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Dos años después de que los rostros del Turuñuelo se exhibiesen por primera vez en el Museo Arqueológico de Badajoz, y tras la restauración que los llevó a Madrid, donde también han estado expuestos en el Museo Arqueológico Nacional, las esculturas de Tarteso halladas en Guareña ya se pueden visitar de nuevo en Extremadura.
La sala Protohistoria, en la planta superior del museo, es el espacio que se ha destinado a este descubrimiento, donde se exhiben un total del 400 piezas que provienen de los yacimientos de Medellín; Palomar, en Oliva de Mérida; Cancho Roano, en Zalamea de la Serena; La Mata, en Campanario y El Turuñuelo, en Guareña.
«Esta sala es el resultado de un trabajo coral en el que intervenimos muchas personas y que parte de el hallazgo y el reconocimiento de estas piezas, pero también de ponerlo en valor y hacer una historia contada que es lo que se hace en este espacio», explicó la consejera de Cultura de la Junta, Victoria Bazaga, que ha asistido a la presentación de la nueva estancia de la galería que ya está abierta al público.
Antes de contemplar los rostros de El Turuñuelo una sala instroductoria da la bienvenida a los visitantes. En ella, una línea del tiempo sitúa la época en la historia e invita a los visitantes a tocar por primera vez uno de los rostros más famosos de la región. «El visitante interactúa con los objetos que hay en el interior de la sala, puede comprobar los relieves en los que están tallado las esculturas del yacimiento de Guareña gracias a estra recreación de una de las originales», cuenta.
La Protohistoria es uno de los periodos menos conocido del pasado, pero este desconocimiento, en el que los investigadores trabajan a través de los descubrimientos y los objetos que aquí se exponen, contrasta con la relevancia histórica y la riqueza arqueológica de la región.
Ánforas, Vasijas, joyas, esculturas de mármol talladas con las primeras formas de escrituras son algunos de los objetos que albergan este espacio que cuenta como los Tartesos, gracias a la infuencia de fenicios y griegos, introdujeron importantes avances en el comercio y la agricultura.
Tras las vitrinas que contienen los objetos de estos trabajos, aparecen las joyas y cristiales, que dejan ver como era la vida diaria de estos pobladores y los lujos de la época. «Podemos ver los pendientes representados en dos de las caras que son exactamente los mismos, y del mismo tamaño que los pendientes de oro que se encontraron mucho antes en el yacimiento de Cancho Roano, y que gracias al hallazgo del Turuñuelo sabemos la utilidad que tenía esta joya», contaba la responsable del departamento de Educación del museo, Yolanda Manzanedo.
Estos rostros, los del Turuñuelo son una de las piezas centrales de la exposición, que solo el pasado fin de semana ha llevado a la sala a 580 personas para visitarla.
A diferencia de la primera vez que se mostraron los rostros al público, en esta ocasión están a una altura más baja para permitir que el visitante los observe de frente, tal como se verían si estuviesen colgados en la pared. «No podemos inclinarlos para evitar el deterioro, ya que en la restauración no se han pegado los rosotros con la inteción de intervernir lo menos posible», destaca Manzanedo, que destaca que estas esculturas son muy importantes porque permite, por primera vez, ver los rostros de los habitantes esculpidos en piedra.
La consejera ha destacado la importancia de el nuevo espacio como uno de los lugares que hace atractivo el museo para el público. «Es una sala adptada con la teconología más avanzada, y que ha sabido aprovechar todos los medios que hay para disfrutar de este conocimiento y desde este gobierno nos propusimos desde el principio hacer esto realidad«, subrayaba satisfecha, porque asegura que más allá del estudio y la investigación que se puede realizar desde aquí, es un punto estratégico para el turismo.
Esta tecnología avanzada sirve para explicar a los visitatantes uno de los grandes avances de la época del Tarteso, la escritura, de la que se exponen grandes placas de mármol con al alfabeto de este periodo y de las que aún no se ha conseguido descifrar sus inscripciones. Este periodo de la historia termina con los enterramientos, que se conocen no solo por las ánforas que han llegado de aquel periódo sino por la proyección de imágenes en el suelo del museo donde se explica al visitante como se realizaban estos actos.
Proyecciones, pantallas para escribir en Tarteso son algunas de las interacciones que el visitante puede realizar en el museo. «Esto es muy importante a nivel didáctico porque gracias a los elementos interactivos es más fácil llegar al público y que este comprenda lo que ve y cuáles eran sus usos», destaca Yolanda Manzanero. que indica que pese a que todas las piezas son importantes, los rostros le están dando mucha visibilidad al museo.
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