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Castro Urdiales
Pueblos de costa de Cantabria

Pueblos de costa de Cantabria

Tierra de pescadores y ganaderos, el litoral cántabro se fusiona a la perfección con el terreno montañoso de la zona, dando lugar a parajes increíbles que se quedarán grabados en nuestra retina para siempre. En este paisaje, digno del mejor de los cuadros, encontramos cuatro lugares que destacan por encima del resto, son las villas marineras con más encanto de Cantabria

guía repsol

Martes, 5 de abril 2016, 16:59

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San Vicente de la Barquera

Nuestra ruta por la costa Cántabra arranca en San Vicente de la Barquera, la villa más occidental de la región. Situándonos en la iglesia y el castillo que coronan el pueblo divisamos, a un lado, las limpias playas que se abren al noroeste y, al otro, el hermoso paisaje interior de San Vicente, con su muralla medieval. El pueblo se expande ante nosotros dibujando un horizonte de montañas y sierras que tienen a los imponentes Picos de Europa como telón de fondo. Esta vista nos seduce desde que nos adentramos por el puente de la villa que, a la vez, nos recuerda la ancestral tradición del Camino de Santiago, en cuya antigua ruta San Vicente de la Barquera era uno de los enclaves más destacados. Uno de los grandes atractivos del pueblo son sus magníficas playas: la de Merón y la de Oyambre, de gran extensión, y las protegidas del Tostadero y de La Maza. También tenemos pequeñas y encantadoras calas como las de Fuentes o Niñera. También su patrimonio convierte a San Vicente en un lugar especial. Su ya mencionada iglesia es una construcción de gran belleza estética y tanto ella como el resto de edificios parecen mantenerse inalterables al paso del tiempo.

Santoña

A 100 kilómetros de aquí, ya en la costa Oriental de Cantabria, tenemos nuestra próxima parada, una de las villas marineras más históricas de la región. Hasta llegar a ella, eso sí, podemos hacer un par de paradas que, aunque sean de interior, merecen mucho la pena: Santillana del Mar y Comillas, dos pueblos que parecen salidos de un cuento. Ya en nuestro destino, Santoña, debemos acercarnos hasta el puerto, la belleza de las vistas y el ambiente pescador que se respiran en él son encantadores y sus amarraderos están cargados de historia y tradición. La Reserva Natural de las Marismas que circundan la villa, Victoria y Joyel, hacen de este pueblo un punto de gran interés para el estudio de la naturaleza, ya que son el refugio de especies únicas de aves migratorias, razón de que este sea un espacio protegido desde 1991. El peñón de Santoña es otro lugar igualmente ineludible: desde la lejanía, da la imponente apariencia de un animal prehistórico recostado y solidificado en forma de roca. Una ruta a partir de este peñón lleva a conocer lugares como el fuerte de San Carlos, el faro del Caballo, más adelante el faro del Pescador y, siguiendo el camino, se divisa la playa de Berria. Si visitamos el pueblo en febrero, tendremos la suerte de poder asistir a sus famosos carnavales marineros, considerados como Fiesta de Interés Turístico Nacional.

Laredo

Nuestra próxima parada está muy cerca aquí, a solo 15 kilómetros. De hecho, si alzamos la vista al mar desde Santoña y seguimos la línea de la bahía, ya aparece ante nuestros ojos un de los grandes tesoros de nuestro próximo destino, se trata de la playa de La Salvé, en Laredo. Su casco antiguo, la Puebla Vieja, fue declarado Conjunto Histórico-Artístico hace ya más de cuarenta años gracias a su entramado de callejuelas, sus murallas y elementos como la iglesia gótica de Santa María de Belén, que es un monumento nacional en sí misma. Pero si una imagen se identifica con Laredo es la de los barcos y la mar, que siempre ha estado muy vinculada a la vida de sus vecinos, ya sea para la pesca o, en tiempos remotos, como enclave militar fundamental y puerto favorito de los Reyes Católicos y sus sucesores: Carlos V y Felipe II. Si visitamos el pueblo el último viernes de agosto, veremos que cobra una belleza especial y es que toda la villa se engalana para la Batalla Floral.

Castro Urdiales

Nuestra próxima parada y final del viaje se encuentra a 20 minutos en coche desde Laredo, Castro Urdiales. Pese al gran crecimiento experimentado a causa del turismo, el pueblo no ha olvidado ni un ápice de su identidad, que se apoya en 2000 años de historia. La villa tiene incontables rincones llenos de encanto, como su iglesia gótica de Santa María con dimensiones de catedral y una bella plazoleta que se extiende a sus pies-, el castillo, el puente romano, la plaza del ayuntamiento, el paseo marítimo y, por supuesto, su bello puerto. Una ciudad cosmopolita y tradicional al mismo tiempo.

Concretamente, las playas de Castro Urdiales merecen una atención especial. La de Brazomar, enmarcada en una pequeña bahía de tranquilas aguas y arenas limpias, es el destino preferido para disfrutar de un día playero. Ostende, situada en el extremo occidental de la ciudad, es el destino idóneo para los que busquen algo más tranquilo. Por último, las playas de Madrigal, Mioño y Pocillo, son magníficas para relajarnos. Es muy recomendable visitar el pueblo coincidiendo con alguna de sus fiestas como la Semana Santa, donde se organiza una Pasión viviente espectacular, o la celebración del Coso Blanco, que se celebra el primer viernes de julio y está considerada de Interés Turístico Nacional.

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