Un año después de que se retirara al rincón de pensar tras abrir un juez una investigación por corrupción a su mujer, Begoña Gómez, y ... decidiera seguir al frente del Gobierno por aclamación de los suyos, la buena estrella de Pedro Sánchez da síntomas de apagarse. Algo que, precisamente, parece haberse acelerado tras el apagón, cuyas causas aún no ha precisado, lo que le ha granjeado las críticas de hasta aliados de la investidura como ERC y Podemos. Un Podemos que, junto a Junts, está sometiendo a una prueba de estrés continúa las legendarias resistencia y resiliencia del presidente, jugando a un tiempo a ser oposición y apoyo indispensable para el Ejecutivo. Así, cada votación parlamentaria es un viacrucis para Sánchez, que ya ha sufrido más caídas en la arena del Congreso que Jesús camino del Calvario.
Para más inri, se multiplican sus encontronazos con sus socios de gobierno, Sumar, que trata de marcar perfil propio acuciado por la particular lucha cainita que mantiene con los resentidos epígonos de Pablo Iglesias por el reparto de las migajas a la izquierda del PSOE, una constante en la historia del progresismo patrio.
Así, tironeado a diestro y siniestro, el Gabinete del doctor Sánchez parece a punto de romperse. Con todo, este es inasequible al desaliento y se empecina en aferrarse al clavo ardiendo de la poltrona de la Moncloa contra viento y marea. Su convulsa trayectoria política avala su resistencia a prueba de golpes. Se ha sobrepuesto a una conspiración de los coroneles socialistas, a la pandemia de covid, a la erupción del volcán de La Palma, a la borrasca Filomena, a la invasión rusa de Ucrania y sus consecuencias inflacionarias, a la dana de Valencia...
La cuestión no es tanto cuál es el límite de la resistencia de Sánchez, sino el de la ciudadanía. Porque los ejercicios de funambulista del presidente para mantenerse en el poder están teniendo un coste para el país, tanto en cesiones a los secesionistas impopulares incluso entre el electorado progresista, como en un bloqueo parlamentario persistente de la actividad gubernativa que ha obligado al Ejecutivo a prorrogar ya dos veces los presupuestos de 2023. Parafraseando a Cicerón, ¿hasta cuándo abusarás, Sánchez, de nuestra paciencia?
Mas, si por algo también se ha caracterizado el césar socialista es por su habilidad de nigromante para leer el signo de los tiempos, para identificar y aprovechar las coyunturas propicias a sus intereses. Lo demostró al presentarse a las primarias del PSOE tras su defenestración en los 'idus' de octubre de 2016; con la moción de censura a Rajoy que le aupó a la Moncloa tras la sentencia de la Gürtel; con la convocatoria de las generales el 28A de 2019 tras la irrupción de Vox en el parlamento andaluz; con la repetición electoral el 10N de ese año que laminó al hasta entonces ascendente Ciudadanos tras negarse Albert Rivera a pactar con él; con la nueva llamada a las urnas el 23J de 2023 tras barrer el PP en las autonómicas y municipales dos meses antes…
Dotado de la paciencia de la araña y de la resistencia de su tela, mal harían sus 'amigos' y enemigos en subestimar a Sánchez, del que acaso se pueda decir lo que el secretario de Estado del papa Pío VII, Ercole Consalvi, una vez le dijo a Napoleón: «Mire, majestad, no conseguirá destruir la Iglesia. Nosotros tampoco lo logramos». Que se lo digan a los que apostaron por Susana Díaz.
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