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¡Que viene el lobo!

¡Que viene el lobo!

Análisis agrario ·

La población de estos animales en España y en otros países de Europa ha pasado de estar a punto de desaparecer a un crecimiento acelerado, lo que ha generado una expansión de su hábitat. Como consecuencia, han invadido espacios ganaderos y atacan, una y otra vez, reses en extensivo

JUAN QUINTANA

Lunes, 23 de octubre 2017

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LA población de lobos en España y en otros países de Europa ha pasado de estar a punto de desaparecer a un crecimiento acelerado. Una situación aplaudida por ecologistas, defensores de los animales y, en general, cualquier persona que entienda que la recuperación de especies autóctonas es una apuesta por la regeneración de la naturaleza y la mejora de nuestro entorno. Nada que reprochar como principio, pero el análisis no es tan sencillo; y no lo es por tres factores. El primero de ellos, que al no tener especie que le amenace, salvo el hombre, que lo que ahora hace es protegerle, se le ha permitido una expansión sin precedentes en el último siglo. El segundo aspecto es el enorme daño que hace al sector ganadero, cuyas reses en extensivo son atacadas una y otra vez. El tercer motivo todavía no se ha producido, y esperemos que nunca se dé, es el posible daño que puede hacer al ser humano. No olvidemos que se trata de un carnívoro, que ha vuelto a compartir territorio con el hombre, en espacios que para nosotros son de ocio y en los que niños y adultos se mueven sin prever algo tan del pasado como el ataque de animales salvajes. Si bien es cierto que el lobo no ataca de forma natural al hombre, no lo es menos que, si el animal se siente acorralado, en la necesidad de proteger a sus crías o tiene hambre, el ser humano, en especial los más débiles, pueden ser una presa como otra cualquiera.

Pero hablamos de sector primario, por lo que nos centraremos en el segundo factor. El aumento de la población de estos animales ha generado una expansión de su hábitat, invadiendo espacios ganaderos. Las pérdidas que de forma continuada y cada vez más frecuente se producen en muchas zonas de España pueden ser compensadas por ayudas públicas. Sin embargo, estas compensaciones económicas suelen llegar tarde, con frecuencia son escasas y requieren demostrar que el ataque ha sido de lobo y no de otro animal, como perros asilvestrados. Unas ayudas que debieran ser coyunturales mientras que se busca una solución definitiva a un problema creado por la propia administración pública, presionada por determinados grupos ya mencionados.

No es solo un dilema español, nuestros vecinos también lo sufren. Por ejemplo, en Francia, se manifestaron cientos de ganaderos en Lyon el pasado 9 octubre para protestar por el Plan del Lobo 2018-20123. Problemas similares con distinto acento.

Ahora, para paliar el negativo impacto de los planes de recuperación de este cánido, se planifican batidas para controlar su población. Una mínima estrategia de regulación que ya está siendo criticada por organizaciones ecologistas. Hablan de que es una vuelta al pasado; aunque quizás, lo que hemos hecho con la recuperación descontrolada del lobo es volver a un pasado muy anterior, en un contexto poblacional, económico, social y medioambiental muy diferente.

No solo hay lobos en toda la cornisa cantábrica. Ya es frecuente verlos y sufrirlos al sur del Duero, La Rioja, incluso al sur de la Sierra de Guadarrama. También se está expandiendo en Castilla-La Mancha y el norte de Extremadura y Andalucía. ¿Será la mar su límite? El censo nacional de la especie elaborado por el entonces Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medioambiente en 2014, ya identificó 297 manadas, 179 en Castilla y León, 84 en Galicia, 37 en Asturias y 12 en Cantabria, lo que suponía una población superior a los 2.000 lobos, una cifra que ha seguido creciendo en los últimos años.

Nadie duda de la importancia de favorecer la recuperación de especies en vías de extinción, pero sí en la manera de hacerlo. Quizás tendría más sentido en el contexto actual, el restringirlo a amplias zonas acotadas y cerradas, donde no hubiera ganadería extensiva y donde las personas solo pudieran acceder con control. Una vida más tranquila para los lobos, para los ganaderos y con menos riesgo para todos.

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