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Agentes de la UCO en la fábrica abandonada donde apareció el cuerpo de Diana.
Agentes de la UCO en la fábrica abandonada donde apareció el cuerpo de Diana. Efe

«Era como si conociésemos a Diana Quer»

Dos sargentos de la UCO que han participado en la investigación repasan sus sensaciones. «Al ver el cuerpo, me entró una gran tristeza. Me vinieron a la cabeza todas sus imágenes con vida»

carlos benito

Martes, 9 de enero 2018, 09:33

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Los miembros de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil están acostumbrados al trato cotidiano con lo peor del ser humano. En el caso concreto de la sección de Homicidios, Secuestros y Extorsiones, la rutina laboral consiste en una serie despiadada e interminable de sucesos terribles, con la obligación de profundizar en ellos hasta conocer el mínimo detalle. A veces, las atrocidades se acumulan: en septiembre de 2016, cuando acababan de arrancar las pesquisas por la desaparición de Diana Quer, algunos agentes de la UCO tuvieron que multiplicarse para aclarar el crimen de Pioz (Guadalajara), en el que una pareja y sus hijos de 1 y 4 años aparecieron descuartizados y repartidos en bolsas de plástico. Bucear en tantas tragedias acaba modelando de alguna manera el carácter de los funcionarios, hasta dotarlo de una rara combinación de frialdad y empatía, de distanciamiento e implicación.

«El contacto con las familias de las víctimas nos lleva a vincularlo todo con nuestras propias familias: adquieres cierto sentimiento de que es algo propio, algo tuyo, porque muchos casos puedes extrapolarlos a tu situación personal. Tratas de separar el trabajo de la vida lo máximo posible, pero no dejas de pensar que esos hechos que investigas te podrían tocar a ti», reflexiona un sargento de Homicidios, Secuestros y Extorsiones que ha participado durante el último año en la investigación del caso de Diana Quer. Estas sensaciones se disparan en algunos momentos de particular dramatismo, como el de la recuperación del cadáver de Diana, el contrapunto a la euforia del caso resuelto: «Fue como un mazazo emocional, un bajonazo, una cura de realidad. ¡Pobrecilla!», lamenta el funcionario. Uno de sus compañeros, sargento como él, tampoco puede sacudirse aquel recuerdo: «La vi y me entró una gran tristeza. Son muchos meses de investigación y me venían a la cabeza todas las fotos y vídeos de Diana que habíamos visto, todas las imágenes de Diana con vida. En casi todos los casos, empatizas tanto con la víctima y sus allegados que casi llegas a ser uno de la familia. Estudiamos toda su vida y era como si la conociésemos».

Las investigaciones de esta sección de la UCO suelen ser complejas y muy largas. En el caso del crimen de Diana Quer, han transcurrido más de dieciséis meses de viajes constantes a Galicia, donde los agentes trataban de recopilar datos en un entorno poco propicio para sus indagaciones: parroquias y aldeas donde todo el mundo se conoce y basta el acento para delatar al forastero. Se enfrentaban, además, a un sospechoso que no era novato en los enredos con la Policía. «Ya tiene varios delitos a sus espaldas y tomaba muchas precauciones: era una persona tremendamente difícil a la hora de hacer seguimientos y controlarlo. Eso se detecta rápido: hace contravigilancia, da varias vueltas a una rotonda, se para en un arcén, sale inesperadamente en mitad de la autovía...». Algunos de sus vecinos han retratado a José Enrique Abuín, 'El Chicle', como un hombre de escasas luces, pero los agentes no tuvieron en ningún momento esa impresión: «Podrías cuestionar su inteligencia en vista de su nuevo intento de secuestro, pero tiene agilidad mental y, cuando se ve ante una situación comprometida, sabe buscar rápidamente una salida. Es una persona embaucadora, que consigue engañar a la gente con facilidad. No será la persona más inteligente del mundo, pero tonto tampoco», analiza uno de los sargentos.

'El Chicle', tras su detención.
'El Chicle', tras su detención.

¿Nunca pensaron, al ver que la resolución del caso se demoraba, que 'El Chicle' iba a quedar en libertad, sin pagar por su crimen? «¡No, al contrario! A medida que iban avanzando las investigaciones, obteníamos más indicios. Pero estábamos esperando a tener lo suficiente para detenerle con una prueba de cargo, no solo con pruebas indiciarias, y sobre todo teníamos que recuperar el cuerpo de Diana. Los meses pasaban, pero nosotros nos acercábamos cada vez más», asegura uno de los funcionarios.

El trabajo a casa

Su compañero admite algún episodio de desánimo: «Lógicamente, nos dedicamos a esto y siempre pensamos que vamos a esclarecer el caso, sobre todo por la familia. Pero existen altibajos, situaciones de duda en las que hay que apretar los dientes y tirar para adelante. Cuando se archivó el caso, fue un poco mazazo para el grupo, pero no cambió nuestra estrategia, seguimos trabajando igual». Los miembros de la UCO recuerdan cómo aquel sobreseimiento provisional, en abril del año pasado, coincidió con una fase especialmente fecunda de sus pesquisas: «¡Nos pilló en pleno auge investigativo!».

La UCO en cifras

1989 fue el año de fundación de la Unidad Central Operativa, élite de la Guardia Civil.

500 agentes forman parte de la UCO. Son designados por los mandos y han de superar exigentes pruebas. Abundan los licenciados en Derecho y Económicas.

3.000 es el número aproximado de operaciones en las que ha intervenido la UCO, con capacidad para mantener abiertos simultáneamente entre 175 y 200 casos. El 90% se ha saldado con éxito.

35 años es la edad media de los funcionarios que forman parte de la UCO, con un sueldo de entre 1.800 y 1.950 euros, 300 o 400 por encima de la media de los guardias civiles.

Durante el último año, los integrantes del grupo de investigación –como media, unas ocho personas de la UCO, formando equipo con compañeros de Galicia– se han acostumbrado a vivir sin quitarse de la cabeza los interrogantes que rodeaban la desaparición de la joven madrileña, ya que el cerebro no suele plegarse a jornadas laborales: «Los que formamos parte de este tipo de unidades estamos entregados al trabajo. No es que te obsesiones, pero sí te llevas el trabajo a casa: yo los fines de semana suelo viajar y dedico esas horas de camino a pensar, a darle vueltas a qué podríamos hacer, buscando siempre la manera de resolver algo. Tus horas muertas se te van en eso, pero no hasta el punto de no dormir o dejar de hacer tu vida». Tampoco hay manera de evitar que la familiaridad con el mal contamine de algún modo la propia vida: «Lo tienes en cuenta muchas veces: cuando tu mujer sale a correr, por ejemplo, te acuerdas de algunos hechos que investigas. Pero intentas llevarlo de la manera más natural posible».

«Nuestro trabajo es un mundo –concluye uno de los sargentos–. Ayer mismo estaba volviendo a Madrid desde Galicia e iba pensando en los otros casos que tenemos por resolver. Por desgracia, siempre hay».

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