El Cáceres de Tuñón
Análisis ·
El 'lenguaje' del último Premio Nacional de Arquitectura se transmite en los espacios que ha creado en Atrio y el Museo Helga de AlvearQue el anuncio del premio Nacional de Arquitectura 2022 sorprendiera esta semana a Emilio Tuñón trabajando en Cáceres fue una casualidad relativa. Él mismo ... ha contado que prácticamente todos los jueves se desplaza desde Madrid y que lleva haciéndolo casi dos décadas, cuando desembarcó en la ciudad junto a su socio, el fallecido Luis Moreno Mansilla, al reclamo de los dueños de Atrio, que les llamaron para diseñar su hoy ya icónico hotel-restaurante de la plaza de San Mateo. Tuñón, ahora en solitario, sigue teniendo entre manos importantes proyectos en Cáceres como son la tercera fase del Museo Helga de Alvear y la rehabilitación de la Casa Paredes-Saavedra, a unos pasos de Atrio, donde José Polo y Toño Pérez están a punto de abrir el que llevan tiempo anunciado como uno de los establecimientos hoteleros más exclusivos de España.
Dijo Polo el jueves en unas declaraciones a HOY, tras hacerse público el galardón a su arquitecto y amigo, y parafraseando a Rafael Moneo, que Emilio Tuñón «ha dotado a Cáceres de un lenguaje arquitectónico». ¿Qué significa eso? Cualquiera con un mínimo de sensibilidad puede entenderlo, o al menos intuirlo, sin saber una palabra de arquitectura. Basta con adentrarse en el Museo Helga de Alvear y percibir cómo desde el primer momento, antes incluso de llegar a las salas de exposición, el ambiente se transforma, el tiempo se detiene y el visitante se siente transportado a otro lugar. La experiencia es parecida –para quien se lo pueda y quiera permitir– al entrar en Atrio, que fue la primera obra de Tuñón y Mansilla en Cáceres y que, como también ha querido recordar José Polo esta semana, les costó mucho sacar adelante tras el fuerte rechazo que generó en una parte de la sociedad cacereña el rompedor proyecto inicial (hasta se creó una Plataforma en Defensa de la Ciudad Monumental), que finalmente tuvieron que modificar para convertirlo en lo que es hoy.
La tercera fase del Helga de Alvear (para el almacén y las oficinas) y el fastuoso establecimiento de Casa Paredes son los proyectos con los que Emilio Tuñón, al menos por ahora, se despide de Cáceres. Como ya pasó en su día con el Relais & Châteaux abierto por Polo y Pérez, hay quien se cuestiona si una ciudad como esta atrae turistas que demanden tanto lujo, pero la pregunta está mal planteada porque el mundo de la exclusividad funcional al revés: son quienes la persiguen los que buscan los lugares que pueden satisfacerles. Igual que hay gente desde hace años que viaja hasta Cáceres solo para comer en Atrio, dentro de poco habrá quien venga para poder alojarse en la Casa Paredes. Esa es al menos la previsión de sus promotores, a los que si algo no se les puede negar es que tienen buen ojo para estas cosas. El Premio Nacional de Arquitectura concedido a Emilio Tuñón lo corrobora.
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