Que cocine Pepe, una tapería necesaria para Cáceres
Este local de la plaza Marrón ofrece una carta variada de cocina actual en un ambiente desenfadado y lleno de detalles, apto para todos los bolsillos
frida carrot
Viernes, 17 de febrero 2023, 09:50
El local ya predispone a estar a gusto y sería decepcionante que la comida no estuviera a la altura, pero nada más lejos. Ambiente y carta se complementan en este espacio desenfadado, con cierto aire retro, decoración personal y unos platillos ligeros de elaboraciones actuales con sus guiños a la tierra.
Que cocine Pepe hace honor al nombre de su dueño, Jose, vinculado a la hostelería con Manuel, dirigiendo también en Pizarro el Pequeño Gin y Mandiles Gin, decorados igualmente con un gusto exquisito.
Esta coqueta tapería se suma a los modernos establecimientos que pivotan en torno al Helga, en la plaza Marrón, en su caso, haciendo esquina con Diego María Crehuet. Un rincón con encanto que se ha ganado su sitio en una de las calles menos agraciadas de Cáceres.
Paredes vestidas con espejos vintage y platos de cerámica, zócalo y molduras, lámparas doradas y un sinfín de detalles confieren carácter a la sala. Me gusta la distribución de mesas altas (más informales, algo que casi siempre echo en falta) y bajas. Un coqueto comedor con bajoplatos de fibras para una velada romántica, con amigos o en plan familiar, ya que el local recibe a una clientela muy heterogénea y nada encasillada.
La carta es atractiva, y asequible en cuanto a precio, unos 25 euros por persona con dos bebidas cada una, y tres platos y postre a compartir. Entre sus especialidades: salmorejo (7), patatera a la dorada (9), humus de remolacha (9), carpaccio de pez espada (12), risotto de setas (13), bacalao gratinado con guiso de ibérico (11), pulpo con parmentier de coco (13,50), carrilleras de ibérico (11) o carpaccio de presa ibérica con vinagreta de naranja (12).
Se agradece la cremita de calabaza por cortesía de la casa para abrir boca. Francamente buena, aunque un pelín fría para quienes preferimos que la comida peque de caliente. Optamos por probar la patatera a la dorada, que no faltó en ninguna mesa. Muy jugoso este revuelto de huevo, patatas paja y el famoso embutido local, que resultó suave y nada indigesto. Seguro que repetimos.
Nos sirvieron después la patita de pulpo con parmentier de coco y vinagreta de alga wakame. El pulpo está por las nubes y el plato es escaso, pero es un bocado armónico de sabor, en el que no desentona el dulzor del coco.
Terminamos con el carpaccio de presa ibérica, que suele ser una apuesta segura y así fue, aunque yo lo habría rociado con un poquito más de aceite del bueno. De postre pedimos la mousse de limón, correcta.
Respecto de la oferta de vino, tiran de básicos sin complicarse la vida. Estamos lejos todavía en Cáceres de locales con referencias de varias D.O. y uvas. En tintos, de Ribera del Guadiana, Viña Puebla, y del Duero, Prado Rey, entre otros. Y en blancos, los de gusto popular, como un verdejo Rueda, Yllera, y semidulces de la tierra.
Nos despidieron con un par de chupitos servidos en unas diminutas copas talladas, y con la cuenta en un pequeño conejito de cristal. Muy cuquis, como el local en su conjunto.
El servicio se desenvuelve con agrado y no agobia. Además, un relajante hilo musical crea una atmósfera especial, sin ruidos estridentes por parte del cliente. Un local recomendable y necesario en Cáceres por su acertado mix culinario, su cuidada estética y su idoneidad para todos los bolsillos y públicos.
