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Nicanor Pescador, en su olivar de Villar que ha arrasado el fuego. A. B. H.

Un mes después del incendio de Jarilla: «No conseguimos sacudirnos la pena de encima»

Los vecinos de las localidades afectadas por el fuego piden ayuda para sobreponerse al mayor incendio forestal registrado en Extremadura

Ana B. Hernández

Sábado, 13 de septiembre 2025, 07:56

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En Jarilla nadie mira ya igual al pico Cabeza del Santo, el que corona su sierra. En ese punto exacto, visible desde cualquier lugar de la localidad y de las vecinas Villar de Plasencia y Cabezabellosa, cayó la tarde del 12 de agosto el rayo que generó apenas un minuto después una columna de humo negro y, al poco, las primeras llamas del que sería, aunque entonces no se sabía, el mayor incendio forestal registrado en Extremadura.

Más de 17.000 hectáreas arrasadas de tres comarcas del norte cacereño –Trasierra, Jerte y Ambroz– que han entristecido el paisaje y afligido a quienes lo habitan. «Nada es igual desde el incendio, no logramos sacudirnos la pena de encima», resume Ángel Peña, alcalde de Jarilla.

Un mes después de que ese rayo cayera en la Cabeza del Santo, la vida de los vecinos de las localidades afectadas por el fuego, muchos de los cuales se vieron obligados a dejar sus casas y otros más a encerrarse en ellas, sigue marcada por las llamas.

«El negro que rodea el pueblo te impide olvidar el incendio», reconoce Juan Manuel Serrano, vecino también Jarilla. «La intranquilidad sigue presente. Sabemos que tenemos que volver a la normalidad, que no hay otro camino, pero aún está todo reciente, las consecuencias son palpables, porque nada está igual que antes».

Juan Manuel Serrano muestra una vivienda destruida por las llamas en Jarilla. A. B. H.

Nicanor Pescador sigue tratando de contener las lágrimas cada día cuando entra en su olivar. «Se ha quemado entero. Yo lo sabía antes de que nos permitieran regresar al pueblo, me lo habían dicho, pero al verlo me quedé helado, todavía hoy me sigo emocionando».

Ni uno solo de sus más de treinta olivos sigue en pie. «Tenían cientos de años, el tronco de alguno no lo podíamos abarcar casi ni uniendo tres personas los brazos, y yo sé que ya no volveré a ver nunca más el olivar como estaba, que cuando vengan las lluvias el verde volverá a la finca, pero los árboles no», cuenta desolado mientras recorre el terreno repleto de cenizas y sortea los troncos y ramas de los olivos arrasados.

«Era la única finca que no me había dado tiempo a limpiar, el pasto seguía en el suelo y eso es gasolina para las llamas», lamenta también este vecino de Villar de Plasencia a sus 78 años, que volvió cada día de evacuación al pueblo para dar de comer a los animales que tiene en otras fincas «y hacer lo que fuera preciso para que no se quemaran».

Florencio García no se lo pensó cuando a las cuatro de la mañana del día siguiente al inicio del fuego en Jarilla le llamaron quienes se habían negado a evacuar el pueblo para decirle que las lamas llegaban a su nave. «Subí corriendo, tenía que salvar a mis cabras, son el sustento de mi familia y no podía perderlas».

«Ya hemos perdido los cerramientos, las alpacas, los pastos de la dehesa boyal... Ya hemos perdido mucho y necesitamos ayuda a para sobreponernos a esto. Dicen que vamos a tener esa ayuda y confiamos en que sea así, pero hoy seguimos sin ella».

Voluntarios

La alcaldesa de Villar de Plasencia, María José Pérez, lleva días recogiendo las peticiones de quienes esperan esas ayudas que les permitan recuperar algo de lo perdido y paliar la frustración y la impotencia que aún sienten los vecinos. «Y también la incertidumbre, la hay y va a más, porque aquí todo el mundo, más o menos, se ha quedado sin algo por el fuego y quieren saber cómo se van a cubrir sus pérdidas».

«Necesitamos que lleguen las ayudas económicas porque hemos tenido muchas pérdidas, pero también otras medidas para tratar de evitar que lo ocurrido se vuelva repetir, porque esto nunca antes lo habíamos vivido», reclama Juan Manuel Serrano y el resto de vecinos y alcaldes consultados. «Antes se tocaban las campanas del pueblo cuando comenzaba un fuego y todos nos uníamos y nos poníamos manos a la obra para acabar con él cuanto antes, y lo conseguíamos».

Florencio García, ganadero de Jarilla, reclama que lleguen las ayudas anunciadas. A. B. H.

No tienen palabras para agradecer la labor de los centenares de efectivos que han trabajado mañana, tarde y noche durante diez días consecutivos para salvar sus casas e impedir que las llamas asolaran los pueblos. «Cuando pienso en sus caras después de una noche de trabajo, se me siguen saltando las lágrimas», dice Ángel Peña.

«Pero podemos ayudar», defiende Florencio García. «Nosotros nos hemos criado aquí, conocemos el monte como la palma de nuestra mano, podemos guiar a los efectivos». Juan Manuel Serrano cree necesario que, además de abrir y ampliar los cortafuegos, de permitir quemas controladas, de mejorar las pistas de acceso a las cumbres, se cuente con los vecinos. «Entendemos el peligro, pero sería bueno que en cada localidad se formara a algunos para acompañar a los bomberos; ellos saben cómo apagar las llamas, cómo hacerles frente, pero nosotros conocemos mejor cómo llegar a ellas». «En un fuego –apunta Florencio– los primeros minutos, las primeras horas, son oro».

Los vecinos de las localidades afectadas por el fuego de Jarilla no quieren que se olvide lo ocurrido. «Es preciso que de verdad haya un antes y un después, no solo en la unidad y solidaridad demostradas, sino en las medidas y actuaciones que hay que llevar a cabo», afirma María José Pérez. Nadie en los pueblos duda de que la limpieza del monte y las fincas es un requisito imprescindible. «En un terreno desbrozado las llamas no llegan a las copas de los árboles», indica Juan Manuel Serrano.

«Pero la limpieza no llega cuando ya no hay ganado que se coma los pastos ni casi quien atienda las fincas». La alcaldesa de Villar de Plasencia cree que lo ocurrido está directamente ligado a la despoblación. «Se lo dije al Rey, hay que trabajar en la limpieza y la reforestación, pero el problema es la despoblación y es ahí donde tenemos que centrar esfuerzos para frenarla; en mi pueblo la inmensa mayoría de los vecinos tienen más de 80 años».

Medidas para el monte y para los pueblos

María José Pérez Izquierdo. A.B.H.

María José Pérez, alcaldesa de Villar de Plasencia, lleva años tratando de lograr una subvención que le permita rehacer el plan urbanístico del pueblo. «Es una herramienta fundamental contra la despoblación, directamente relacionada a su vez con el estado de nuestros montes». «Tengo familias pendientes de comprar un huerto para construirse una casa y vivir aquí, pero no puedo hacer absolutamente nada porque necesito un plan que cambie la recalificación de este terreno», cuenta. «Necesitamos herramientas para tratar de revitalizar los pueblos, lograr que residan más personas en ellos, porque en caso contrario no habrá quien se ocupe de nuestros montes», concluye.

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