Carlos de Hita
«El parque es casi como mi casa, no he dejado de ir desde mi primera vez en él, en 1977», dice el experto, que conoció el lugar gracias a Jesús Garzón
Impresiona el sonido de un grupo de más de cien buitres leonados peleándose por la carroña; sus gritos, gruñidos y cacareos, los chillidos y el ... chasquido de sus picotazos sobre los huesos descarnados. Están en 'Parques nacionales. Paisaje sonoro' (Anaya Touring), el último libro de Carlos de Hita, el referente español en la grabación de los sonidos de la naturaleza. La obra es texto, fotos y sonidos accesible mediante códigos qr contenidos en las páginas. Los hay de los 16 parques nacionales, entre ellos Monfragüe, un sitio especial para de Hita, que además de grabar sonidos, es guionista, documentalista y divulgador en medios de comunicación. Fue él quien grabó los sonidos de los centros de interpretación del parque.
–¿Qué caracteriza los sonidos de Monfragüe?
–Para mí, dos concretos: las llamadas de los búhos reales en las noches de invierno, en la Portilla del Tiétar o en el Salto del Gitano, cuando no se oye nada más. Y el otro son las grullas sobrevolando el Tajo y el Tiétar camino de las dehesas del sur. Y añado un tercero: el bramido del ciervo en celo durante la berrea.
–¿Recuerda la primera vez que grabó en el parque extremeño?
–Sí. Y recuerdo la primera vez que estuve en él. Fue en la Semana Santa del año 1977. Yo tenía 19 años. Entonces, ni siquiera se llamaba Monfragüe. Estaban el castillo y la ermita, y poco más. Fui con Jesús Garzón (fallecido recientemente, considerado el 'padre' de Monfragüe, porque frenó el proyecto de plantación de eucaliptos y su llamada de atención propició la protección del lugar). Estuve con él en Monfragüe antes de que yo supiera qué era un micrófono. Y desde entonces, he vuelto constantemente. Con y sin micrófonos. Las primeras grabaciones fueron en la dehesa de Las Cansinas (hoy una finca de la Junta de Extremadura), sobre 1987 ó 1988.
«El más emblemático de los sonidos es la llamada nocturna de los búhos reales en las portillas»
–Y dice que ha seguido viniendo...
–Sin parar. Por unas razones o por otras: a grabar, a pasear, a la FIO (Feria Internacional de Ornitología)... Publiqué un cd con los sonidos del parque hace años. Monfragüe es casi como mi casa. Es como si fuera mi territorio de campeo.
–¿Es el parque nacional que más ha visitado de los 16 españoles?
–El segundo, tras el de la Sierra de Guadarrama, que es el que más visito porque vivo en él, en Valsaín. También voy con frecuencia a Doñana. Son los tres que más frecuento.
–¿A quién ve cuando visita Monfragüe y dónde se aloja?
–Me veo con los animales del parque (sonríe). Procuro estar en soledad, no molestar y que nadie me moleste. Hago un trabajo que requiere mucha espera y paciencia. Y en cuanto a dormir, depende de lo que vaya a hacer. Si voy a la FIO, en la hospedería. Si voy de visita, en algún hotel. Pero he dormido mucho al raso, haciendo vivac (sin tienda de campaña, al aire libre), en el monte y en sitios que son observatorios. Me gusta mucho dormir en el campo, porque disfruto grabando los sonidos nocturnos. He pasado muchas noches bajo las estrellas.
–En los últimos años se ha puesto de moda en Monfragüe la berrea, un espectáculo natural que es más para oír que para ver...
–La berrea es el espectáculo natural más sonoro y agreste, y efectivamente, es para ser escuchado. Puedes ver a los animales, pero tiene la peculiaridad de que es un espectáculo muy nocturno, que se da sobre todo a primera hora de la noche y antes de que amanezca. Cuando es de noche y la vista no vale para nada, el oído lo cuenta todo. Y además, es un espectáculo seguro, en el sentido de que si vas por la noche en las fechas apropiadas, lo vas a oír. Con los de otros animales, te puede costar, pero este, no. La berrea sorprende a quien no la conoce. Es verdad que se ha puesto de moda y hay un turismo de berrea, y me parece muy bien que exista, porque acerca este espectáculo natural a la gente.
–Si tuviera que elegir un par de sonidos preferidos de Monfragüe, ¿cuáles serían?
–Para mí, el sonido de Monfragüe es el de los búhos reales por las noches en las portillas. Es el sonido emblemático del parque.
«Monfragüe tiene dos problemas principales: la falta de conejos y la seca»
–En su libro, habla de las amenazas que acechan a los parques nacionales. Hay algunas que son genéricas, o sea, que afectan a los 16, ¿pero las hay también específicas de cada parque, y cuáles son las de Monfragüe?
–Las hay genéricas, sí, y otras que afectan a cada parque nacional español. De entrada, entiendo que hay que considerar que la declaración de parque nacional no es un punto de llegada, sino de partida, que te permite empezar a gestionar los problemas y amenazas que afectan a cada lugar. Monfragüe tiene dos problemas principales, compartidos con Cabañeros. El primero es la falta casi absoluta de conejos, que son el soporte alimenticio de casi cualquier carnívoro, de linces, águilas reales... Si no hay conejos, al resto de cadena trófica le va mal. Este problema ayuda a explicar por qué en Monfragüe no hay linces. Bueno, hay uno, 'Pintxo', pero no puede procrear, con lo cual, no va a ayudar a reintroducir la especie en la zona. Y el otro problema es la seca, el síndrome que afecta al arbolado y que son muchos problemas a la vez: escarabajos, hongos, la Phytophthora...
–Lleva media vida grabando sonidos de la naturaleza. ¿Le siguen quedando ganas, no empieza a querer hacer otras cosas?
–En noviembre hará 40 años que empecé a grabar, y tengo 65, así que llevo casi dos tercios de la vida. He vivido muchos episodios, lo he pasado muy bien, he disfrutado de espectáculos naturales en primera fila, para luego contarlos en libros, en cedés o en los medios de comunicación. Y esto me sigue fascinando. Todavía no hay nada que me emocione más que enfrentarme a un animal o a un paisaje y escucharlo como si me lo estuvieran contando al oído. Mañana me voy a grabar urogallos (en los Pirineos franceses). Sigo en activo, en el campo y en la comunicación, grabando para contar.
–Dice que ha dormido mucho al raso. ¿No se ha llevado sustos?
–No. Bueno, en el volcán de La Palma, con alguna explosión. Pero la verdad es que no tengo historias truculentas que contar en este sentido. Lo más que te puede pasar en una noche al raso es que pases frío, o que te arriesgues de más si es junto a un acantilado. Para mí, la naturaleza es un lugar de paz, que te avisa con antelación si hay algún peligro. La naturaleza es sosiego y quietud.
–¿Cuántos cantos de aves es capaz de reconocer?
–Muchos. No sé cuántos, así que prefiero no dar una cifra. No me lo he planteado nunca.
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