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Las tres asociaciones que defienden los intereses de las empresas forestales extremeñas (Aeefor, Extrefor y Aremex) coinciden en la necesidad de crear un banco ... regional de dióxido de carbono (CO2), como un modo de sacar más rendimiento económico a los bosques de la comunidad. Además, ponen sobre la mesa una segunda medida: la imposición del «céntimo forestal», un impuesto que grave a quien contamina y se reinvierta en los montes de la región.
Hay que recordar que los árboles tienen la capacidad de absorber y almacenar el dióxido de carbono a través de la fotosíntesis, y que esta propiedad ayuda de forma natural a compensar las emisiones de carbono que tanto han aumentado en las últimas décadas, principalmente por la actividad industrial y el uso de combustibles fósiles. El incremento de esas emisiones está relacionado con fenómenos globales como el cambio climático, por lo que su reducción es desde hace años un objetivo compartido por administraciones e instituciones de todo el mundo.
Francisco Castañares
Presidente de Aeefor
En este contexto, quienes mejor conocen el monte o lo tienen como oficina habitual o materia de estudio, inciden en las virtudes de aprovechar de modo racional y equilibrado su capacidad de actuar como sumidero de CO2. «La tonelada métrica de carbono se está pagando a 60 euros, y sin duda triplicará su precio en los próximos años», vaticina el presidente de Aeefor (Asociación Extremeña de Empresas Forestales y del Medioambiente), que añade que «la capacidad de absorción de carbono de los montes extremeños (variable según la especie o la edad del ejemplar, entre otras características) se puede fijar, en términos generales, en unas dos toneladas métricas por hectárea y año».
«El más importante recurso económico que podremos obtener de nuestros bosques es inventariarlos, y aprovecharlos y ponerlos en valor comercializando su capacidad de absorción de carbono«, propone Francisco Castañares. En su opinión, los bosques extremeños »pueden movilizar por esta vía unos recursos que no generan ni la madera ni la biomasa, y que serían suficientes por sí mismos para mejorar muchísimo la gestión de nuestros montes, mantenerlos en magnífico estado y procurar ingresos económicos a sus propietarios o titulares«.
Enrique Julián
Director técnico de Aremex y Extrefor
«La creación de un banco autonómico de CO2 que aglutine el potencial de la región es el mejor instrumento para optimizar sus rendimientos, acceder al mercado global y procurar beneficios en las comunidades rurales y sus espacios forestales», propone el presidente de Aeefor, que apunta también que «el negocio en torno a esta capacidad de los bosques ya lo han visto las energéticas más importantes de España». Algunas de ellas «están aprovechándolo para explotar los monte en su propio beneficio, apartando de él a sus titulares o propietarios, que deberían ser sus verdaderos beneficiarios».
Fernando Pulido
Catedrático de la UEx
Lo que hacen algunas de estas grandes compañías es compensar la huella de carbono que genera su actividad principal comprando créditos de carbono a los titulares de bosques que han certificado esta capacidad de absorción en sus propiedades. Hay quien enmarca algunas de estas prácticas por parte de multinacionales en el denominado 'Greewashing', que puede traducirse como 'lavado de imagen verde' y que se basa en contrarrestar la imagen negativa de las prácticas contaminantes con acciones que ayudan a que el consumidor asocie la marca a la sostenibilidad medioambiental.
«Debería crearse el sistema extremeño de compensación de emisiones, como existe en Andalucía», sugiere Enrique Julián, director técnico de Aremex (Asociación Regional de Empresas Madereras de Extremadura) y de Extrefor (Asociación Extremeña de empresas de obras y servicios forestales y medioambientales). Él propone que siguiendo las máximas de gravar a quien contamina, y compensar a quien depura, se establezca también «un céntimo forestal». «Lo pagarían las empresas contaminantes y se invertiría en mejoras para los bosques», plantea Julián.
Desde la Universidad de Extremadura, Fernando Pulido ve en la capacidad de absorción de carbono de los bosques extremeños «una opción de alto potencial, pero que puede utilizarse tanto bien como mal». «Hay en la actualidad -explica-, una tendencia defendida por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, que prioriza que los proyectos de 'carbon farming' o secuestro de carbono se realicen a través de plantaciones ubicadas prioritariamente en zonas incendiadas o desarboladas. En Extremadura se están primando las zonas incendiadas, y estos proyectos se desarrollan en zonas de alto riesgo de incendios forestales como Sierra de Gata o Las Hurdes«.
En estas dos comarcas «se están haciendo y se van a seguir haciendo la mayor parte de estos proyectos, porque así lo prioriza el Ministerio», contextualiza el profesor del Grado de Ingeniería Forestal y del Medio Natural de la UEx y coordinador del proyecto Mosaico. Esta iniciativa toma su nombre del tipo de paisaje que propone, basado en la diversidad de especies, las discontinuidades en el paisaje y los cultivos productivos, como métodos para luchar contra los incendios e impulsar las economías locales, una forma también de plantar cara a la despoblación.
En línea con este planteamiento, él considera que «en lugar de captar carbono con plantaciones intensivas de mil árboles por hectárea o incluso más, y pocas especies, los proyectos de secuestro de carbono deberían erigirse como oportunidades para crear un paisaje resiliente, en mosaico».
«Esto -explica el profesor- parte de la evidencia científica publicada en numerosos artículos en todo el mundo, que predice que si seguimos plantando a diestro y siniestro, la famosa cifra de los tres billones americanos de árboles que se quieren plantar en Europa hasta el año 2030, lo que crearemos serán paisajes ideales para nuevos incendios».
Como ejemplo de buena práctica siguiendo este planteamiento, el experto cita «un proyecto que tenemos en Las Hurdes, en el que plantaremos un 30% de pinares, un 30% de alcornocales y castaños, y un 30% de otras especies». «En definitiva -plantea Fernando Pulido-, si lo que hacemos es utilizar la herramienta del carbono no solo para maximizar el beneficio empresarial sino teniendo presente el beneficio global, incluyendo a la sociedad local, y creamos paisajes más resilientes ante los incendios, la herramienta es perfecta. Si por el contrario, la utilizamos como promueve Europa y como se está haciendo hasta ahora, esto es, haciendo plantaciones masivas de pocas especies de crecimiento rápido y en altas densidades, lo que haremos probablemente es generar los incendios del futuro».
«Los árboles con mayor capacidad de absorción y almacenamiento de carbono son los más jóvenes, los que tienen hasta 25 años, por lo que deberíamos adaptar los turnos de aprovechamiento de los árboles a esta realidad». Es la propuesta de Francisco Castañares, que explica que «a partir de los 25 años, aunque hay variaciones según la especie, los árboles se convierten en almacenes de CO2, pero ya no incrementan de forma significativa su capacidad de arborción». «Si adaptamos los turnos de aprovechamiento a las edades más adecuadas en los que bosques que se determine, mejoraremos mucho nuestras capacidades de almacenamiento de carbono, y podremos disponer de mucha más cantidad de biomasa para abastecer a los mercados», plantea del presidente de la Asociación Extremeña de Empresas Forestales y del Medioambiente. «Y esto -concluye- supondrá incremento de las rentas, crecimiento de la economía forestal, generación de empleo y de actividades para las empresas forestales de la región».
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