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Desde mi cajón

CARTAPACIO DE PREGONERO ·

JULIO SAAVEDRA GUTIÉRREZ

Sábado, 28 de marzo 2020, 11:01

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EXISTE en Londres un parque con una zona conocida como –lo pondré en castellano por eso de preservar nuestro idioma– 'El rincón del orador'. Muchos tenemos la imagen de alguien subido en un cajón y soltando su soflama, mayoritariamente de cuestiones políticas.

Algo parecido, o tal es mi idea, nos ocurre a quienes, desde nuestro cajón público en prensa, tenemos ese privilegio, e incluso alguno, como yo, la desfachatez de soltaros nuestras peroratas.

Días atrás leía, a quien ya lleva algún tiempo haciéndolo, y hacía público como algunos lectores le conminaban a que sus columnas trataran aquellos problemas de actualidad que nos acucian a todos; pues no, nosotros también tenemos otra vida que es realmente la que nos llena: familia, amigos, aficiones...; y cuando vertemos nuestro parecer sobre cuestiones más generales solo lo hacemos bajo nuestro prisma y con el riesgo de no seducir a todos, e incluso en muchos casos sin un conocimiento profesional sobre el asunto, y sí con un carácter más personal.

Cómo voy yo a atreverme a publicar algo sobre esto que nos tiene a la mayoría en un recogimiento total, tal cual monje Jerónimo; bastante tengo con cumplir lo decretado o criticar o no la labor de quienes tienen que tomar las decisiones políticas al trote de lo que le van previniendo los técnicos en la materia.

Pero seguro que todos hemos adquirido en estos días algo novedoso que antes nos pasaba desapercibido, e incluso que no estaba en nuestras rutinas.

Yo soy de no utilizar mucho el teléfono porque entiendo que lo mejor que puede pasar es que este suene solo para darle un deleite al cuerpo o buscar buenos momentos; pero en estos días sí que comunico con familiares y amigos para interesarme sobre su salud y su situación.

Así, he aprendido a hacer videollamadas para ver a mis hijos y a mis nietos, la necesidad obliga; se me han multiplicado, como a todos, los mensajes por las redes sociales, unos más acertados y otros para no ser ni tenido en cuenta; he adquirido hábitos nuevos por aquello de tener activa esa parte del cerebro que para tal sirve, y que no pongo el nombre porque no lo sé...

Pero ha habido dos momentos que sí que me han hecho valorar el alcance del momento que vivimos.

En estos días un amigo de la infancia, Ramón, con el que mayoritariamente el contacto es personal en el pueblo cuando nos vemos, y alguna que otra llamada por motivos ineludible, pero que el aprecio es infinito, ya no solo en lo personal, también en lo familiar, me llamó para interesarse como estábamos y de paso echamos un agradable rato, me encantó. Otra cosa que no esperaba es que otros amigos, algo más de la adolescencia y juventud, hiciéramos una videollamada, con nuestras respectivas, y así suplir el contacto del que tanto disfrutamos cuando lo hacemos.

Desde mi cajón digo: tendremos que valorar lo que hemos aprendido, unas cosas para no volver a repetirlas y otras, a lo mejor, para ponerlas en valor.

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