El siluro amenaza la pesca de toda la vida en Extremadura
El enorme y voraz pez invasor prolifera en la cuenca del Tajo a costa de las especies clásicas de la región como barbos, bogas, carpas o truchas
Un metro de longitud, cerca de cien kilos de peso, capaz de poner 300.000 huevos y vivir hasta los 40 años. Y se come ... todo lo que pilla. Y es feo como pocos, a criterio de algunos pescadores. Es el siluro, «el mayor desastre ecológico que ha habido en nuestra región en toda su historia», sitúa el presidente de la Federación Extremeña de pesca, que lanza una advertencia: «O le paramos los pies o acabará con toda nuestra pesca autóctona».
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Considerado una especie invasora, el enorme y voraz pez, un depredador en toda regla, se está expandiendo por la cuenca del Tajo, y lo está haciendo a costa de las especies que se han pescado toda la vida en la comunidad autónoma, como el barbo, la carpa, la boga o la trucha.
«Hay que evitar a toda costa que entre en el Guadiana, porque sería un desastre», apunta Miguel Bonifacio, que vio su primer siluro hace casi dos décadas. «Fue en el año 2005 –recuerda el dirigente federativo–. Un pescador que solía ir al embalse de Rosarito, que vierte al río Tiétar, me comentó que tenía en casa un pez rarísimo, fui a verlo al salir de trabajar, y sí, era un siluro».
«Es el mayor desastre ambiental que ha habido en Extremadura en toda su historia»
Miguel Bonifacio
Presidente de la Federación Extremeña de Pesca
«Tenemos constancia oficial de su presencia en el embalse de Alcántara en el año 2008», confirma César Fallola, jefe de sección de Pesca y Acuicultura de la Dirección General de Gestión foresta, caza y pesca de la Junta de Extremadura y responsable del Centro de acuicultura Vegas del Guadiana, en Villafranco del Guadiana. «Sabemos que hay siluros en los embalses de Valdecañas, Rosarito, Torrejón-Tiétar, Cedillo o Gabriel y Galán, está pendiente de confirmación oficial aunque damos por hecho su presencia en los de Borbollón y Baños de Montemayor, y se habla de que también lo hay en el embalse de Jerte-Plasencia». Un pescador de esta última zona lo confirma. «En uno concurso de pesca nocturno celebrado recientemente, se sacaron más de veinte siluros pequeños», detalla.
Los intentos de frenarle
«No tenemos constancia oficial de su presencia en la cuenca del río Guadiana, y se rumorea que puede haberlos en Alqueva», amplía Fallola, que destaca «la gran pérdida de biodiversidad que supone la presencia de siluros». «En Mequinenza (Zaragoza, río Ebro), se comen entre ellos porque ya no hay más especies, han acabado con todas las demás», ilustra el jefe de sección.
Él conoce bien el trabajo desarrollado en estos últimos años por parte de la administración para intentar frenar la expansión de estos invasores. «Ese trabajo tiene tres ejes: desmotivar su pesca, controlar poblaciones con capturas selectivas y también masivas, e implicar a otras administraciones», desgrana Fallola. «Con la Fundación La Caixa –detalla– desarrollamos un proyecto piloto de control y erradicación de especies piscícolas invasoras, y otro de ensayo de artes de captura que en el caso del siluro realizamos en el embalse de Arrocampo y demostró que el método más efectivo es el trasmallo».
«Tenemos constancia oficial de su presencia en el embalse de Alcántara en el año 2008»
César Fallola
Jefe de sección de Pesca y Acuicultura en la Junta de Extremadura
«Lo ideal hubiera sido externalizar el plan de control y erradicación, pero no se llegó a hacer», explica el responsable del centro de Villafranco, que destaca también que «a nivel institucional, se han emprendido acciones para desmotivar la pesca de siluros, instando a la prensa a eliminar toda referencia que pudiera ayudar a expandir la especie».
«Ya no suben fotos con ellos»
Se refiere por ejemplo a la difusión de esas fotos que durante años subieron algunos pescadores a sus redes sociales, posando con siluros enormes. Aún hay quien lo hace, pero ya son minoría. «Solo lo hacen pescadores sin conocimiento, el verdadero pescador sabe perfectamente que el siluro es la mayor amenaza que hay ahora mismo para este deporte», apunta Miguel Bonifacio. «Esos pescadores que hace diez años posaban orgullosos con siluros de dos metros, hoy se llevan las manos a la cabeza porque saben que esa especie es la culpable de que ya no sean capaces de pescar un barbo», ilustra el presidente de la Federación, que conoce bien la historia de por qué hay siluros en Extremadura.
El primero lo introdujo en 1974 en el embalse de Mequinenza Roland Lorbowski, un biólogo alemán que quería poder pescar esta especie, típica de Centroeuropa y originaria de ríos como el Danubio. A partir de este pantano aragonés, el siluro se expandió agua abajo a través del Ebro. Y luego, los pescadores lo llevaron al resto de cuencas del país.
«El que tenemos aquí es el de la familia centroeuropea, una de las tres que se separaron al nacer los continentes (las otras son los ictalurus americanos y los clarias africanos)», explica José Martín Gallardo, profesor del área de Ecología de la UEx. «El siluro –continúa– tiene una ventaja frente a otros peces, y es su carácter depredador. Los peces de agua dulce se alimentan de larvas de insectos, de plancton, del limo que rodea a las piedras o las plantas, pero no de otros peces, no hay depredadores puros. Excepto el siluro, que sí se comporta como un depredador piscívoro, que come a otros peces. Y tiene otra característica que le diferencia de los demás peces: la flexibilidad enorme de su dieta. Come de todo: larvas de insecto, peces grandes, cangrejos de río, roedores, incluso pega saltos fuera del agua para comerse crías de aves».
«Es el único pez de agua dulce que se comporta como un depredador, y come de todo»
José Martín Gallardo
Profesor del área de Ecología de la UEx
«A un humano no lo atacaría en ningún caso», tranquiliza Martín, que apunta también que los siluros son mucho más activos por la noche que por el día. «Tienen unos ojos muy pequeños, y no necesitan la luz para orientarse ni para cazar, porque se valen de las barbillas, que en ellos es un órgano sensorial muy potente. Tienen el sentido del gusto en las barbillas y parte de la cabeza, lo que los permite activarlo sin necesidad de llevarse la captura a la boca. Y tienen un órgano especial que amplifica el sonido en la vejiga natatoria, de modo que escuchan sonidos a mucha distancia».
Martín aporta un último dato. Es cuanto menos llamativo: el siluro más grande conocido se pescó en Centroeuropa en el año 1949. Medía cinco metros y pesaba 300 kilos. O sea, una bestia.
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