Jacinto Guisado
«Disparé sin problema al enemigo, pero nunca a los niños que utilizaban»Batalla de Nayaf ·
Veinte años después, el comandante extremeño recuerda cada minuto del combate más sangriento del Ejército español en las últimas décadas«Vi a un hombre que tenía un lanzagranadas caer de un tejado porque mi compañero le disparó. Pero en la sucesión de situaciones de ... combate, cuando estoy pegando tiros a un sitio y a otro, no te da tiempo a pensar en si corres peligro o no. Lo vertiginoso del momento te impide pensar esas cosas», narraba esta semana el emeritense Jacinto Guisado Sánchez, uno de los militares que hace veinte años, en Irak, consiguió repeler con sus hombres primero a una turba de insurgentes armados que querían asaltar una base occidental en Nayaf. Minutos después, al mando de una sección de 28 hombres repartidos en cuatro vehículos, salió a rescatar a 78 salvadoreños y 30 iraquíes aliados que estaban prácticamente rodeados a un kilómetro del cuartel.
Cuando España tenía tropas en Irak en 2004, justo un mes antes de que el recién llegado Gobierno socialista de Zapatero las retirara, en la Base España de Diwaniya había un tensión continua. «Se escuchaban disparos con mortero a diario y la luz se iba a las ocho de la tarde», recuerda Guisado. Por contra, la base Al Andalus, en Nayaf, ciudad santa chií y a una hora de viaje de la anterior, era conocida como 'El balneario'. «Allí solo hacíamos guardias y prácticamente íbamos a descansar», añade. Pero de repente, un 4 de abril de 2004, aquello se convirtió en un infierno que presenció un nutrido grupo de extremeños.
Un estadounidense muerto por el disparo de un francotirador desde un hospital cercano a la base Al Andalus fue el aviso de que aquella manifestación, convocada el día antes por la esposa de un líder radical detenido por los americanos, iba más allá de una protesta que clamaba por su liberación. «Teníamos enfrente a unas dos mil personas que exigían que les devolviéramos a su líder. Pensaban que Muqtada al-Sadr estaba en nuestra base, pero no era así», rememora el comandante Guisado sobre aquel domingo cuando, justo antes del mediodía, comenzaron a ser atacados desde el exterior con fusiles, ametralladoras y lanzagranadas.
En los días posteriores apenas trascendió la noticia. El gobierno estaba cambiando en España, no había transcurrido ni un mes desde los atentados del 11M en Madrid y la guerra de Irak tenía muy mala prensa.
Pero a estas alturas se habla de que lo ocurrido en Nayaf fue la batalla más violenta a la que se ha enfrentado el ejército español en los últimos 70 años. Además de crónicas desde muchos puntos de vista, ya hay novelas recreando aquellos hechos y la pandemia dejó en el aire una película en la que el comandante extremeño Guisado fue requerido por los productores como asesor militar en 2018. Dice que no descarta que algún día se ruede esa batalla porque hay material bélico de sobra.
Se alistó con 19 años
Parte de la Brigada Extremadura XI, con sede en el cuartel General Menacho de Badajoz, comenzó el año 2004 en Irak. La de Nayaf es una base de la policía militar americana que tenía entonces unos 200 hombres (cinco veces menos que la de Diwaniya) entre estadounidenses, salvadoreños y españoles. Estos eran unos 40 y se encargaban de la seguridad del recinto que casi fue asaltado aquel 4 de abril.
Guisado ingresó en el ejército en 1991 cuando tenía 19 años, pero fue en Nayaf, como alférez y por tanto con capacidad de mando, cuando le llegó el momento más relevante de su carrera. Tenía 33 años y un hijo y antes había ido únicamente a Bosnia en misión internacional. Solo su visión de una Sarajevo tiroteada en 1994, cuando no podían disparar por ser Cascos Azules, le impactó tanto y lo tuvo en un nivel máximo de alerta, como luego en Nayaf, a la que él se refiere como An Najaf.
Ya es comandante y, a sus 53 años, ha viajado a once misiones, la última vez a Letonia en 2021. Pero de la que recuerda prácticamente cada metro de terreno, cada orden que dio y cada cara de sus compañeros es la misión que acabó en aquella batalla de Nayaf el 4 de abril de 2004, una fecha y un lugar que tiene tatuados en árabe en su bíceps izquierdo.
«Había unos dosmil iraquíes»
«Me fui a Irak el 11 de diciembre. Llevaba allí tres meses y una semana y quedaban unos quince días para que acabara la rotación y volver a casa. Cuando empezó todo yo estaba dormido porque había hecho una vigilancia la noche antes y habíamos recolocado la caballería». Porque en realidad fue la víspera cuando empezó la demostración de fuerza de los españoles aprovechando que por un cambio de relevo había el doble de vehículos armados. En primera línea colocaron los blindados VEC, con una potencia de fuego de 25 milímetros.
Pese a esa imagen disuasoria y los registros previos que hicieron en los que hallaron todo tipo de armas entre los iraquíes descontentos por la detención reciente de su líder, al día siguiente los manifestantes volvieron en mayor número e intentaron asaltar la base. «Habría unos dos mil iraquíes allí cuando salí de mi dormitorio y vi replegarse una unidad salvadoreña que volvía de trabajar y estaba intentando entrar en la base. Al final se tuvieron que refugiar en una antigua cárcel que se usaba de centro de instrucción cuando empezaron a dispararnos. Lo que mejor nos vino eran los vehículos de caballería para parar en un primer momento el intento de asalto, en el que ellos tenían más eficacia con los fusiles por su posición, pero sus disparos nos pasaban por encima de las cabezas», relata haciendo el gesto.
Con todo, cuenta el comandante Guisado que nunca pensaron que podían perder. «No hubo en ningún momento la sensación de que pudiesen entrar en la base. No consiguieron ni acercarse a la valla, que nos vino muy bien para repeler la acción de los lanzagranadas enemigos».
«Cuando empezó todo yo estaba dormido y me quedaban quince días para volver a casa»
Comandante Jacinto Guisado
Participó en la Batalla de Nayaf
El problema es que un francotirador que estaba en un hospital cercano mató a un estadounidense que había en el tejado de la base y tuvieron que controlar también ese flanco, además del frente y un costado de la base Al Andalus. «Todo duró ocho horas, pero a máxima intensidad transcurrieron unas tres o cuatro horas, aunque a mí se me pasó todo rapidísimo».
Una vez repelido el ataque tocaba ir a por los salvadoreños e iraquíes, atrincherados mientras la tensión crecía alrededor. «Éramos 28 hombres repartidos en cuatro vehículos. En el mío, el del jefe de sección, estábamos el conductor, el tirador, un soldado de seguridad y yo. Pero las ametralladoras del BMR fallaron e íbamos por fuera del vehículo disparando. No nos vieron abandonar la base al Andalus porque salimos por detrás, recorrimos unos dos kilómetros y los sorprendimos a sus espaldas cuando estaban intentando hacer daño a los salvadoreños. Cuando llegamos con nuestros cuatro vehículos había dos muertos y varios heridos. La cosa pintaba mal. Estaba rodeada la cárcel por edificios y el muro era fácilmente asaltable. Dentro de la cárcel había 78 salvadoreños, me acuerdo de todos ellos, y unos 30 iraquíes».
Se encontraron con un cadáver y varios heridos y en dos viajes resolvieron una misión de la que, veinte años después, aún se habla en los cuarteles del Ejército español y, por supuesto, entre los salvadoreños allí destinados. En España se sigue analizando todo lo sucedido desde el punto de vista de la formación, lo que incluye vídeos y fotografías de la zona para completar el relato del comandante Guisado sobre cómo actuar, en este caso en un combate de larga duración en zona urbanizada.
Entrenamiento
Por un lado, como militar Jacinto Guisado está orgulloso de haber participado porque al fin consiguió poner en práctica todo para lo que había sido entrenado años atrás. Sabe que aquel día mató a más de un enemigo iraquí sin temblarle su fusil HK. Solo dudó –reconoce– cuando en su visor aparecían niños que eran usados para transportar munición. Aun sabiendo que podían hacer fuego contra él, disparaba delante al suelo. «Era capaz de disparar a un hombre sin problema ninguno. Pero fui incapaz en ese momento, incluso en ese momento, –subraya– de dispararle a los niños. Esa fue la única excepción».
Como oficial militar reconoce que hay un antes y un después de aquella batalla. «No solo para mí, sino para la Brigada. Me refiero a la forma de prepararte para las misiones. Cambias mucho cuando ves que te pasan este tipo de cosas y yo he pasado a preparar a mi gente de una manera bastante más exigente que cuando era sargento», cuenta el comandante Hidalgo, que solo contó a su familia lo ocurrido en detalle cuando llegó a casa, ya en Extremadura. Y es que a sus allegados les salió de ojo cuando a los pocos días le impusieron, junto a cinco compañeros más, la Cruz al Mérito Militar con Distintivo Rojo tras una jornada épica que se saldó con tres bajas (un estadounidense, un aliado iraquí y un salvadoreño) en su bando y entre 200 y 300 en el lado contrario.
A toda su sección, en algunos casos tras pleitear en los tribunales, les fue reconocida otro tipo de distinción, la de 'valor acreditado', de lo cual está incluso más orgulloso el comandante Guisado. Según dice ahora, la principal enseñanza que obtuvo aquel 4 de julio de 2004, «es la confianza ciega en mi gente, que me ha salvado a mí la vida porque han hecho lo que ellos sabían que tenían que hacer en cada momento, lo tenían grabado a fuego, y por eso yo no me tenía que preocupar».
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