Sánchez asume que Junts cambia de hora y encara el pulso de la ruptura en el Congreso
Moncloa se aferra a que no habrá censura y que los junteros no podrán votar «no a todo», mientras Puigdemont acusa la presión de sus alcaldes por el auge de la ultra. Puigdemont ultima su posición con su núcleo duro
La metáfora no la utiliza Moncloa, pero sirve, jugando con la advertencia que lanzó la portavoz de Junts, Míriam Nogueras, al presidente Sánchez en la ... sesión de control en el Congreso del miércoles, para definir cómo encara el Gobierno el órdago que da por hecho que Carles Puigdemont materializará este lunes en Perpiñán. «Quizás habría que hablar menos de cambios de horario y empezar a hablar, señor Sánchez, de la hora del cambio», amenazó Nogueras cargando de intención política el debate, más intrascendente, que había abierto el jefe del Ejecutivo sobre los usos energéticos de las manecillas del reloj. Pues bien, en puertas de la cumbre de Puigdemont con su ejecutiva en el sur francés para decidir sobre el devenir de la legislatura, el Gobierno viene a asumir que los independentistas cambian de hora, a la espera de que concreten bajo qué fórmula rompen la alianza vigente desde la investidura de hace dos años. Y se prepara para encarar un nuevo tiempo de brega en el Congreso, al que, eso sí, trata de restar dramatismo constatando que el tercer mandato de Sánchez está resultando poco menos que infernal desde su inicio. El expresident y su núcleo duro -con su número dos, Jordi Turull, y Nogueras al frente- están desde este domingo en Perpiñán para ultimar el posicionamiento ante los suyos.
De su evaluación del momento más crítico –y se han sucedido unos cuantos en este bienio– que parece atravesar la relación con el socio clave de la legislatura, se desprende que Moncloa interioriza que esta vez Puigdemont escenificará el divorcio, pero que la irreversibilidad del mismo dependerá de cómo lo concrete; algo que Junts traducirá en una propuesta cerrada a sus 6.000 militantes para que se pronuncien, previsiblemente entre el martes y el miércoles. El Gobierno se coloca ante un escenario no del todo traumático, aferrado a la convicción de que aproximarse al PP y Vox inocula una elevada toxicidad entre las bases secesionistas, superior aún al malestar que suscitan los agravios esgrimidos por los junteros para declararse hartos de «los incumplimientos» del pacto de Bruselas que permitió a Sánchez atar su investidura en noviembre de 2023. Es la corriente de fondo a la que las fuentes consultadas aluden para seguir descartando lo peor: una moción de censura que pueda desalojar al líder del PSOE del poder.
«Siempre cae de pie»
Estas mismas fuentes se afanan en acotar la preocupación ante este nuevo desafío, no interpretable –aclaran– como un «desprecio», sino como muestra de la determinación de Sánchez de «adaptarse» a lo que venga. «Nosotros vamos a seguir enviando propuestas interesantes al Congreso. ¿Y qué va a hacer Junts? ¿Votar a todo que no?», enfatizan en el entorno del presidente, en el que subrayan cómo la historia de la legislatura es la del intento «a diario» de «persuadir» a los aliados para que sigan en la única mayoría que el Gobierno ve «posible» –la suya– pese a la falta de Presupuestos y las iniciativas encalladas.
«Pedro es un tío estupendo que siempre cae de pie. Pero esto se agota», ironizan al otro lado del tablero, en un Junts que admite haber atemperado su 'no' rotundo a la moción de censura y haber hablado internamente de la posibilidad de dar ese paso con un carácter puramente instrumental; es decir, solo para forzar el adelanto de las generales y con el añadido de que Alberto Núñez Feijóo no encabece la candidatura del PP. Pero fuentes de los junteros también puntualizan, a renglón seguido, que cualquier aproximación a Feijóo «es muy difícil», más aún cuando los soberanistas culpan al líder de los populares de haber presionado a sus pares en la UE para obstaculizar el reconocimiento oficial del catalán. De ahí que la amenaza más verosímil, al menos por ahora, es la de ir ahogando a Sánchez entre la espada y la pared del Congreso y que sea él quien, en último término, se vea abocado a zanjar la legislatura.
Al tiempo que niegan temer una convocatoria electoral ahora, en Junts también recalcan que ellos no son «de izquierdas». Una doble referencia que remite a una de las razones de peso para el latigazo de Puigdemont: el descontento de los alcaldes de Junts ante la impotencia para taponar el auge de Aliança Catalana mientras ellos no rentabilizan el apoyo a Sánchez. Los regidores municipales llevan tiempo con la mosca detrás de la oreja, atemorizados por que el independentismo de ultraderecha de Sílvia Orriols –primera edil, a su vez, de Ripoll– les coma mucho terreno en los comicios locales de 2027. Hay miedo al sorpaso en poblaciones de pequeño y mediano tamaño de la Cataluña más nacionalista, lo que llevó a los alcaldes de Junts a plantear hace unos días la necesidad de un giro hacia las 'cosas del comer' en una reunión con el propio Puigdemont en suelo belga.
El día en que lanzó su amenaza a Sánchez en el Congreso, Nogueras enmarcó su advertencia en un duro discurso en el que rompió el tabú por el que los socios apenas afean al presidente las causas por presunta corrupción –llegó a citar el recurso a la prostitución del exministro Ábalos– y en el que cargó contra medidas económicas como la anunciada subida –luego corregida– de las cuotas a los autónomos. El entorno empresarial ligado históricamente a CiU lleva tiempo inquieto por lo que interpreta como un izquierdismo más acusado de Sánchez. Junts exige al Ejecutivo que desbloquee dos leyes nucleares en su pulso con el radicalismo de Aliança Catalana: el combate contra la multirreincidencia delictiva y contra la okupación ilegal de viviendas.
Los soberanistas buscan situar en el centro de la agenda las cuestiones que traen de cabeza a sus alcaldes y con las que tratan de aplacar el espumeo de Orriols, que descarta, al menos por ahora, concurrir a las generales. Cunde la sensación en los junteros de que no están sabiendo conectar con las pulsiones ciudadanas sobre inseguridad, vivienda o inmigración. Y, por primera vez, los de Puigdemont han optado ya por ir al cuerpo a cuerpo contra Aliança.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión