Los monólogos del debate
La presidenta de la Junta no tuvo en cuenta el ofrecimiento de pactos que le hizo en su estreno Gallardo, quien prefiere hablar de política antes que de tribunales
Los debates sobre el estado de la región acostumbran a ser más ruido que nueces, más expectativas que resultados, y el que se ha celebrado ... en Mérida el jueves y viernes pasado no ha sido una excepción. Sobre todo porque se ha vuelto a constatar este mal ya extendido y casi irreparable del parlamentarismo actual, consistente en que cada grupo político suelta su monólogo, bien escrito con antelación, conclusiones incluidas, sin que haya un verdadero debate entendido como intercambio de ideas con aspiración a puntos de entendimiento, hoy una quimera absoluta.
Lo más que se cruzaron los partidos extremeños en la segunda jornada fueron reproches sobre los casos de corrupción de unos y otros, con especial agresividad retórica por parte del PP, de la que se dejó llevar incluso la presidenta María Guardiola que había hecho propósito el primer día de establecer un debate constructivo. No fue ese el resultado, pero los populares no iban a dejar pasar el momento Cerdán ni a olvidar que la principal novedad del debate de este año era la misma presencia allí del líder de la oposición, un Miguel Ángel Gallardo más aforado que diputado a ojos de los que no son socialistas.
De momento, con un futuro político y electoral pendiente de lo que vayan sustanciando los tribunales por el caso David Sánchez, Gallardo ha salido bien parado de esta primera cita importante, tal vez porque llegaba en un contexto político y judicial de extrema debilidad para él. Sin dejarse intimidar por lo que escuchaba en el hemiciclo, se quitó de encima toda la retahíla de acusaciones de corrupción con una sola frase («Cerdán es un golfo, igual que lo es Bárcenas») y mostró el lado conciliador al calificar de «persona decente» a Guardiola, que le ha recibido en Mérida con la etiqueta de «okupa».
En la misma línea, ha apostado por el acercamiento al gobierno regional del PP (superada ya la cantinela de que no ganaron) y ofreció hasta cuatro pactos en la idea de reforzar su imagen institucional y transmitir al ciudadano que él no solo está interesado en trabajar por las cosas que de verdad le importan, sino en disposición de buscar soluciones si le dan una oportunidad. Es decir, Gallardo quiere que se hable de política y no de tribunales cuando se refieran a él, una estrategia acertada como se ha visto en el debate de la región, aunque puede que no sea suficiente en el futuro.
El PP sabe que el miedo a la extrema derecha es lo único que puede hacer revivir a los socialistas
La presidenta de la Junta no vio necesario exponer durante el debate unas líneas estratégicas de su gobierno, aunque el ecuador de la legislatura pareciera un buen momento para ello, y eludió tomar en consideración esos pactos que le ofrecían. Su hoja de ruta en cualquier caso parece clara: seguir todo lo posible por la senda de las rebajas fiscales y aprovechar el buen momento económico y los ingresos disponibles para mejorar el funcionamiento de los servicios públicos, con los guiños adecuados a la iniciativa privada.
El gobierno de Guardiola, aunque esté en minoría, no aparenta fragilidad. La aritmética parlamentaria le refuerza, del mismo modo que mantiene a flote a Pedro Sánchez en el Congreso: Vox, PSOE y Unidas por Extremadura nunca van a ponerse de acuerdo en asuntos que de verdad hagan daño al ejecutivo popular. Confirmada su transmutación de Moreno Bonilla a Ayuso, dentro de los cánones del PP, Guardiola profundizó en el debate en su espíritu político de gobernar en solitario, aunque los números no digan eso. Es una cuestión de formas, como a veces le reprochan, pero también de fondo: el PP es consciente de que el miedo a la extrema derecha es lo único que puede hacer revivir al PSOE, nacional y extremeño, en las urnas, así que utilizará el comodín de Vox solo lo imprescindible. Después de un año sin cuentas, los presupuestos de 2026 serán la siguiente prueba de fuego en busca de la mayoría absoluta que se le resiste en las encuestas.
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