Tatoo
Salvador Calvo Muñoz
Martes, 3 de diciembre 2024, 22:43
El título ya es casi ofensivo. La marea inmisericorde de anglicismos superfluos es incontrolable. ¿Por qué no «atuajes»? Si existe la palabra en nuestro idioma ... español, por qué vaina tenemos que usar continuamente el término inglés. Vaya por delante que respeto el oficio de tatuador (o como se diga) y a quien Dios se la dé que San Pedro se la bendiga. Pero el sitio donde trabaja ese experto en dibujar en la piel humana suele llevar en la portada del establecimiento el dichoso letrero: Tatoo.
Camino por una calle céntrica y va delante de mí una pareja, hombre y mujer. Parecen de edad media, pongamos que entre treinta y cuarenta. Ella luce en sus brazos algunos letreros tatuados, y en la parte posterior de su muslo derecho también pone algo, que no acierto a leer. Él, camiseta y calzonas, creo que lleva tatuado hasta el cielo de la boca. Es de raza blanca, pero sus brazos son negros, negros de tatuajes; y las piernas, desde las calzonas hasta las sandalias veraniegas más de lo mismo. Bien. Este es un país libre (¿libre?) y cada cual va como le gusta y apetece. Y los que escribimos en los periódicos también lo hacemos de lo que nos llama la atención, nos ocupa o nos preocupa.
A servidor lo que le preocupa no es el gusto de esa pareja que camina delante, sino el maltrato continuo a nuestro idioma. Y no entro en los horrores gramaticales, escritos y orales, que nos torturan cotidianamente. Ahora bien, estas modas hodiernas que se han generalizado, y de qué forma, me dejan en el furgón de cola. Con lo cual, lo mejor que puedo hacer es bajarme de este tren de circunstancias plenamente absurdas. ¿Absurdas? Sí, a mi entender sí.
No sé por qué cuando camino por alguna calle de mi ciudad o por las calles de otras ciudades que visito esporádicamente me asaltan de continuo letreros en inglés. No digo que no. Bien, el inglés está muy bien; y todos seremos algún día bilingües (yo, ni hablar); pero ¿por qué apartar nuestro idioma español de esos malditos letreros? ¿Tan problemático sería poner «Barbería» y al lado o debajo, «Barber shop»? ¿Así le pagamos a nuestro precioso idioma las miles de horas de deleite que hemos pasado leyendo a los que escribieron las maravillas de nuestra literatura española?
¡Qué «tatoo» ni qué ocho cuartos! Tatuaje, ¡carape, córcholis, caramba, cáspita, sapristi! La culpa es de esos botarates jugadores de baloncesto de la NBA; luego de los futbolistas de aquí, que da grima ver esos brazos tatuados hasta el exterminio de un ápice de piel. Menos mal que aún queda alguno sin pintarrajear, que va como Dios manda y además, afeitado y peinado. Gracias Rodri, motor de un equipo inglés y de la selección española. Así tendría que ser, y sin embargo no es. La patria está anegada de estulticia, un gusto deleznable y unas modas que da grima soportarlas. ¿Por esto suspirábamos antiguamente, en aquellos sesenta y setenta? Pues nos han dado un pan como unas tortas. Tatuajes, anglicismos y unas elites incultas que atienden a su auto provecho, pero de batallar contra la maldita Leyenda Negra…Vuelva usted mañana.
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