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Este artículo se puede leer como una continuación del que publiqué el pasado domingo. En aquel concluía con una advertencia de Yanis Varoufakis: «El ... capitalismo está muerto» y ha sido reemplazado por «algo peor», el «tecnofeudalismo». Esa es la tesis de su libro 'Tecnofeudalismo. El sigiloso sucesor del capitalismo'. En él, el exministro de Finanzas griego avisa que estamos entrando en un sistema que mezcla feudalismo y tecnología en el que la sociedad paga el diezmo a los oligarcas tecnológicos como Jeff Bezos, Elon Musk o Mark Zuckerberg. «Bezos (dueño de Amazon) no produce capital. Cobra rentas (en forma de datos). Esto no es capitalismo, es feudalismo. ¿Y nosotros? Somos los sirvientes. Ni siquiera nos damos cuenta de que cuando tuiteamos o subimos un post en esas compañías estamos creando valor», alerta el heterodoxo economista heleno.
Varoufakis explica que, en el fondo, su tesis «es una ironía»: «Lo que ha matado al capitalismo es… el propio capitalismo. No el capital tal y como lo conocemos desde el amanecer de la era industrial, sino una nueva forma, una mutación que ha arraigado en las dos últimas décadas, mucho más potente que su predecesor que, como un virus estúpido y celoso, ha acabado con su huésped. ¿Qué ha sucedido? Dos cosas. La privatización de internet por las grandes tecnológicas estadounidenses y chinas. Y la manera en la que los gobiernos occidentales y los bancos centrales respondieron a la gran crisis financiera de 2008». A partir de ese año, al igual que ocurrió tras la Gran Depresión de 1929, se creó «una enorme ola de neofascismo». Los últimos resultados electorales en ambas orillas del Atlántico así lo confirman.
Varoufakis llama tecnofeudalismo a lo que la socióloga estadounidense Shoshana Zuboff bautizó como capitalismo de vigilancia. En este sentido, Carissa Véliz, profesora de Ética en la Universidad de Oxford, considera que «no es coincidencia que esta pérdida de democracia se dé al mismo tiempo que el auge de la tecnología digital», pues «en parte es una pérdida de privacidad». 'En Privacidad es poder', Véliz advierte de que las empresas y los gobiernos nos están rastreando a cada minuto, utilizan nuestros dispositivos para saber quiénes somos, predecir nuestro comportamiento e influir en él. Por ello, considera que «la privacidad es importante porque nos protege de abusos de poder, y cuando hay instituciones, ya sea corporaciones, ya sea gobiernos, que tienen demasiado poder, eso suele erosionar la democracia». Y eso es lo que está ocurriendo en media Europa, países latinoamericanos como Argentina y Estados Unidos. Todos son víctimas de la santa alianza entre la extrema derecha 2.0 –como la denomina el historiador italiano Steven Forti– y los señores tecnofeudales.
Una alianza que ya no se esconde, como lo demuestra el apoyo sin ambages de Musk a Donald Trump, de quien se ha convertido en eminencia gris, y a la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD). Pero también la decisión de Zuckerberg de eliminar los verificadores de contenido en Facebook, Instragram y Threads, lo que abre la puerta a que los troles ultras puedan, por ejemplo, viralizar falsedades sin filtro, llamar a los homosexuales y trans «enfermos mentales» o vomitar su odio contra mujeres, migrantes o lo que peyorativamente llaman 'woke'. Un claro gesto de acercamiento del dueño de Meta a Trump y su santa compaña que, con el argumento de amparar la libertad de expresión, lamina el pluralismo informativo al dar rienda suelta a los lobos totalitarios.
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