturas, entre 2015 (en la que fue capaz de sacar adelante los presupuestos regionales unos años con el PP y otros con Podemos) y 2023, esta con mayoría absoluta.
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Para entonces, ya había roto el hilo político que aún le mantenía indefectiblemente unido a Rodríguez Ibarra, al que siempre profesó públicamente su admiración por su labor política, al igual que a otros dirigentes de su partido como Alfredo Pérez Rubalcaba, con quien solía compartir la visión política de España.
Durante sus diferentes mandatos, Fernández Vara siguió siempre muy pendiente de avanzar en aspectos como la igualdad de oportunidades o la gestión del gasto sanitario, dos de sus obsesiones aunque fuera el paro en general el problema que reconocía que más le preocupaba en la gestión diaria, pero en su última legislatura, entre 2019 y 2023, se esforzó sobre todo en impulsar la industria verde en Extremadura y optimizar los abundantes recursos naturales de la región de acuerdo a las nuevas demandas económicas y tecnológicas. Una visión de futuro que trascendía el día a día y que no siempre fue comprendida por una ciudadanía que sufría con demasiada frecuencia el mal funcionamiento del ferrocarril, o padecía también la falta de oportunidades para los jóvenes y las consecuencias de la pandemia en el funcionamiento de la sanidad, entre otros asuntos más acuciantes y a pie de calle.
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Tras su victoria por mayoría absoluta de 2019, el exjefe del ejecutivo regional promovió la supresión de la limitación de mandatos para presidir la Junta (algo que dijo que no tenía previsto hacer), medida aprobada en 2014 con el gobierno del PP y en la que el PSOE se abstuvo en su día. Con esa eliminación, Vara dejaba ver así su clara voluntad de mantenerse activo en política para materializar los proyectos industriales en marcha. Su estado de salud y su agenda de presidente no hacía presagiar entonces en ningún caso el rápido deterioro sufrido desde 2023.
Tras vencer de nuevo en su quinta convocatoria electoral, en mayo de 2023, Fernández Vara abandonó en cualquier caso la Asamblea de Extremadura en 2024, un año después de haber tenido que dejar la Presidencia de la Junta ante la coalición de gobierno formada por PP y Vox. Se mantuvo como senador autonómico y facilitó, sin designar sucesor ni expresar apoyo público a nadie, una transición tranquila en el PSOE extremeño, aunque sin renunciar a cargos federales en Ferraz.
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Su voz moderada seguía siendo escuchada tanto en las filas socialistas como en el ámbito político español que hoy lamenta de forma unánime su desaparición.
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