Encerrados con llave
Eso de encerrar a los electores del Papa con llave viene de lejos, nada menos que de 1268
Rafaela Cano
Viernes, 2 de mayo 2025, 22:52
En 1963 Morrist West (1916-1999) publicó una novela, 'The Shoes of the Fisherman' (Las sandalias del pescador), que se convirtió en un éxito mundial.
No menos exitosa fue la adaptación cinematográfica que se estrenaría cinco años más tarde y en la que Anthony Quinn desempeñó uno de sus mejores papeles dramáticos, el de un obispo ucraniano, Kiril Lakota.
Dakota ha pasado veinte años prisionero en Siberia y un día, inesperadamente, es liberado por el presidente de la URSS y trasladado al Vaticano sin ninguna explicación.
Allí, extrañado y sorprendido, oye como el Papa lo convence para que acepte ser cardenal, pues, le dice, que la Iglesia necesita a hombres como él. Unos días más tarde muere el Santo Padre y se convoca el cónclave dónde los cardenales son encerrados con llave en la Capilla Sixtina para la elección del nuevo pontífice, de dónde sale elegido el ucraniano Lakota.
Eso de encerrar a los electores con llave viene de lejos, nada menos que de 1268. Resulta que tras la muerte de Clemente IV los veinte cardenales que debían elegir a su sucesor andaban a la greña sin ponerse de acuerdo. Tras más de dos años de deliberaciones, los habitantes de la ciudad de Viterbo, donde se llevaba a cabo la elección por ser la residencia del Santo Padre, se cansaron de mantener a los cardenales y a sus séquitos y los encerraron, literalmente, con llave ('cum clave', en latín) y a pan y agua, asegurándoles que no saldrían de allí hasta no haber elegido al nuevo regente. Al cabo de dos días ya se tenía sucesor. Eso sí, no fue elegido ninguno de los cardenales presentes.
Hace doce días que el camarlengo ungió el cuerpo del papa Francisco con los santos óleos, que lo golpeó tres veces con un martillito de plata y que por fin proclamó que había muerto: 'Vere, Papa mortuus est', dijo, para después retirar el anillo del dedo y destruirlo junto con el sello utilizado en los documentos de su pontificado.
Hace también siete días que asistimos al que ya es uno de los acontecimientos más importantes de este siglo, los funerales del Sumo Pontífice.
Como consecuencia de todo ello, el próximo miércoles se convocará el cónclave para elegir al nuevo regente de la Iglesia Católica. De los 135 cardenales con derecho a voto lo harán, finalmente, 133, elegidos la mayoría de ellos por el papa Francisco. De allí saldrá el que ocupe la silla de Pedro.
Cuando hoy lean ustedes esta columna es muy improbable, aunque no imposible, que les suceda algo parecido a lo ocurrido al obispo Lakota, es decir, que un enviado del Vaticano se presente en sus casas y el miércoles, sin comerlo ni beberlo, se encuentren encerrados con llave en la Capilla Sixtina y oyendo eso de 'extra omnes'.
Y es que según el derecho canónico el único requisito para ser elegido Vicario de Cristo en la tierra es ser un varón soltero bautizado dentro de la Iglesia católica.
Pero no se solivianten, pues si en la teoría esto puede suceder, en la práctica jamás ha ocurrido, aunque si así fuera pueden estar seguros de que pan y agua no les iban a faltar.
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