Alguien llevó dos cuchillos a una pelea
Almendral en 1979. Una pelea entre dos vecinos de la localidad, ante muchos testigos, acabó de una forma inesperada y con dudas sobre las armas homicidas
Sábado, 11 de octubre 2025, 02:00
Quién llevó los cuchillos a una pelea. Es la duda que planeó en un juicio celebrado en la Audiencia Provincial de Badajoz hace 45 años. ... El suceso ocurrió en Almendral y conmocionó a los vecinos.
Todo ocurrió en febrero de 1979. Había tensión en la localidad, la sensación de que algo podría pasar. José M., de 45 años, tenía fama de provocador y conflictivo y estaba enemistado con un vecino. Le había amenazado e incluso había comentado con otros que le haría daño.
En la localidad esperaban por tanto una pelea entre ambos o incluso que ocurriese una desgracia si finalmente se enfrentaban. Sin embargo la casualidad hizo que la reyerta tuviese otro protagonista y un final inesperado.
Una noche José M. estaba en un bar de Almendral y entró en el local Juan A. Era un vecino de 72 años que resultaba ser cuñado del hombre con el que estaba enfrentado José. Los testigos no esperaban que se enfrentaran porque el primero era un hombre fuerte y con fama de desafiante, mientras que el segundo era casi un anciano y algo débil. Pero ocurrió.
El vecino de 72 años decidió acercarse al otro y reprocharle que amenazase a su cuñado. A José no pareció importarle, se terminó la consumición y se marchó del bar. Pero volvió.
Quince minutos después José M. regresó al local, aunque se quedó en la puerta. Desde allí llamó a Juan A. «Ven aquí, que quiero hablar contigo», le dijo. El interpelado salió del bar y ambos caminaron juntos a un callejón cercano. Varios vecinos que estaban en el local y en una plaza cercana los siguieron temiendo lo que ocurriría. Fue muy rápido, cuando les alcanzaron ya había un muerto y un herido grave.
José M., el que parecía más peligroso inicialmente, yacía muerto en el suelo y su contrincante lucía varias puñaladas graves.
El juicio
Juan A. se recuperó de las heridas, aunque estuvo dos meses hospitalizado. En noviembre de 1980 se celebró en la Audiencia Provincial el juicio por este crimen. Pasaron por él numerosos testigos del bar y la plaza, pero ninguno había visto el intercambio de cuchilladas entre procesado o víctima, así que no era sencillo determinar la responsabilidad.
El fiscal consideraba el caso un homicidio y pedía para el procesado 12 años de cárcel y 500.000 pesetas (3.000 euros) de indemnización. La defensa, sin embargo, mantenía que Juan A. había matado a su vecino en defensa propia.
En su testimonio el detenido afirmó que había bebido y que decidió seguir al fallecido al callejón junto al bar porque pensó que solo quería hablar, que en ningún caso esperaba pelearse.
Lo más sorprendente de su testimonio fue su cambio de versión con respecto a sus declaraciones iniciales. Tras el crimen, este vecino de 72 años había reconocido que ambos implicados sacaron sus navajas e intercambiaron golpes. En el juicio afirmó que él no iba armado. Aseguró que era José M. el que le golpeó primero y que sintió algo punzante, comprendiendo que se trataba de un arma blanca. Luego se agachó y agarró algo brillante (una navaja que al parecer se había caído) y fue con ella con la que se defendió.
En su interrogatorio, el fiscal atacó la versión del procesado preguntándole si veía razonable que su oponente se presentase a la pelea con dos navajas. Pero no dudó. Juan A. mantuvo que el otro debía llevar dos navajas porque, después de que apuñalase a su rival, este aún le había pinchado en varias ocasiones.
Por el juicio pasaron muchos testigos. El dueño del bar, por ejemplo, explicó que había seguido a los dos hombres al callejón porque temió «que se iba a liar», pero que, cuando llegó, ya estaban heridos ambos.
Su testimonio coincidió con el de otros vecinos, que se mostraron sorprendidos por la violencia de la escena aunque reconocieron que el fallecido sí que estaba enemistado con un familiar del procesado.
En las conclusiones el Ministerio Público mantuvo sus conclusiones, pidiendo los 12 años de prisión y rechazando los atenuantes, incluido el de embriaguez. El fiscal argumentó que no se había probado que el procesado bebiese como para perder capacidades.
El abogado defensor mostró una versión completamente opuesta. Destacó el hecho de que el fallecido se marchase del bar y volviese un cuarto de hora después. Aventuró que en ese tiempo había ido a buscar los dos cuchillos e insistió en el testimonio de su representado, en que solo se había defendido con algo brillante que vio en el suelo de los golpes y pinchazos que estaba recibiendo.
El tribunal, sin embargo, no creyó que el fallecido llevase dos cuchillos encima. Juan A., a sus 72 años, fue condenado a 12 años de prisión. No se consideró probado que el procesado estuviese en estado de embriaguez cuando cometió el delito, ni se aplicó la eximente de legítima defensa. Se consideró que la muerte se había producido en una «riña mutuamente aceptada, consecuencia de la discusión sostenida tenazmente y el resultado sobreviene a causa del mutuo acometimiento».
La conclusión es que hubo dos cuchillos, un portado por cada uno de los vecinos. Uno acabó en el cementerio y el otro pasando su vejez encerrado por esa pelea.
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