Una antigua mina de Santa Marta será la cuarta visitable de la región

En Extremadura hay tres antiguas minas visitables. La de la Jayona (se sacó hierro), en Fuente del Arco; Costanaza (fosfatos), de Logrosán, y la mina Pastora (hierro), de Aliseda. Ahora se suma a ese club Garandina (vanadio, plomo y plata), a 2,5 kilómetros del casco urbano santamartense. El viernes 16 será conocida por los asistentes a unas jornadas de turismo subterráneo (ver información más abajo) y la apertura general para el público tendrá lugar el lunes 18.

Antes de que el olivar y la vid dominaran Santa Marta, su motor era la minería. Hasta 10.000 personas llegaron a vivir censadas en este municipio del sur de la comarca de Tierra de Barros. «Fueron muchos más los que vinieron a trabajar sin censarse, de pueblos cercanos. Sin ellos, Santa Marta no hubiera sido lo que ahora es sin su pasado minero», enfatiza Fernández Amo, de 54 años.

Es una de las personas que conoce mejor la minería no solo de su pueblo sino de Extremadura. Un apasionado que le llevó a mover hace dieciséis años un proyecto, el de reapertura para hacer visitable esta mina y rehabilitar el poblado minero. Su abuelo fue minero en una de las ocho explotaciones mineras de Santa Marta.

Su patrimonio mineralógico «es único a nivel mundial», se dijo al ser declarado Lugar de Interés Científico (LIC). «Es el distrito minero de Plomo-Zinc-Vanadio que cuenta con más especies minerales de Extremadura y presenta una de las gamas más extensa de minerales secundarios de Plomo-Zinc-Vanadio de Europa», se agregó en el decreto de declaración de LIC.

En 1927 se cerró la última de las ocho minas. Garandina (Virgen del Carmen de nombre oficial), tras cinco años de explotación, fue abandonada. Se convirtió en un vertedero incontrolado de residuos de todo tipo, incluidos animales muertos. Francis Fernández era conocedor del atractivo que se escondía en su profundidad, reclamo para la llegada de coleccionistas de minerales de todo el mundo.

Creó una empresa, Tugeominex y cerró un acuerdo de gestión compartida con el Ayuntamiento para devolver el esplendor minero de Santa Marta a través del aprovechamiento turístico. Turismo subterráneo u fluorescente, le llaman.

Fernández puso 80.000 euros de su bolsillo, y junto a una subvención de la Federación para el desarrollo de Sierra Grande-Tierra de Barros, consiguió la financiación mínima. Mientras se sigue trabajando para rehabilitar el poblado minero aunque sea de forma parcial, la próxima semana se abre al público la mina Garandina. Tiene un recorrido lineal de 100 metros y una profundidad de 35. Las visitas son guiadas. La entrada a la mina es término municipal de Villalba pero el interior pertenece al de Santa Marta.

Explica Amo que «la sensación cuando entras es que es una mina, pero al final te parece más una cueva. Llama la atención porque gracias a la luminiscencia sobre los filones, a través de rayos ultravioletas, se van a mostrar colores rojizos, amarillentos, verdosos...». La magia de la luz, apuntala.

 

Un espectáculo visual para un mineral, el vanadio, raro de encontrar en el mundo. «Como se entere Trump, viene para aquí», bromea el geólogo. Está considerado como un mineral crítico, los que tienen un gran peso estratégico para la industria tecnológica y cuyo suministro escasea.

«En Santa Marta solo se llegó a explotar entre cuatro y cinco años porque las dificultades para aprovechar nuevos filones en la mina lo hicieron inviable. Ahora se puede ver superficialmente en la Garandina», narra el responsable de Tugeominex y la empresa Minas de Santa Marta, creada específicamente para esta antigua explotación.

El vanadio es un material anticorrosivo y que endurece al acero. Se utilizó mucho en el pasado para los cascos de los barcos, por ejemplo. «Ahora es muy demandando para las baterías con las que se mueven los aerogeneradores eólicos, para la industria tecnológica en general», reseña.

También destaca la presencia de otro mineral singular, la calderonita. Fue descubierta en Santa Marta. Se caracteriza por su color rojo-marrón. Las mejores cristalizaciones del mundo están aquí.

«Se trata de poner en valor e integrar esta riqueza que hay bajo el suelo. Cada vez hay más demanda de este turismo subterráneo que en Extremadura está por explotar aunque se han ido dando pasos en los últimos años», agrega.

En Garandina, además del juego de luces que se disfruta cuando la ultravioleta se activa, se va a contemplar material de la época como lámparas mineras o la recreación de un polvorín.