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¿Qué ha pasado este jueves, 4 de diciembre, en Extremadura?
Héroes y tumbas

Nueva Extremadura

Salvador Calvo Muñoz

Miércoles, 18 de junio 2025, 07:26

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Fui al ultramarinos cercano y vi una caja de plástico traslúcido con unas uvas rojas dentro que tenían un aspecto magnífico. No me resisto, estas ... serán para mí, me dije. Hecho y dicho, pagué a la cajera y me vine a casa tan orondo. Miré esas letritas pequeñas que hay en la base del envoltorio y leí. De Chile. Uvas chilenas. Se conoce que en España ya no hay uvas de mesa. Mira que hay viñedos en la madre patria, pues no señor, hay que traerlas desde el otro lado de la mar oceana. ¿Hay algún término municipal en Galicia que no tengas viñas? ¿Y en el Bierzo? Nada, no señor, no quedan. A un lado y otro del Duero, río Douro, tampoco hay viñas. Los españoles ya no beben vinos de la Ribera del Duero. Ni de La Rioja. En Aragón, nada. Y en Cataluña (¿todavía es española? pregunto) los vinos del Priorat y del Penedés pasaron a la historia. ¿Pero qué dice usted? Lo que oye, es decir, lo que lee. Castilla-La Mancha, que fue la mayor productora de vinos es ahora un erial desierto. ¡Qué Ribera del Guadiana ni qué ocho cuartos! Ni Moriles ni Montilla ni manzanillas ni vinos de Jerez. Nada. Ni una uva en la Península Ibérica. Bueno, tal vez en Portugal quede algo, por ahí por Oporto. Han dicho, hace años, esos de Bruselas, que nos dediquemos a otra cosa y fuera viñedos. Si quieres comer unas uvas, compra las que traen desde Chile o desde Sudáfrica. Si viera esto mi tío tatarabuelo Eustaquio Hernández, que estuvo en la partida guerrillera de Julián Sánchez 'El Charro' y le metió la hoja de la navaja cabritera en la barriga a más de cuatro gabachos, no se lo creería. Es lo que hay. Es lo que toca. Eso dicen ahora los conformistas que aguantan cada día el chaparrón de drásticas medidas ecolatristas. Agricultura y ganadería sanseacabó. Todo limpio e inmaculado como en el Paraíso terrenal. Si quieres uvas, de Chile, o de Johanesburgo. Pues venga, chilenas, que por lo menos hablan como nosotros. Me gusta Chile, y no sé por qué porque nunca he estado allí. Si bien he leído no pocas cosas de aquel país alargado, desde Perú a la Tierra de Fuego. Supongo que porque una vez se llamara Nueva Extremadura quizás tenga algo que ver; aunque yo de nacionalista-regionalista tengo menos que de obispo de Manila. Será la voz de aquel Pablo Neruda de mi juventud, cuando podía escribir los versos más tristes esta noche. O de Nicanor Parra, o de Vicente Huidobro, grandísimos poetas. De Allende y Pinochet no digo nada porque no le gustaría a nadie. Mejor lo de las uvas. Ah, ya sé lo que pasó. Las sembró allí un hidalgo extremeño de recia estirpe: Pedro de Valdivia, y una placentina de tronío: doña Inés Suárez, que fue su novia algún tiempo hasta que, confiado, se adentró con un puñado de hombres en tierra hostil y los araucanos los mataron de mala manera. Así le pagaron a Valdivia que les llevara estas uvas tan ricas que estoy yo ahora disfrutando. Desagradecidos chilenos.

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