Acaecimientos
El Womad encapsula razas y etnias en esa Capilla Sixtina que es la parte antigua de Cáceres
Ana Zafra
Domingo, 11 de mayo 2025, 23:06
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Ana Zafra
Domingo, 11 de mayo 2025, 23:06
Había pensado empezar este artículo quejándome de este fin de semana, lleno de ¿eventos?, que nos ha mantenido en un «sinsaber» a qué atender, cual ... gato en una matanza, que decían en mi pueblo. Dudaba cómo definir la oferta de «entretenimientos» tales como la elección del Papa, Eurovisión y el Womad cacereño.
¿»Acontecimientos»?, ¿»espectáculos»?, siendo la primera habitualmente referida a hechos de cierto formalismo y remitiéndonos la segunda al ámbito de la frivolidad, estaba indecisa pues, en esta sociedad de la imagen deslumbrante y el tuit apoteósico, paradójicamente, lo que nació como acontecimiento –la presentación del delegado celestial o la celebración de una Europa variopinta y en paz– ha devenido, mayormente, en espectáculo mientras que lo originado con ánimo de espectáculo –Womad– se ha convertido en un acontecimiento.
Finalmente, la RAE me proporcionó «acaecimiento» –«cosa que sucede»–, que en el limbo de su imprecisión igual sirve para una guerra mundial que para un chubasco veraniego.
Semántica aparte, hemos estado entretenidos.
Emulando al poema, erróneamente atribuido a Brecht, «primero 'Habuimos Papam', pero como yo no soy devota, no me importó». Mentira. Confieso que, tras haberme aprendido lo de «Extra omnes» –«si me queréis irse», que decía la folclórica– como sugerencia para cuando quiera que me dejen en paz un ratito, anduve pendiente del color de la fumata. Fue oír que era blanca y plantarme delante del televisor, como si conociese a alguno de los candidatos, a ver la cara del nuevo representante de la Divinidad. Nunca se sabe. Confieso, también, que –ilusa que es una– me emocionó que lo primero que hiciese fuera desear la paz –desarmada, dijo– a un mundo unido y diverso. Probablemente no necesitamos el despliegue de túnicas rojas y la parafernalia adyacente, pero que eligiese hablar de paz como declaración de principios quizás es solo un un símbolo, pero los símbolos importan.
Y eso enlaza con el «acaecimiento» segundo. «Después retransmitieron Eurovisión, pero como yo no soporto el chunda-chunda, tampoco me importo». El caso es que sí me incomodó. ¿Por qué se consiente que siga participando un país que está cometiendo un genocidio? ¿Qué pasa por la mente de quienes eligen qué zona de Gaza masacrar con la misma frivolidad que escogen una canción que les represente? ¿Se lavarán la sangre de las manos antes de aplaudir a su cantante? Es solo música en un festival rancio, pero los símbolos cuentan. Y la música, también.
Y ahí llega el tercero. «Luego tuvimos Womad, pero como yo soy sexagenaria no me importó». Mentira pelá. Mientras Eurovisión se ha convertido en una muestra casposa y monótona de esta Europa que solo se pone de acuerdo para rearmarse, en Cáceres el mundo de la música y la danza abría sus brazos a la diversidad y a lo auténtico. Encapsulaba razas y etnias en esa Capilla Sixtina que es nuestra parte antigua. Pero, en lugar de «Extra omnes», acogía a todos. Ha sido un gran espectáculo. Y un bonito acontecimiento.
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