Día 3: Alfonso XIII visita «las alquerías trágicas»
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El rey conoció la cara más dura de Las Hurdes al tercer día, en Fragosa y Martilandrán, alquerías que algunas crónicas de la época describían con espantoUna señal descolorida con una flecha hacia arriba invita en Nuñomoral a seguir la ruta de Alfonso XIII, y quizás no es casual que esté en una calle en cuesta y al pie de una farmacia. Porque en esta parte de Las Hurdes, el bisabuelo de Felipe VI se hartó de subir y bajar pendientes, y los médicos que le acompañaban vieron más paludismo, bocio, cretinismo y hambre que ningún otro día anterior.
‘En las alquerías trágicas’ decía el ABC del 24 de junio de 1922 antes de reseñar lo que el monarca vio en el tercer día de su visita, la primera de un rey a la comarca. En él conoció la cara más dura de Las Hurdes. «Enérgicas, amargas, imborrables son las impresiones de esta penosa jornada –decía el periódico monárquico–. Al rayar el alba del jueves (22 de junio de 1922), ya estaba de pie el Monarca, y muy a primera hora, después de un substancioso refrigerio, dejaba la tienda de campaña en las afueras de Nuño Moral, montaba a caballo, ¡nada más que para permanecer diez o doce horas en la silla!, y salía con rumbo a las alquerías trágicas de este Concejo».
Esas poblaciones que las crónicas de la época señalan como las más desfavorecidas eran principalmente Martilandrán y Fragosa, que hoy son dos de las diez alquerías que dependen del ayuntamiento de Nuñomoral. Son Las Hurdes altas, la parte más aislada de esta esquina del mapa extremeño que el próximo jueves visitarán por primera vez Felipe VI y la reina Letizia.
«Los caseríos más inhabitables e insalubres»
«Humanamente, ofrecen mayor interés Martilandrán y Fragosa», situaba ABC, que calificaba a «los caseríos» de estas dos alquerías como «acaso los más inhabitables e insalubres de la comarca». En su primera parada del día, en Cerezal, el rey encontró «treinta cobijos de miseria». «Tras dos horas de fatigosa marcha, en las cuales los caballos resbalaban sin conseguir afirmar los cascos en los canchos y en las pizarras de las sendas escarpadísimas –detallaba el diario de mayor circulación de la época–, hubo un alto, y hubo que apearse y que llevar los caballos de la brida».
En el horizonte apareció Martilandrán, que hoy es una alquería de 116 vecinos. Mantiene alguna fachada típica que puede evocar tiempos pasados, y conserva, claro, esas callejuelas estrechas que son norma en muchas de estas pequeñas poblaciones hurdanas. Son callejones intrincados que complican el trabajo al personal de emergencias sanitarias. Los médicos y enfermeros del 112 que atienden la zona saben que en muchas alquerías hurdanas, no queda más opción que dejar la ambulancia a la entrada de la población. Y si hay que trasladar a alguien en camilla, toca tirar de bíceps y de la ayuda vecinal, que nunca falla.
Martilandrán es también el nombre del último disco de un grupo cacereño de música electropop. «Cada noche de noviembre soñabas con Martilandrán», canta Fônal al inicio de su original videoclip de animación, que muestra en dibujos algunas de las calles de esta población que a Alfonso XIII hace un siglo le causó «una impresión de horror intenso, de conmiseración entrañable».
«Enérgicas, amargas, imborrables son las imágenes de esta penosa jornada», decía el diario ABC el 24 de junio de 1922
«Martilandrán estaba a la vista, pero Martilandrán se hallaba desierto –contaba ABC–. Los veinticinco ‘edificios’ –hay que realizar un magro esfuerzo de voluptuosidad imaginativa para llamar edificios a pocilgas y a cubiles– estaban abandonados. Todos, absolutamente todos sus moradores, ancianos decrépitos, mujeres escuálidas, mozos y mozalbetes depauperados, habían salido al encuentro de los viajeros. Hubo que aguardar que los ausentes retornasen».
Párrafos que se clavan
La sucesión de párrafos que se clavan no acaba ahí. Cuando los vecinos volvieron, al cronista le parecieron «noventa o cien cuerpos desmedrados con almas semiausentes». «Allí estaba –escribió– la realidad viva, sin exageraciones de lirismo; allí la mendiguez, la dolencia crónica, la angustia sin esperanza ni consuelo». «El aspecto de las casas del pueblo –añadía– impresiona hondamente. Parecen guaridas. No tienen más luz ni más ventilación que la que reciben por la puerta de entrada. El aspecto de este vecindario horripila, cuanto digamos es pálido ante la realidad».
La crudeza de los relatos contribuyó a mover conciencias en los años siguientes, aunque no todas en la misma dirección. Frente a quienes clamaban por una intervención urgente en la zona, otros políticos y opinadores del momento defendían que la situación era tan mala que no había más solución que trasladar a esos españoles a otro lugar del país donde hubiera viviendas decentes y comida de sobra.
En realidad, esos planteamientos no eran tan nuevos. Ya en el siglo XVII, el obispo Porras y Atienza había defendido la necesidad de reagrupar a la población. Tres siglos y medio después, en nuestros días hay también quien aboga por lo mismo, no específicamente en Las Hurdes sino en el conjunto de la comunidad autónoma, como fórmula para luchar contra la despoblación.
«El Ayuntamiento consiguió dinero para convertir la factoría de Nuñomoral en un hotel, pero al final el proyecto no salió adelante»
sandalio peromingo
Exalcalde y actual concejal de Cultura de Nuñomoral
A la visita de Alfonso XIII le siguió la fundación del Real Patronato de Las Hurdes –luego renombrado como Patrimonio Nacional de Las Hurdes–, que presidía el propio monarca e integraba a representantes de todos los ministerios. Uno de logros más evidentes de este Patronato fueron las factorías, edificios que aunaban consulta médica, cuartel de la Guardia Civil y en algunos casos, también escuela. Se construyeron en Caminomorisco, Las Mestas y Nuñomoral.
La primera es hoy el cuartel de la Guardia Civil, y la segunda se ha convertido en hotel y acoge la Hospederías Hurdes Reales, que ya desde su nombre recuerda a la visita del monarca. Su entrada está decorada con una fotografía de aquella primera visita regia de hace un siglo y otra de la que hizo Juan Carlos I en 1998. La cafetería se llama La Factoría, y el restaurante, Alfonso XIII.
La factoría de Las Mestas es hoy una hospedería
De las tres factorías, la única que se mantiene en pie es la de Nuñomoral, que según cuenta Sandalio Peromingo, estuvo cerca de convertirse en hotel. «Había 140 millones de pesetas para varios proyectos en el pueblo, entre ellos el del camping y la conversión de la factoría en hotel, pero al final el proyecto no salió adelante», explica el hombre, que fue alcalde de Nuñomoral y ahora es concejal de Cultura.
La fachada de este edificio abandonado y ya en estado de semirruina conserva los azulejos en los que pone ‘Factoría de El Jordán, Patronato Nacional de Las Hurdes, Ministerio de la Gobernación’. Y unos metros más abajo, junto al puente, se mantiene la señal que lo anuncia.
Poco rastro más queda del viaje de Alfonso XIII en Nuñomoral, el punto de inicio de la tercera etapa de la aventura regia por la entonces desconocida comarca extremeña. Tras Cerezal y Martilandrán, el monarca paró en Fragosa. Allí le reglaron ramos de cerezas, según los datos recopilados por José Pedro Domínguez, director del Centro de Documentación de Las Hurdes.
Su guía de la primer visita de un rey a la comarca recoge también que en Fragosa, el monarca habló con el soldado recién licenciado Domingo Crespo, que entró en casa de Isabel Domínguez, de 28 años y que llevaba años impedida, tumbada en un lecho de hierbas. También visitó a otro vecino impedido que estaba acostado en una especie de pesebre. Al ver al monarca, el hombre le dijo: «Ya muero sin pena después de ver a su majestad». Tras escucharle, el ilustre visitante le dio cinco duros. Y otros dos al anciano padre de Crespo.
De Fragosa, Alfonso XIII siguió camino hasta Casares de Las Hurdes, cuyo «aspecto es muy distinto de los anteriores recorridos, las gentes no ofrecen aspecto de miseria», decía ABC. «Casares –añadía la crónica– es pobre pero no mendigo ni degenerado fisiológicamente. Casares es un ejemplo y una esperanza».