El mítico circo que agota sus días junto a la N-523
El Circo Indian, surgido en el siglo XVIII, ha aparcado definitivamente junto a la carretera Cáceres-Badajoz mientras la artista Bertilde Florbela le da el relevo a sus dos hijas y ella se recupera para volver a la carpa a sus 67 años
Bela tiene 67 años y duerme en un hogar rodante. Es un camión que ha sido habilitado para personas, pero hasta hace unos años ahí ... dentro vivían una pitón reticulada y varios cocodrilos. «La serpiente en su terrario ocupaba el espacio delantero y la piscina de los cocodrilos la parte trasera. La pitón se llamaba Cleo, la crié prácticamente en mi bolsillo. Los cocodrilos uno se llamaba Nilo, otro Jessi... a los cocodrilos les ponía a veces el nombre de mis hijos, pero ya no vamos con animales porque daban problemas. También teníamos caballos y leones, pero hubo que regalarlos todos», relata con una naturalidad pasmosa y algo de nostalgia Bertilde Florbela, mujer portuguesa –de nombre artístico Bela– y leyenda del circo afincada en Extremadura. En una parcela adquirida en 2023 junto a la N-523 se recupera de su hombro con la idea de regresar a la carpa.
Quienes conducen por esa carretera que une Badajoz y Cáceres habrán visto unas caravanas y camiones rotulados con unas letras rojas: Circo Indian. «Vivimos aquí porque en un piso no puedes tener los camiones en la calle. Además, estamos al aire libre, que es lo que nos gusta». Cuando al atardecer su hija Jessi, de 24 años, se cuelga de la torre donde ensaya sus números aéreos con el ruido fugaz de fondo de cada coche que pasa, la escena se vuelve una secuencia que podría haber filmado Bigas Luna o el mismísimo David Lynch. El espectáculo más maravilloso del mundo resiste en Extremadura junto a un arcén mientras piensa en cómo adaptarse a los nuevos tiempos.
Contorsionista con siete años
Ese vallado de media hectárea es ahora el hogar de Bela, la lisboeta matriarca de la familia Vilhena, una artista que ha recorrido medio mundo –Bélgica, Francia, Holanda, Alemania, Angola, Mozambique, Camerún...– todavía entregada al show y que cuando le preguntan qué futuro cree que le espera al circo se pone seria. «No quiero ni pensarlo», contesta.
De momento, el mítico circo Indian ha llegado a su final aparcando a doce kilómetros de Badajoz, pero todo sus trastos aún sirven para próximos espectáculos, de ahí que la familia siga entrenando.
En España calculan que habrá en torno a treinta circos, pero pocos como el de Bela, que se remonta a sus tatarabuelos. «Estamos hablando de que empezaron allá por el siglo XVIII. Yo desde que tengo memoria ya me recuerdo viviendo y trabajando en el circo. Tenía siete años cuando empecé a trabajar. Mi padre no me dejaba antes porque decía que primero estaba el colegio, pero yo en clase me imaginaba en la pista del circo».
Bela debutó como contorsionista, a lo cual atribuye las lesiones actuales. Pero a lo largo de seis décadas de carrera también ha sido trapecista y payaso. En su última etapa hacía magia. «Durante una función en un número de evasión (con 65 años) tenía que subir a la cúpula del circo con los brazos y me saltó un tendón, pero espero volver pronto», explica mientras su hija calienta para subirse a la torre anclada a la parcela y que se plegará en un remolque en cuanto surja algún bolo.
Los cinco hijos actúan
Hoy es imposible hablar de circo sin entregarse a la nostalgia y sin entender sus códigos, como esa frase acuñada que habla de 'la gran familia del circo'. Bela la defiende con hechos. Su yerno procede del circo Quirós y el circo Alaska que estos días está acampado en la feria de Badajoz es de uno de sus tíos. Además de Jessi y Debora, Bela tiene tres hijos más. Los cinco se ganan la vida bajo la carpa. César, el mayor con 48 años, y hace aéreos como su hermano Hans, mientras que Angelo y su mujer asombran al público con sus 'quickchange' (cambio de ropa rápido).
«Lo más normal es nacer en el circo y dedicarte al circo», sentencia la artista portuguesa afincada en Badajoz. Y entonces cuenta cuando una sus hijas dudó y le planteó hacer un paréntesis para estudiar por si llegaba un momento de su vida en que deseara abandonar el circo y tener así una alternativa. Pero la madre le dijo que debía escoger una cosa u otra para poder hacer bien aquello a lo que se dedicara sin quedarse a medias. «Y elegí el circo» –completa con una sonrisa de satisfacción Debora, su hija de 31 años, hoy gimnasta aérea, especialista en hula hops, antipodista (malabares con los pies) y equilibrista con espadas. Entrena una hora al día porque los números ya los hace con seguridad, pero antes dedicaba tres horas.
Su hermana Jessi, la menor de los cinco, empezó como la payasa Patabrisca, luego fue malabarista y desde hace dos años está volcada con varios números aéreos. Las dos temen al error en directo, pero la mayor pesadilla entre la gente del circo, dicen, es un temporal que raje o tire abajo la carpa. «Si le pasa algo es como si nos quitan la vida», declara Jessi.
Un nuevo formato más versátil
Aunque las tres mujeres saben que el formato del circo tradicional se acerca al ocaso porque hoy día existen demasiados entretenimientos, los niños se quedan deslumbrados ante un móvil «y cada circo ambulante tiene cada vez menos personal y recursos», en las tres prevalecen los recuerdos bonitos. Bela sitúa la época dorada de su larguísima vida profesional allá por los años setenta, cuando tenía unos 16 años. Se acuerda de llegar a las ciudades y empezar un goteo de gente que quería ver los animales y preguntaban precios como antesala de un mes entero llenando.
Su hija pequeña también describe imágenes ya de este siglo XXI que sabe no volverán. «Mi recuerdo más antiguo es llegar a los pueblos, ver a mis padres montar el circo y la gente acercándose a mí curiosa preguntando por mi tipo de vida. Pero esos recuerdos con el tiempo se van desvaneciendo».
Bela está a punto de darle el relevo a sus dos hijas, que el mes que viene ya debutan con Producciones Hermanas Vilhena (en España Villena). Aunque su show conservará la esencia del circo tradicional, el proyecto es mucho más versátil y se adapta a la demanda actual. «Queremos llevar un espectáculo más variado con música, baile, algo temático... Por ejemplo, podemos sacar un espectáculo más picarón dirigido a los adultos, o bien otro inspirado en videojuegos para adolescentes y otro año dedicarlo a los niños, pero mezclando el circo con una historia. Si hay unas hadas que vuelan pues damos entrada a un número aéreo para hacerlo más mágico», pone por caso haciendo valer otra frase muy presente en la vida errante que han elegido, la de 'el espectáculo debe continuar', una máxima que sigue viva mientras a sus espaldas las letras rojas del Circo Indian se empeñan en no desteñir bajo el sol de Extremadura.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión