Las castañas del fuego
Salvador Calvo Muñoz
Miércoles, 3 de diciembre 2025, 01:00
No, no me refiero a las que se hayan asado, o no asado, el pasado día de Los Santos, o el siguiente de Los Difuntos. ... Viejas tradiciones que lamentable y desgraciadamente están siendo sustituidas por un engendro estúpido que llaman Halloween o algo así. Como es habitual, una payasada importada del imperio anglosajón, que maldita la falta que nos hace. Menos mal que cada otoño aparecen, por lo menos en Norba, unas casetas de madera en las que unas personas asan las castañas y las venden a paisanos y transeúntes. El aroma a castañas asadas nos reconcilia con nuestro pasado. Al menos a algunos amantes de las viejas tradiciones.
No me refiero a la entrañable tradición susodicha. Sino a esa frase, u oración compuesta, que usamos cuando nos referimos a que alguien le ha sacado las castañas del fuego a otro, es decir, que lo ha ayudado a salir de un embrollo, problema o circunstancia adversa. Pero aquí qué pasa. Una suerte de idiocia generalizada se ha abatido sobre la península –que me disculpen hermanos portugueses– y apenas hay alguien que trate de sacarnos las castañas del fuego. Ya saben, estimados y desocupados lectores, que insisto un artículo tras otro en combatir esa creencia generalizada durante tantos años y siglos de que somos medio lelos y de que no tenemos remedio.
Menos mal que, hace ya quince o veinte años, una señora profesora en algún instituto, de Málaga creo, empezó a interesarse por la verdad de nuestra historia y dijo basta ya de infundios, mentiras y falsedades. Apareció 'Imperiofobia y Leyenda negra' de doña Elvira Roca, a la que de inmediato trataron de crucificar los felones, lacayos y trujamanes del poder establecido y de los manuales de historia errónea, torticera y falsa, que nos hemos tragado generaciones enteras sin decir ni mu. Doña Elvira nos sacó las primeras castañas del fuego. Y ha habido en nuestra patria algún otro que también ha clamado por la verdad. Que me disculpe ahora si no lo cito.
El grueso de las castañas ardientes en la paila sobre la lumbre lo han sacado, y lo sacan cada día en las redes sociales, nuestros hermanos hispanoamericanos. Hay que ser un hombre con atributos para dar la cara como la dan ellos cada día, y cada vez que van por ahí hablando de lo que han averiguado. Hay más, me consta, pero sólo cito a dos: Marcelo Gullo y Juan Miguel Zunzunegui. El primero, de origen siciliano, y argentino de Rosario, el segundo mejicano de pura cepa. ¡Qué tengan que ser ellos los que proclamen la labor de España en Hispanoamérica! El colmo de los colmos fue lo de hace poco en una cutre televisora de las que habitualmente nos amargan la existencia. El presentador, un gallego ignorante, petulante y pedante, entrevistaba a Zunzunegui y se empeñaba, con sus preguntas, en zaherir la memoria de aquellos españoles que llevaron a América la cultura greco-romana y cristiana. Zunzunegui le dio papas con hondas. En Barcelona, los pendejos independentistas, que no saben ni para dónde están canteados, quisieron linchar a Marcelo Gullo, con la anuencia de las autoridades de no sé qué facultad. Una vergüenza. (Continuará).
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