El fiasco presupuestario
Extremadura ha perdido la oportunidad de recuperar la mejor versión del bipartidismo; la centralidad y el acuerdo no se llevan en la política actual
La negociación de los presupuestos extremeños de 2025, muertos a mitad de semana por falta de firmantes, es una historia de oportunidades perdidas, en la ... que pesa más la desconfianza y el cálculo por la ventaja que pueda obtener el otro, que el valor mismo del acuerdo. Y lo peor es que se ha convertido ya en una historia demasiado larga para el bien de los ciudadanos, con una inestabilidad a la que, es probable, ponga fin un epílogo en forma de elecciones si también fracasa el plan b del decreto ley, en lugar del vacilante y nunca bien asentado plan a de los presupuestos.
María Guardiola tenía al alcance de su mano la oportunidad de deshacerse de la imagen de su claudicación ante Vox con la que arrancó la legislatura. Haber firmado los presupuestos con el PSOE, después de tener ya acordadas 58 enmiendas que no suponían, además, concesiones desmesuradas para su hoja de ruta en la Junta, le habría granjeado una imagen de moderación y centralidad capaz de mostrar el camino a otras regiones y en otros asuntos, y a la que sin embargo ha renunciado.
Lo cierto es que esas características, que puede que coincidan más con su ADN político, no parecen cotizar al alza en la política española (no se fomentan en estos momentos desde Génova, y eso pesa para no sentirse un pez que nada en dirección contraria), ni en los sondeos electorales, que apuntan a que el PP pierde apoyos en la misma medida que pierde dureza, y parte de sus votantes se van a un Vox que evidencia una fortaleza incuestionable.
Es el partido de Santiago Abascal el que sigue marcando, en gran parte, por acción u omisión, las decisiones que se toman en la política extremeña, y es el miedo a que sean ellos los que saquen provecho del debate presupuestario el que le ha llevado a su fiasco.
La tentación de convocar elecciones si el decreto ley también es bloqueado va a resultar muy fuerte
En el otro lado, Miguel Ángel Gallardo ha estado a punto de culminar su semana de gloria, iniciada el domingo en el congreso regional junto a Pedro Sánchez, el hermano de su trabajador, David Sánchez, quien le brindó un nítido respaldo tras conseguir vencer en sus segundas primarias. Se ha cumplido su vaticinio de que iba a salir más fortalecido de ellas, aunque en realidad haya sido precisamente el llamado caso Azagra el que ha jugado a favor de su continuidad.
Esta semana triunfal la iba a cerrar permitiendo la aprobación de las cuentas del PP y asentando, de este modo, la imagen de solidez política que da el anteponer los intereses generales a los puramente partidistas.
Esa oportunidad también la ha perdido él, y si bien es cierto que el PP exigía para cerrar el acuerdo algo nuevo en la tradición parlamentaria, como es la retirada de las enmiendas parciales, del mismo modo se puede ver como algo lógico que si se pacta un paquete de medidas presupuestarias, decaigan el resto para no obtener un doble provecho. No haber aceptado esta exigencia de los populares revela también las dudas entre los socialistas de si les favorecía o no dar ese balón de oxígeno a Guardiola con la aprobación de las cuentas.
La rápida reacción de la presidenta de llevar las principales medidas fiscales del anteproyecto a un decreto ley responde a la lógica de disipar la posible sensación de desgobierno, y demostrar al ciudadano que sí hay alguien al volante de la Junta. Pero apunta, además, a un plan c, que sería el adelanto electoral si dicho decreto es igualmente rechazado por el resto de partidos. La tentación de aprovechar la debilidad socialista que indican las encuestas con el argumento de que el Parlamento regional bloquea una y otra vez su acción política es muy fuerte.
Mientras, la inestabilidad política tendrá su reflejo en pequeñas y grandes decisiones diarias que dependen de los presupuestos. No supone ningún drama la prórroga, pero la oportunidad de recuperar la mejor versión del bipartidismo se ha perdido.
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