
Francisco I el 'progre'
Francisco nos ha caído bien a mucha gente progresista, católicos o no, por su actitud ante la pederastia clerical o la doctrina social de la Iglesia
Julián Carretero
Martes, 22 de abril 2025, 22:58
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Julián Carretero
Martes, 22 de abril 2025, 22:58
Tras doce años de papado, ha muerto Francisco, bautizado Jorge Mario Bergoglio, 226º papa de la Iglesia Católica, argentino y jesuita. Desde su elección (13- ... 3-2013) en la quinta votación, segundo día de Cónclave) ha sido el objetivo de críticas y rechazo por parte del catolicismo más reaccionario y conservador y, por ende, de aquella parte de la sociedad en la que se ampara el mismo y viceversa. Tras sus primeros pasos, fue habitual escuchar jocosas conversaciones de cafés y cañas, preguntándose si no le pasaría a este como a Juan Pablo I.
La fijación con Francisco, de crítica y repulsa, por parte de lo más retrogrado de la Iglesia y de la política ha recorrido todo su papado hasta el final. Recordemos aquellos curas españoles (uno de ellos extremeño) que desde un directo en internet pedían rezar fuerte para que el Papa pudiera ir al cielo cuanto antes. El líder de Vox le llamaba «ciudadano Bergoglio» y el electo presidente argentino, Milei, lo calificó como el «imbécil de Roma», llegando a asegurar que era «el representante del maligno en la tierra». Y para colmo, tiene el mal fario de recibir al vicepresidente estadounidense pocas horas antes de morir.
Desde el punto de vista religioso/teológico no me considero con criterio para calificar a Francisco como buen papa o no. Esto corresponderá valorarlo, individual o colectivamente, a ese 17,1% de la población mundial hoy bautizada, que siga considerándose seguidora y practicante del catolicismo romano. Sí lo considero habilidoso políticamente hablando (El Papa es jefe de Estado con 1.400 millones de seguidores). El hecho de autodenominarse Francisco, invocando a Francisco de Asís, y desde el inicio apostar por las señas de identidad de este, austeridad, pobreza, débiles, ecologismo, etc., provoca una cierta simbiosis entre jesuitas y franciscanos nada desdeñable desde el punto de vista de la correlación de fuerzas en el interior de la Iglesia; sobre todo, ante el inicio de ciertas reformas que sabe controvertidas y frente a opusinos, legionarios y otras corrientes ultraconservadoras.
En el plano externo, con un contexto político e ideológico internacional individualista, insolidario, autárquico y antidemocrático, su discurso social recordando los legados de Juan XXIII y Pablo VI ha puesto voz a los nadie, menesterosos, migrantes y colectivos marginados. Y en ocasiones, en Europa fundamentalmente, ha sido adalid y altavoz para dirigentes democristianos, liberales, socialdemócratas y progresistas, cara a sus planteamientos políticos nacionales e internacionales.
Francisco nos ha caído bien a mucha gente progresista, católicos o no, por su actitud en cuestiones como el afloramiento y condena de la pederastia clerical y aquellas otras relacionadas con la doctrina social de la iglesia, olvidada por los últimos moradores del Vaticano durante casi 40 años. Y si las críticas y rechazo vienen del lado que vienen, mayor simpatía.
Sirva su legado como un acicate más para unir fuerzas ante la intolerancia, la xenofobia, el racismo, la desigualdad y la falta de libertades. ¡Así sea!
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