Pocos niños, aulas a medias
Análisis ·
Los colegios cacereños reciben el impacto de una baja natalidad que hoy en día solo parece capaz de revertir la población migranteCada vez nacen menos niños. Todo el mundo lo sabe, parece que está asumido y Cáceres no se diferencia en eso del resto de ... España. Lo confirman no solo los datos de natalidad, sino también el número de solicitudes para entrar en los colegios, que siguen cayendo curso tras curso. Este año han sido 636 las inscripciones que han recibido los 15 centros públicos y 11 concertados de la ciudad para empezar en septiembre primero de Infantil. Son 49 menos que el año pasado, una curva descendente que empieza a generar situaciones como que 24 de las 40 aulas para niños de tres años con las que cuenta Cáceres van a tener el próximo curso menos de 16 alumnos.
Que haya pocos niños en las aulas no es malo de por sí. De hecho, muchos expertos en pedagogía (otros no) lo consideran una ventaja porque permite una atención más personalizada con arreglo a las necesidades y capacidades de los alumnos, y además aligera la carga de los docentes. Reducir las ratios, como se hizo recientemente al bajar de 25 a 22, es una demanda permanente de las comunidades educativas, aunque las autoridades suelen ser reacias y, ante la falta de niños con las que llenarlas, a menudo optan por cerrar aulas y recortar líneas, como ha ocurrido en varios colegios cacereños durante los últimos años.
En otras ciudades y comunidades autónomas la baja natalidad se compensa con la inmigración, sobre todo en épocas de bonanza económica como la actual. Pero en Cáceres eso no pasa, o pasa menos. La ciudad sigue lejos de ser un foco de atracción de empleo para la población migrante, la única que en estos tiempos parece capaz de elevar los índices de natalidad. Ahora nacen cada año en la capital cacereña menos de 650 niños. En 2010, no hace tanto, fueron 1.034. Parches como el cheque bebé creado por el Ayuntamiento en 2024 se han mostrado siempre ineficaces allá donde se han implantado. Suele decirse que para animarse a tener hijos las parejas necesitan perspectivas razonables de un proyecto de vida, es decir, de que les va a ir bien y van a contar con los recursos y el apoyo que hoy en día se requieren para la crianza, como empleo estable de calidad, medidas que faciliten la conciliación y el acceso a la vivienda. Si esto fuera totalmente cierto, los países más ricos encabezarían los rankings de natalidad, cuando la realidad es que sucede justo lo contrario. Por supuesto que las políticas deben ir encaminadas a ponérselo fácil a quienes quieran tener hijos, pero está claro que la raíz del problema es más compleja y no puede reducirse solo al factor económico de la falta de oportunidades. Tiene que haber razones sociológicas más profundas que expliquen los mecanismos que conducen de manera inexorable al todavía mayor envejecimiento de la población en una provincia donde la edad media es de las mas altas del país y no deja de crecer.
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