Divagar, pero no solo
FELIPE SÁNCHEZ GAHETE
Miércoles, 14 de diciembre 2022, 08:49
Está la mañana para divagar, y me he puesto a eso, a enredar. He cambiado Times New Roman por Bodoni porque he leído que Camilo ... José Cela imponía esta tipografía en 'Papeles de Son Armadans', pero no me gusta el resultado, me leo mejor en Times.
Los artículos los suelo escribir a mano y después los paso al ordenador, para ello tengo una gavilla de Bic de punta fina y mis plumas, a las que saco a dar una vuelta no tantas veces como me gustaría. Esta falta de uso, o de constancia, me crea problemas de conciencia cuando encuentro alguna a mi alcance y pienso si no será una frivolidad gastarme los cuartos para tener, que no para usar, otra pluma más, pero… La adquisición conlleva una nueva tinta para que no coincida con las que ya tengo.
Están mis plumas y mis tintas aceptablemente guardadas y clasificadas, pero sentí sana envidia cuando en YouTube descubrí que Emilio Campmany hacía lo que yo, pero infinitamente mejor.
Lo de las tintas es un mundo, y caro, lo que pasa es que un tintero, si utilizas varios, dura un tiempo. Divagando, como hoy, descubrí que, en 2012, el venezolano Carlos Javier Contreras hizo unas curiosas comparaciones. Una botella de 750 ml. de Glenfiddich de 21 años, costaba 120 dólares, 0,160 dólares por ml. Las tintas, pocas más baratas, estaban desde los 0,317 dólares por ml. de la Montblanc a los 0,8 de la Caran D'Ache. Los 50 ml. de la Pelikan Edelstein, de la que surto a mi M800 Souverän, están hoy en 20 euros. Si hubiera un tintero de Caran D'Ache de 750 ml estaríamos hablando de cien mil pesetas la botella. Más que una de Atrio, pero menos que un pollo de avutarda –magnífico, como siempre, Julián Mora–.
Aunque el agua sea una bendición, la mañana, como dije al principio, no está para tonterías porque la artrosis, o lo que sea, se hace sentir, por eso procuro soslayarla al buen recaudo del despacho. He estado leyendo a Tomás, que cada sábado me envía el artículo, y, de una manera desorganizada, haciendo catas, diversos libros que tengo pendientes. Uno de ellos, al que le voy arrancando cada vez un capítulo o dos, es de Juan Cruz, Primeras personas. En el dedicado a Vicente Verdú, he subrayado una frase que, quizás por coincidir estas fechas con el aniversario de la pérdida de mi padre, me ha encantado: «… porque por aquel entonces yo no sabía qué era perder la esperanza de que vivieran eternamente las personas queridas». Son esas cosas que nutren la nostalgia.
Pero cada vez que traigo una cita me pregunto cómo encajaría en los criterios taxonómicos de Ezra Pound capaz de llamar a Borges «ese joven que tiene tantas ideas de segunda mano».
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