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Javier Negrete regresa a la antigua Roma con 'Los idus de enero', su nueva novela histórica, ambientada en un solo día del año 121 antes ... de Cristo que los historiadores sitúan como el principio del fin de la República que dio paso a la época del Imperio. Negrete vive desde 1991 en Plasencia, donde imparte clases de Griego en el IES Gabriel y Galán. El miércoles 25 de octubre a las 19.30 presenta el libro en la sede de Cajalmendralejo en Cáceres (Chalé de los Málaga), y el jueves 2 de noviembre a la misma hora en el Salón de Actos de Cajalmendralejo en Badajoz, dentro del Aula de Cultura HOY.
–La novela narra un día del año 121 antes de Cristo en las calles de Roma. ¿Por qué concretamente esas 24 horas?
–Mi idea era relatar el día en que estalló por primera vez la violencia intestina, como una pequeña guerra civil, en las calles de Roma, durante el consulado de Lucio Opimio, por el odio que él y otros políticos sentían ante Cayo Graco, un tribuno al que consideraban una especie de revolucionario, entre otras cosas por su reforma agraria. Hubo peleas con armas por las calles de Roma y murieron hasta 3.000 personas. A partir de entonces la violencia empezó a asolar Roma en oleadas, en unas guerras civiles que desembocarían al final en la de Octavio contra Antonio, que supuso el fin de la República.
–¿Lo que ocurrió ese día es bien conocido, está documentado?
–En los libros de historia aparece muchas veces como un punto de partida. Los historiadores de Roma lo marcan como el inicio del fin de la República. Para mí es importante porque lo sitúo como marco para las aventuras y andanzas de una serie de personajes que tienen que ver con estos acontecimientos, pero que por otra parte cada uno tiene sus propios intereses. Es una novela bastante coral.
–Creo que inicialmente esta novela iba a tratar principalmente sobre un personaje histórico que aparece en el libro llamado Quinto Sertorio, ¿no es así?
–Sí. Iban a ser unos recuerdos, unos 'flash-back' hablando del pasado, del día que nació Quinto Sertorio, de su niñez..., pero le fui añadiendo personajes y esa estructura creció tanto que se fue convirtiendo en una trama y una novela por derecho propio. Ya tenía diseñados estos personajes para el futuro, para cuando hablara de la juventud de Sertorio, pero cobraron vida propia y salió una novela diferente. Llegó un momento en que me rendí antes estos personajes, les dejé cobrar vida y así salieron 'Los idus de enero'.
–¿Quién fue Quinto Sertorio y por qué lo eligió inicialmente como figura central de lo que iba a ser la novela?
–Quinto Sertorio ya apareció en mis ensayos históricos 'Roma invicta' y 'La conquista romana de Hispania'. Fue un general que combatió en el llamado bando de los 'populares' en la antigua Roma, que defendían unas políticas que favorecían más a la plebe. Luchó contra el bando de Sila, que era más aristocrático conforme a la tradición del Senado. En un momento dado, Sertorio huyó a Hispania y aquí organizo una base de poder que casi se convirtió en una especie de copia de la República romana, con un Senado en la ciudad de Huesca. Si las cosas le hubieran ido mejor hubiera creado una República paralela independiente. Pero a mí lo que me interesaba era su juventud. Cuenta Plutarco que le mandaron como espía entre las tribus germánicas que estaban asolando el sur de la Galia, porque tenía conocimientos de las lenguas de esos pueblos, y eso era lo que quería contar inicialmente.
–¿Hasta qué punto le atan las fuentes históricas a la hora de novelar los acontecimientos que sí se sabe que ocurrieron?
–Es una época de la que hay menos conocimiento del que querríamos. Lo que se sabe por ejemplo de estos pueblos germánicos cabe en no demasiadas páginas. Como historiador y divulgador eso es un problema, pero como novelista es todo lo contrario. Iluminas con tu linterna las partes oscuras y las llenas. Inventas y fábulas, pero siempre manteniendo las líneas muestras del relato, de lo que se sabe. Eso es realmente lo que me gusta como novelista. Me tomo algunas libertades también cuando veo cosas que, aunque estén en las fuentes, no me resultan verosímiles. Las grandes luchas de esta novela entre dos bandos, según Plutarco, ocurrieron en el Capitolio, una de las colinas a las afueras Roma, que no parece un sitio apropiado para celebrar una asamblea de miles y miles de personas, de modo que yo lo sitúo en el Foro. Esto pasa porque los autores antiguos, sobre todo Plutarco, que escribe en griego, a veces no tienen una terminología precisa.
–Mucha gente tiene idealizada la antigua Roma, pero no parece un lugar muy apetecible donde vivir, al menos para la mayoría.
–La gente que vivía bien y a todo lujo era una minoría muy reducida, y aun así yo desde luego prefiero vivir como vivo ahora que como el más rico de los romanos de entonces. Cierto que me gustaría asomarme al pasado si tuviera una máquina del tiempo para ver la ciudad de Roma en esos días, pero pasaría 12 o 14 horas como mucho y me volvería rápidamente a mi frigorífico, mi cuarto de baño y mi calefacción. Fuera de broma, en la novela sí que presento el lujo exagerado de una parte de Roma, pero también a los que viven en las ínsulas ruinosas, con goteras, que se pueden incendiar y derrumbar y donde hay que acarrear el agua siete pisos arriba.
–¿Qué encuentra el lector en 'Los idus de enero' distinto a otras novelas históricas ambientadas en la antigua Roma?
–Creo que puede encontrar más inmersión. He procurado atender mucho a la ambientación para que sea, no tanto realista, sino lo más sensorial posible. Que los lectores entren realmente en el libro y se sientan en las calles de Roma, dentro de una mansión, en los túneles de la ciudad... Por otra parte, que la novela esté ambientada en 24 horas y narrada en tiempo presente, algo poco habitual en la novela histórica, hace que todo sea más intenso e inmediato.
–¿Volverá a la literatura fantástica, con la que se dio a conocer como autor de éxito?
–Bueno, esta novela tiene sus elementos de fantasía, con oráculos, maldiciones de los dioses o puertas al inframundo, que para los antiguos no eran fantasía, sino su realidad. Los romanos creían en esas cosas realmente. Son elementos que me gusta manejar porque me siento como en casa. Por otro lado, lo de hacer literatura fantástica, pues sí, es posible que vuelva a ello, pero mejor vamos a ir pensando libro a libro.
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