En busca del viejo esplendor de la fábrica de harinas
Estudio de patologías. El Ayuntamiento quiere recuperar el vetusto edificio del río Jerte y ha encargado un análisis para reforzar la estructura y cambiar las cubiertas
Juan CarlosRamos
Lunes, 20 de mayo 2024, 07:45
Uno de los edificios más emblemáticos del barrio de San Juan, la vieja fábrica de harinas situada junto al canal de La Isla, podría recuperar ... su esplendor próximamente. Al menos, eso es lo que quiere el Ayuntamiento de Plasencia, que ha encargado un estudio de patologías para tratar de llevar a cabo una rehabilitación integral del edificio.
El estudio de patologías ha sido adjudicado al arquitecto José Carlos Salcedo Hernández por un importe de 17.976,37 euros (IVA incluido), con un plazo de ejecución de cuatro meses y con cargo a los fondos del Plan de Sostenibilidad Turística de la Unión Europea.
«Cuando hablamos de la fábrica de harinas hablamos de todo, incluido la escuela de cocina. Las intervenciones que se han hecho a lo largo del tiempo han sido muy malas y el edificio necesita una más seria. Por el momento, no podíamos actuar hasta no saber cómo estaba la estructura», dice Fernando Pizarro.
La antigua fábrica de harinas ya fue acondicionada en su día para convertirla en la sede de la Universidad Popular, de modo que es uno de los edificios públicos más utilizados de Plasencia. Desde entonces se han ido llevando a cabo diversas reformas, muchas de ellas por parte de los propios alumnos de los programas municipales de empleo.
El origen de la fábrica de harinas se remonta al siglo XIII y está unido a la historia del vecino convento de San Francisco, el más antiguo de la ciudad, cuyos monjes eran los propietarios del viejo molino. Tanto en el interior como en el exterior de la fábrica se puede apreciar la construcción originaria del molino medieval, que se denominó Molino del Ángel, sobre el cual se hicieron las ampliaciones.
El molino fue desamortizado, con el convento, en 1837, y lo adquirió el industrial Joaquín Rodríguez Leal. Luego, a finales del XIX el molino pasó a ser propiedad de Julián Serrano Herrero, carpintero de oficio y contratista de obras, quien inició la construcción del actual edificio en el año 1904.
De esa época todavía sobreviven gran parte de sus materiales originales, como los tejados de uralita y las paredes de ladirllo. «Es un edificio histórico. Pero para actuar, necesitamos el estudio primero, que tendremos en breve espacio de tiempo. Lo ha hecho un experto en estructura, el mismo que nos hizo la estructura de los pabellones militares. El siguiente paso será abordar la primera fase. La rehabilitación de este edificio requiere mucho dinero pero, en principio, nosotros queremos invertir el que tenemos en la estructura y en las cubiertas, que es la parte más importante del edificio», señala el alcalde de la ciudad.
La parte más antigua y de mayor prestancia y calidad arquitectónica corresponde a las tres plantas construidas sobre el molino medieval y constituye un relevante ejemplar de la arquitectura industrial extremeña, no muy abundante ni pródiga en estos modelos, lo que impulsa su indudable interés para la arqueología industrial.
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