Toros | Feria de San Isidro
Un toro soberbio de Santiago Domecq, a hombros Fernando AdriánLa mejor corrida de la feria. Seria, brava, temperamental. Un quinto de bandera. Gran espectáculo. Resuelto y firme Adrián, valentísimo Saldívar, templado Lorenzo
Barquerito (Colpisa)
Miércoles, 31 de mayo 2023, 22:43
Por seriedad, variedad, prontitud, fijeza, movilidad y temperamento, y hasta por la manera de resistirse a doblar y morir, por todo a la vez y ... en distinto grado -no hubo dos toros iguales ni siquiera parecidos-, la corrida de Santiago Domecq, sin ser de particular nota en el caballo, fue la corrida de la feria.
De los seis toros en liza, el quinto, candidato singular a toro de la feria, fue un verdadero prodigio. Desde la primera embestida a la última, y fueron unas cuantas, tres docenas y alguna más, seguidas, siempre por abajo, todo lo hizo el toro con un ritmo sostenido fuera de la común. Con el toro se entregó Fernando Adrián en una faena firme, de claras ideas y rotunda resolución, que tuvo un inicio de impacto -de rodillas, un cambio por la espalda tras dos por alto y naturales sin ponerse en la vertical- y un final de peculiar inspiración, enroscándose el toro a cámara lenta justo antes de buscar y encontrar la igualdad. Entre principio y remate, dos tandas abundantes por las dos manos, en los medios, en distintas distancias, ligadas y airosas, bien abrochadas, encendieron y casi embalaron a la gente.
Ficha del festejo
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19 ª de abono de la Feria de San Isidro. Primaveral. 18.071 almas. Dos horas y cuarto de función.
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Ganadería Seis toros de Santiago Domecq. Vuelta en el arrastre para el quinto, Contento, 599 kilos.
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Terna Arturo Saldívar, ovación y silencio tras aviso. Fernando Adrián, una oreja en cada toro. A hombros por la puerta grande. Álvaro Lorenzo, silencio tras aviso y vuelta tras aviso. Alberto Sandoval picó con mesura y acierto al quinto. Curro Javier y Raúl Ruiz prendieron notables pares a tercero y sexto, y saludaron.
De la fiebre colectiva fue cómplice visible el toro. Los óles de compañía, como sucede en estos casos, iban, conscientemente o no, tanto por las embestidas del toro como por la ciencia del torero, si no más. La muerte lenta del toro sin amago siquiera de meterse de rayas adentro fue memorable por la forma de aguantar en pie con la espada entera por el hoyo de las agujas. No se había visto en años una petición tan clamorosa de vuelta al ruedo para un toro en el arrastre. Ni una vuelta tan aclamada.
Una de las dos orejas, en manos de Adrián, que antes de enterrar una estocada a morir -se quedó en la cara, salió revolcado, sin la muleta, ileso- había cobrado un metisaca. La lenta agonía del toro tuvo de fondo un coro cerrado y creciente de aplausos. El propio Fernando aplaudió sin teatro, espontáneamente. Cuando el toro rodó a plomo, se vino abajo la plaza.
Los cuatro toros primeros habían sido aplaudidos en el arrastre, lo que subrayaba notas comunes a todos ellos: el temperamento, la agilidad, la viveza. Este quinto fue el único de la corrida ajeno a esas tres leyes no únicas de la bravura. Sólo que en nobleza fue un toro único. Se llamaba Contento, dio en báscula 599 kilos, negro. Como la ganadería de Santiago Domecq se ha convertido en un laboratorio de castas, cuesta reconocer la razón genética del toro, su estirpe. Tal vez fuera un toro de línea Torrestrella. Secreto de sumario.
Del segundo de corrida, un hermoso cárdeno carbonero, capirote y calzado que, crudo de varas, se vino arriba en la muleta y peleó muy en serio, se había ganado Adrián una oreja por una difícil faena, de resolución parecida a la del quinto, pero muchísimo más difícil porque, si no venía toreado, el toro se rebelaba. Hubo tensión y, sin ligazón, muletazos excelentes con la izquierda. Cara a cara con el toro, y sin volverla. Una estocada ladeada.
Los dos toros de Arturo Saldívar compusieron el lote con más que torear. Los dos de Álvaro Lorenzo, no tuvieron tantos poderes pero sí más nobleza. Saldívar, cogido hasta tres veces por un primero descarado y muy astifino, estuvo valentísimo, arriesgando sin pamemas ni desfallecer a pesar de la reticencia de una parte del público, sin bajar la guardia, y llegando a torear muy despacito por la mano derecha, solo por ella se dejó ver claro el toro. Fue la faena de más electricidad de la tarde. También las embestidas del cuarto, muy bien lidiado por Víctor Hugo Saugar, fueron díscolas, chispeantes y un punto celosas. Tocó sufrir no poco, pero no faltaron dos tandas de temple y bragueta. Un toro con recámara, una faena emotiva y de altibajos. Y una soberbia estocada sin puntilla.
Lorenzo, cogido por sorpresa por el sexto en una reunión dejando hueco abierto por la mano izquierda, volteado, herido en el muslo, el rostro ensangrentado, cuajó con esa mano zurda una tanda extraordinaria que dio tono a una faena rematada con la espada. Ese sexto fue el único que perdió las manos. Con el tercero, la cara alta de partida, descolgado y suave después, Álvaro se compuso seguro en un trasteo largo no sin logros pero monótono.
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