Érase una vez
Victoria Pelayo Rapado
Sábado, 13 de septiembre 2025, 09:17
Quizá el lector recuerde la serie infantil 'Érase una vez el hombre', estrenada en Francia en los 70 y emitida por primera vez en España ... en 1978. Era un documental educativo orientado a que los pequeños descubrieran los acontecimientos más significativos en la historia del planeta. El tema musical, cantado por Popitos, se hizo viral en aquellos años en que lo viral no existía, ni teníamos noticia de semejante concepto. La primera estrofa de la canción decía: «Érase, una vez, un planeta triste y oscuro y la luz al nacer descubrió un bonito mundo de color».
No es que haya escuchado la musiquilla en alguna parte y se me haya pegado, pero se me ha metido en la cabeza desde hace días y no paro de tararearla; será, quizá, que el subconsciente desearía volver al tiempo en el que aquella sencilla estrofa tenía sentido. Para que hoy lo tuviera deberíamos darle la vuelta al estribillo, porque al paso que vamos pronto tendremos un planeta triste y oscuro, sí, pero que lejos de convertirse en un bonito mundo será cada vez más feo; en algunos lugares ya lo es, en otros está en vías. Con este nivel de destrucción infligido al planeta puede que un día no lejano sea imposible la vida en él, a ver si para ese entonces podemos mudarnos a otro, como hacía Michael Keaton, valga la comparación, en la película 'De repente, un extraño', cuyo objetivo en la vida era alquilar pisos para destrozar, destrozaba uno y se mudaba a otro.
Cuando no son incendios, inundaciones, vertidos ilegales, talas descontroladas o el inofensivo gesto de encender el AA, es peor porque son misiles o lanzagranadas los que arrasan con ciudades, infraestructuras y lo que se ponga por delante. Y lo más peligroso, con las potencias mundiales exhibiendo con obscenidad cómo se rearman, absurda competición adolescente por ver quién la tiene más grande. Gobernantes todopoderosos invadiendo países, masacrando a su población, jugando a los barquitos, 'tocado y hundido', fantaseando sobre alcanzar ciento cincuenta años, ¡Dios nos asista!, con un absoluto desprecio hacia las personas y hacia el planeta azul al que reducirán a un manchón negro, mientras se pasean por sus residencias presidenciales con un detonador en el bolsillo, listo para hacer saltar el mundo por los aires a golpe de un clic, a ver quién lo aprieta primero, a ver qué petardo tiene más alcance; mientras, la humanidad queda a merced del caprichoso ego de una panda de descerebrados y corruptos que, para nuestra desgracia, han coincidido en el tiempo.
Así como el Siglo de Oro debe su nombre a una época de esplendor y talento en las artes y la cultura españolas, me pregunto con qué nombre se recordará este siglo de idiotas reunidos. Si las edades de la historia evolucionaron desde la Prehistoria a la Edad Antigua, Media, Moderna y Contemporánea, el siglo XXI lleva el camino a la inversa, a la involución, al retroceso, a la ley del más fuerte, a la ley de las cavernas, a la ausencia de ley.
Érase una vez, todavía lo es, un planeta azul.
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