Elon Musk ha entrado en Twitter como un elefante en una cacharrería. Nada más aterrizar despidió a la mitad de la plantilla con el ... argumento de que «lamentablemente no hay opción cuando la empresa pierde más de 4 millones de dólares al día». A ello ha seguido una dimisión en masa de trabajadores que han rechazado el ultimátum de su nuevo amo y señor, incluidos ejecutivos clave de la red social, dejándola así en una situación crítica.
El magnate había enviado a todos los empleados un formulario, desvelado por 'The Washington Post', instándoles a comprometerse a trabajar de forma «extremadamente dura», «muchas más horas a gran intensidad», si querían seguir en la compañía. Quien no aceptara estas condiciones antes del pasado jueves sería despedido y recibiría una indemnización de tres meses.
Musk ya había sido demandado por exempleados de Tesla por «imponer una cultura de trabajo tóxica». Y en SpaceX la situación es similar. Cierto que predica con el ejemplo y ha presumido de dormir en la oficina y trabajar de 16 a 20 horas al día.
El caso de Twitter es un reflejo más de eso que el psicólogo y experto en organizaciones Anthony Klotz bautizó como 'la gran renuncia' o 'gran dimisión'. Este fenómeno comenzó en EE UU en julio de 2020, durante la pandemia de covid, cuando millones de estadounidenses insatisfechos con su trabajo renunciaron a él. Esta suerte de huelga general silente comenzó a extenderse por otros países. Así, en España, por ejemplo, a pesar del elevado paro, sobre todo juvenil, hay sectores, como la hostelería, la construcción o la agricultura, con acuciantes dificultades para cubrir vacantes al ofrecer bajos salarios y maratonianas jornadas laborales, aunque los empresarios aducen como causa la falta de personal cualificado.
Sin embargo, esta gran dimisión es una reacción a eso que el filósofo surcoreano Byung-Chul Han llama sociedad del cansancio, en la que los individuos se autoexplotan presionados por un entorno laboral y social altamente competitivo y buscan maximizar su rendimiento hasta en su tiempo de ocio, diluyéndose la frontera entre el horario de trabajo y el familiar o personal. Como consecuencia, se han multiplicado los casos de trabajadores quemados, estresados o con ansiedad y hay cada vez más gente, sobre todo joven, que prefiere dejar su empleo a ser esclavo de él. Son gente que valora mucho más tener tiempo para sus familias, amistades y aficiones que ganar más dinero. Lo decía esta semana el presidente de la Junta, Guillermo Fernández Vara, en relación a la falta de médicos en la sanidad extremeña, al considerar que la causa de ello «no es solo una cuestión económica sino que los médicos quieren vivir y disfrutar de su tiempo libre».
De resultas, se está produciendo otro fenómeno al que las empresas deberían prestar más atención porque daña su productividad: la renuncia silenciosa, o lo que es lo mismo, la actitud del empleado que hace lo mínimo, sin excederse en horarios ni tareas, para no ser despedido. «Esto está ocurriendo entre los que no están en posición de abandonar voluntariamente la empresa, pero tampoco pueden cambiar de trabajo ni tienen la flexibilidad horaria ni la motivación que les gustaría. Necesitan su sueldo para vivir, pero no quieren dar más de lo que les corresponde», explica a 'Cinco Días' Álvaro Álvarez, de Manpower Group. Por tanto, los empresarios deberían tener contentos a los trabajadores no solo por imperativo ético, sino porque lo contrario es un mal negocio, como está comprobando Musk.
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