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«Si todo el mundo arrima el hombro, seremos una de las regiones más prósperas»

«Si todo el mundo arrima el hombro, seremos una de las regiones más prósperas»

El escritor Javier Cercas llamó la atención sobre la necesidad de no dejar la democracia en manos solo de los políticos

REDACCIÓN

Domingo, 8 de septiembre 2019

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«Esta tierra tiene lo que hay que tener para convertirse, más pronto que tarde, si todo el mundo arrima el hombro, en una de las comunidades más prósperas de España». Lo dijo anoche Javier Cercas, el escritor de Ibahernando (Cáceres) elegido para cerrar el acto conmemorativo de la Comunidad, celebrado en Mérida.

Agradeció a Fernández Vara que fuese un ciudadano y no un político quien diera el discurso final en el Teatro Romano y, por eso, aunque habló mucho de política, el mensaje se lo dirigió a los extremeños.

«No podemos dejar en las manos exclusivas de los políticos nuestros grandes problemas. No puede estar solo en sus manos la decisión de si acabamos de cargarnos nuestro planeta o intentamos dejarles a nuestros hijos y a nuestros nietos algo que no sea un montón de humo, de basura y de cenizas. No podemos permitir que sean los políticos solos quienes decidan cómo conseguir que unos malnacidos dejen de matar a diario a sus mujeres o cómo conseguimos que las mujeres dejen de ser las esclavas de los hombres, que es lo que han sido desde el principio de los tiempos», dijo Cercas, llamando la atención en la necesidad de que los ciudadanos se impliquen en el futuro de Extremadura, de España y de Europa.

«El proyecto político más ambicioso y necesario de nuestro tiempo es una Europa unida y federal»

«Soy partidario feroz del aburrimiento en política, las aventuras me encantan pero en la vida privada»

«En Ibahernando hoy viven poco más de quinientas personas, el resto hemos invadido el mundo»

Sobre esto último, el escritor afirmó que una Europa unida y federal «es el proyecto político más ambicioso y necesario de nuestro tiempo, el único -añadió- que puede preservar la concordia, la prosperidad y la democracia no solo en España, sino en todo nuestro entorno».

Tareas para las que, dijo, se necesitan a los políticos y a los partidos, pero también a los ciudadanos. «Hay que arrimar el hombro, cada uno en su sitio y a su manera, según sus necesidades y sus habilidades y sus posibilidades, pero sin eludir la responsabilidad que, nos guste o no, todos tenemos, y sin olvidar que, en cuanto das por hecha la democracia, ya la estás poniendo en peligro».

«Voto siempre»

Antes de esto, habló en primer persona de su interés por la política, que no por los partidos políticos, sobre los que dijo que nunca había estado afiliado a ninguno ni tenía intención de hacerlo ahora. Afirmó que vota siempre «en todas las elecciones habidas y por haber», lo hace «porque sé que, si no voto yo, votan por mí, y prefiero equivocarme por mi cuenta que acertar por cuenta ajena».

Entre confesiones, desveló que era un votante de izquierdas y, dirigiéndose a Fernández Vara, apostilló: «Pocas veces soy su simpatizante». Se proclamó defensor de la democracia, si bien dijo que estaría dispuesto a votar a la derecha, si alguien le convenciera de que puede crear una sociedad mejor para todos.

Y afirmó que, en política, huye de los experimentos. «Soy un partidario feroz del aburrimiento en política, de un aburrimiento escandinavo, o como mínimo, suizo. Las aventuras me encantan, sí, pero en los libros, en el cine y, en general, en la vida privada» y -prosiguió- «cuando la política se llena de pasión, emociones y aventuras, como nos ha ocurrido a los catalanes en los últimos años, ya puedes ir preparando las maleta, o poco menos».

Se reconoció catalán y «extremeño del montón», un emigrante más que con cuatro años se marchó de su pueblo. Precisamente, este desarraigo, que calificó de geográfico, despertó su vocación literaria, junto con la pérdida de fe que le produjo leer demasiado joven a Unamuno.

Con su pueblo, ilustró perfectamente el problema de la emigración en Extremadura. «Cuando vuelvo a casa de mi madre, en Gerona, después de haber pasado unos días en París, en Londres o en Nueva York, mi madre no me pregunta por los chalecos amarillos, o por el Brexit o por Donald Trump; la pregunta que siempre me hace es la siguiente: '¿Qué, Javi, a quién has visto de Ibahernando?'». A renglón seguido explicó: «En Ibahernando, al terminar la guerra, vivían más o menos 3.500 personas; hoy viven poco más de quinientas: el resto hemos invadido el mundo».

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