El auge de la España centralista

Aquí, en España, llevamos un camino parecido al del Gaokao. En 2025 se ha estrenado un modelo de Selectividad tendente a unificar criterios, aunque en realidad se quiere decir igualar el nivel de dificultad, entre las distintas comunidades autónomas, después de acusar a algunas, entre ellas Extremadura, de realizar exámenes más fáciles para promover la entrada de sus estudiantes en las carreras más demandadas.

Este año, como todavía no se ha llegado al examen único, las madres y padres de alumnos extremeños, se supone que con la autoridad que les da el ser ellos los que tienen que sufrir los llantos y las malas caras de los jóvenes en casa, han denunciado que el examen de Lengua ha sido más fácil en Madrid. Quizás el año que viene nos quejemos de la prueba de Matemáticas en Asturias o tal vez todo vuelva a modificarse porque esta tendencia al centralismo de cualquier cosa que se aborde en este país acabará por difuminar a las autonomías nacidas de la Constitución del 78, tal y como defiende el partido que más crece en España, esto es, Vox. Que, por cierto, sube en el Congreso y también en los parlamentos autonómicos en los que dice no creer, pero en los que logra cada vez más victorias.

Reconocía esta semana Esperanza Aguirre, que está en su momento promoción 'hevenidoahablardemilibro', que ella coincide en muchos postulados ideológicos con Santiago Abascal, excepto en que ella sí cree en las comunidades autónomas. De un tiempo a esta parte, sin embargo, vemos que los propios políticos con responsabilidades autonómicas culpan de todos los males de sus territorios al ministerio de turno, algunos de los cuales se convirtieron en una especia de 'maría' política precisamente por su vacío de competencias en favor de las autonomías. De tal modo que, País Vasco y Cataluña aparte, poco menos que hemos pasado de una carrera entre las regiones por asumir mayores dosis de gobierno (justicia, policías, impuestos, etc) a poner todo el foco en que el Estado es el que debe arreglar mi sanidad, por decir algo, sin darnos cuenta que insistir en ese mensaje, gota a gota, llevará a que el ciudadano considere prescindible tener gobiernos autonómicos.

Tras la Conferencia de Presidentes autonómicos precisamente, la madrileña Isabel Díaz Ayuso proclamó, como quien rechaza al diablo, que España no es un país plurinacional y, según los constitucionalistas, tiene razón, aunque la consciente ambigüedad con la que se redactó la Carta Magna, hablando de nacionalidades, y la evolución natural de este casi medio siglo si dé pie a que hasta su compañero el andaluz Bendodo así lo defendiera un día. Pero llegados a este punto, está claro que ese frágil encaje que se logró entonces y que nos ha proporcionado estabilidad es ahora más inestable que nunca y que las fuerzas centrípetas están en auge.

En el examen de Historia de la PAU a los alumnos les dieron a elegir este año entre la Guerra Civil y la Transición, dos momentos en que la sociedad española reaccionó de manera tan diametralmente distinta. Piensen ustedes por un instante y respóndanse de cuál de ellos está más cerca el actual clima político y social de este país, a ver si realmente hemos aprendido algo.