Cumbres borrascosas
Verdades y mentiras ·
Julián Rodríguez Pardo
Martes, 30 de julio 2024, 07:27
El anuncio de la retirada de Joe Biden me ha cogido en Cumbres borrascosas: no en la casa en que se sitúa la novela de ... Emily Brontë, sino en la residencia en que he dejado a mis padres este verano mientras yo, como un buen hijo, me encargo de gestionar sus cositas del banco. Especialmente las trasferencias. Ejem. Fíjense si el lugar es magnífico –y no un hospital cualquiera donde abandonarlos– que hasta hay dos tipos de menú: con o sin dentadura. ¡Y a elegir! Porque, según me dijo el director, un tipo alto apellidado Sánchez, ellos están muy por la regeneración democrática del lugar. Y, a mí, me mientas la democracia y ya me tienes comiendo de tu mano. Vamos, ¡que hasta pensé en ingresarme yo! Pero en el menú «Con dentadura»…, por ahora.
Siempre pensé que Biden moriría en un directo televisivo, con sus Ray Ban a lo Tom Cruise en 'Top Gun', haciendo equilibrios en las escalerillas del Air Force One –el avión presidencial–. No porque yo le desee un encuentro rápido con el Señor, sino porque el hombre se empeña en saludar…, ¡hasta dos veces! ¡De subida y de bajada! Una inconsciencia porque Cruise, en el cine, siempre se parece a quien en realidad no es; y a Biden, en la televisión, le ocurre justo lo contrario: parece lo que es, un hombre mayor para el peso del cargo. Su resistencia, supongo, no va de codicia ni de envidia –tan presentes en la novela de Brontë–, sino más bien de negación. Quizá porque, en la vejez, la batalla interior debe ser tal que uno no ceja en su empeño hasta que la familia, los enemigos o el Señor –mucho más expeditivo–, te retiran de la lucha.
A los cinco expresidentes estadounidenses aún vivos, la jubilación los ha llevado por diferentes caminos: Jimmy Carter optó por la escritura y, entre la treintena de libros publicados, incluso escribió uno sobre su fe en Dios; George Bush se convirtió en pintor…, pero de cuadros; Bill Clinton se ha dedicado a labores diplomáticas en la ONU, tras abandonar la jefatura de becas de la Casa Blanca; Barack Obama, junto a su mujer, produce documentales para Netflix; y Donald Trump –sigo pensando que el rubio no le favorece– continúa entre su deseo por ser reelegido presidente de los Estados Unidos y la posibilidad de convertirse en el nuevo telonero de La Oreja de Van Gogh. Un disparate porque, cuando uno grita tanto a diario como él, la voz se resiente.
Lo de Cumbres borrascosas me ha recordado a cuando mi hermana de corazón empezó a salir con un señor mayor que –de tan maniático– estaba ya como el título de aquel disco de Mecano: 'Entre el cielo y el suelo'. Un amigo y yo la imaginábamos llamándole por teléfono al geriátrico y a la chica de centralita respondiendo: «Residencia Prados soleados, dígame». Y la imagen nos reconfortaba. ¡Qué paz! Porque Prados soleados es más optimista. O como diría Marián Rojas, un nombre vitamina. El cielo, por cierto, dicen que también lo es. Pero eso nos lo tendrá que confirmar Biden en su momento. Y, ya en serio, ¡sin prisa, Joe! Que tampoco se trata de hacer un esprint por las escaleras y perder el equilibrio. La vida no va de eso.
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